La Inteligencia Artificial (IA) ya invadió el mercado de los perfumes para crear fragancias únicas. Las hojas de cálculo de los perfumistas quedaron en el pasado porque la computadora hace el mismo trabajo con tan solo unos toques a la pantalla.
Las empresas recurren cada vez más a la tecnología para crear fragancias que se puedan producir en pocos minutos y convertirse en las más vendidas. Es solo un sistema informático creado para almacenar, procesar y recombinar grandes cantidades de datos.
La pregunta es: ¿se estaría reemplazando al perfumista? ¿O se trata de una colaboración hombre-máquina?
La experiencia versus la informática
El proceso de perfumería se ha modernizado con el paso de los años. Antes, los perfumistas trabajaban con todos los ingredientes en frente de ellos. Tomaban los componentes, anotaban las cantidades y los nombres de los elementos en una hoja de papel.
Con la llegada de las computadoras, las anotaciones las realizaban en un sistema que parecía una hoja de cálculo Excel.
Ahora ya no son necesarias las viejas herramientas. Con la implementación de la Inteligencia Artificial los perfumistas consiguieron la ayuda necesaria: más tiempo para crear nuevas y mejores fragancias para sus clientes.
Las mezclas de la Inteligencia Artificial
En el 2019, el diseñador suizo de fragancias Givaudan Fragrances lanzó Carto, una aplicación que puede sugerir combinaciones de componentes. Con una pantalla táctil, el perfumista puede reunir diferentes aromas de la amplia biblioteca de fórmulas de fragancias de la marca. Y listo, en tan solo unos minutos ya tiene un perfume al gusto del cliente.
El perfumista estaría ganando tiempo: puede elegir entre 1.500 ingredientes, colocarlos en una botella, pero sin tocar los componentes. Con la ayuda de la tecnología ahora puede asegurarse y no perder tiempo en mirar sus viejas anotaciones.
La ventaja de Carto -que no puede oler- es que las muestras se crean al momento, y pueden ajustar la fragancia de inmediato con el cliente.
En Alemania la casa de fragancias Symrise no quiso quedarse atrás y se asoció con IBM Research para crear una IA, Philyra, en honor a la diosa griega del perfume. Esta invención estudia las fórmulas aromáticas, los datos de los clientes y produce las nuevas fragancias.
A Philyra – que tampoco puede analizar fragancias – la entrenaron como si fuera un aprendiz de perfumista de carne y hueso. Le enseñaron las familias de olores, incluidos los florales, orientales y chipre, y se codificaron junto con los diferentes requisitos de productos como champús, desodorantes y lociones para la piel.
Es solo un sistema informático, una red de neuronas artificiales, creada para almacenar, procesar y recombinar grandes cantidades de datos. Ahora es la nueva empleada del fabricante de fragancias en Nueva York.
Hombre y máquina, unidos por la fragancia
Hacer un perfume es como elaborar un plato de comida. Se necesitan los “ingredientes” necesarios para encantar a los clientes.
Un perfumista dispone de aproximadamente 1300 esencias para crear una nueva fragancia. Algunas son sintéticas, otros aromas de flores, frutas, musgos y especias. La ciencia está en la combinación de varios elementos y ajustar la fórmula hasta que sale una fragancia nueva y agradable.
El experto en perfumes David Apel explica que la llamada Inteligencia Artificial no tiene conciencia ni género. La considera un sistema informático, una red de neuronas artificiales creada para almacenar, procesar y recombinar grandes cantidades de datos. Su archivo de datos contiene la composición de casi 1,7 millones de perfumes y sabe en qué país, a qué edades y a cuál sexo ha vendido más una fragancia en particular.
Apel asegura que no tiene miedo de quedarse sin empleo y ser sustituido por la Inteligencia Artificial. “Lo veo más como un trabajo de equipo entre hombre y máquina”, asegura.
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