La industria ganadera tiene opciones viables para reducir la producción de gas metano, uno de los peores gases de efecto invernadero. En Nueva Zelanda, el Instituto de Investigación de Ciencias Agrícolas de Fonterra y AgResearch están trabajando en una vacuna para abordar este problema. Su objetivo es evitar que las vacas que pastan libres por verdes prados produzcan entre 250 y 500 litros de gas metano al día.
Esta vacuna introduce anticuerpos en la saliva de las vacas. Los cuales se unen con los metanógenos presentes en el rumen de los animales, reduciendo así la conversión de hidrógeno en metano. Además de esta vacuna, existen otros métodos antimetano que podrían ayudar a mitigar las elevadas emisiones de la ganadería. El metano se considera como uno de los peores gases de efecto invernadero. Es más potente para atrapar el calor que el mismísimo dióxido de carbono.
La industria ganadera es altamente contaminante
La industria ganadera es responsable de emitir el metano equivalente a 3,1 gigatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera anualmente. Lo que significa que es una séptima parte de las emisiones de efecto invernadero derivadas de la actividad humana. Mientras el transporte representa aproximadamente una quinta parte.
El sistema agroalimentario mundial produce entre 20% y 30 % de las emisiones.
Hasta ahora, solo un pequeño número de vacas y ovejas ha recibido la vacuna en los ensayos realizados por el equipo de AgResearch. Pero el equipo ha recogido un buen nivel de anticuerpos en la saliva y también en el rumen y las heces, según el Consorcio de Investigación de Gases de Efecto Pastoral, el principal financiador de la investigación desde 2006.
Una vez demostrado que los animales vacunados producen el anticuerpo, ahora están tratando de verificar que esto realmente suprime la formación de metano.
Diferencias genéticas
Pero la vacunación no es la única iniciativa en curso. En Escocia se estudia que no todas las razas de vacas y ovejas producen la misma cantidad de metano. Hay unas que producen menos gases por su genética.
Eileen Wall, jefa de investigación en la Universidad Rural de Escocia, explica que tener esta información permite favorecer la cría selectiva de animales que produzcan menos gas metano.
Wall afirma que deberían adelantarse programas que fomenten de cría de ovejas y vacas más sanas y que produzcan menos metano. No debe ser un proyecto aislado y de bajo alcance.
“En los últimos 20 años, ya hemos reducido la huella ambiental de la producción de leche y carne en el Inglaterra en un 20%”, asegura la investigadora. Debemos continuar investigando y desarrollando los estudios que han resultado exitosos, agrega.
Liam Sinclair, especialista de la Universidad Harper Adams, señala que la cría de vacas que por genética produzcan menos metano, lleva tiempo y es costosa.
Ofrecer una dieta más sana al ganado reduciría el metano
Otra alternativa es cambiar el alimento que se les da a estos animales por uno igualmente nutritivo. Pero que durante el proceso digestivo produzca menos gases. La idea es que el animal siga produciendo leche y carne y expulse menos gases por el cambio en la dieta, explica Phil Garnsworthy, de la Universidad de Nottingham, Inglaterra.
“Probablemente se puede reducir el metano en aproximadamente un 20-25% al alterar la dieta”, explica.
Los investigadores de la Universidad de California, en Estados Unidos, estimaron que se podrían reducir las emisiones globales de metano de las vacas en un 15% cambiando la alimentación de las vacas. Sin embargo, Garnsworthy cree que la cifra puede ser más alta.
En Inglaterra, dice, los agricultores usan principalmente ensilado de hierba. “Solo con cambiar a ensilado de maíz, se podría ver una caída en la producción de metano del 10%”, asegura. “Cuanta más fibra come una vaca, más metano produce. Pero agregar legumbres y diversos aceites como linaza y soja a su dieta puede ser muy bueno”.
“Una alimentación de mejor calidad hace que los animales sean más productivos, y los animales más productivos producen menos metano”, agrega.
Tres soluciones vs el excesivo consumo de carne
Hasta aquí la reducción de la producción de gas metano de la industria ganadera tiene tres posibles soluciones, aun incipientes: la vacunación, la cría de animales que por genética expulsen menos gases y mejorar la dieta de los mismos. Todas son propuestas valiosas, pero qué sucede con los cambios de hábitos que debería hacer el consumidor. Actualmente el consumo de carne en los países ricos aumenta vertiginosamente.
El mercado mundial de productos cárnicos tuvo un gran crecimiento en los últimos años según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO. Las cifras hablan de que la producción mundial anual de carne en 2022 fue de 361 millones de toneladas. Eso se traduce en 118,6 gramos consumidos por persona al día.
Se estima que ese consumo aumente para 2030 un 14% más. Y, teniendo en cuenta que la población superará los 9.000 millones de personas a mediados de este siglo, se espera también que el consumo de carne llegue a alcanzar los 570 millones para entonces.
España, Italia o Francia se encuentran entre los principales consumidores de carne en Europa. Estados Unidos y Japón lideran en el mundo entero.
Enseñar a comer más sano
Especialistas aconsejan sustituir la carne por otras proteínas de origen vegetal, aunque sea un par de días a la semana. Otros, más radicales, van más allá y llaman a abrazar el vegetarianismo o el veganismo. En estos momentos, gestos como llenar el plato de más vegetales, que los trozos de carne sean más pequeños, comer más fruta y consumir proteínas de origen vegetal, harían una gran diferencia en la salud del consumidor y en la del planeta. Son pequeños cambios, peros suman.
Enseñar a los niños a comer más variado, a incluir nuevos alimentos, nuevos sabores, es especialmente significativo, porque ellos serán los consumidores del mañana. Hay que mostrarles que la comida va mucho más allá de una hamburguesa con queso y patatas fritas.
Los grandes cambios son, sin embargo, responsabilidad de los gobiernos y de los grandes productores de alimentos. En este caso, de la industria de productos cárnicos.
En América del Sur se triplicó la emisión de gases
La producción de carne vacuna en América del Sur produce en promedio tres veces más gases de invernadero que en Europa, según Joseph Poore, investigador de la Universidad de Oxford en Inglaterra. Dejar de consumir carne o leche de vaca es una de las acciones más efectivas que los consumidores pueden realizar para combatir el cambio climático, asegura.
Esta decisión es tan radical como improbable. Pero es la conclusión del estudio realizado por los investigadores Joseph Poore y Thomas Nemecek, del Instituto Agroscope en Suiza. El estudio de Poore y Nemecek se basó en datos de cerca de 40.000 fincas en 119 países.
Mientras la carne en general y la leche de vaca proveen poco menos del 18% de las calorías y el 37% de la proteína a nivel mundial, usan la gran mayoría, un 83% de la tierra agrícola y producen el 60% de las emisiones de gases de invernadero procedentes de la agricultura, según estos investigadores.
De acuerdo a Poore, la producción promedio de carne vacuna sudamericana produce tres veces más gases de invernadero y requiere 10 veces más tierra que la producción vacuna en Europa.
“Criar ganado en tierra desforestada produce, por ejemplo, 12 veces más emisiones de gases de invernadero que hacerlo en pasturas naturales”. explica
Un investigador brasileño defiende el consumo de carne
André Mazzetto, profesor de la Universidad de Bangor en Gales, defiende la explotación ganadera de los países de América del Sur y afirma “si realmente quieres tener un impacto significativo en el ambiente, debes volar menos en avión, usar autos más eficientes y transporte público, y aislar en forma más eficiente tu casa. Eso tendrá un mayor impacto que dejar de comer carne”, dice este científico de origen brasileño.
Mazzetto es el autor principal de un estudio de 2015 sobre estrategias para reducir emisiones en la industria ganadera de Brasil.
El investigador reconoce que hay que hacer grandes cambios en la industria ganadera de su país. También advierte que “el alimento para el ganado, como la soja y el maíz, son cultivados usualmente en otros países” y una mayor demanda de soja o maíz también tendrá un impacto en el medio ambiente.
Si el alimento es producido con soja de Brasil o Argentina, por ejemplo, el impacto ambiental del ganado europeo también debe incluir el uso de tierra en América del Sur para esos cultivos. Esta actividad agrícola también contamina por el uso de combustibles fósiles, fertilizantes, pesticidas, etc.
Es decir, criar ganado es peligroso por la emisión de gases. Pero cultivar el alimento de los animales también es una actividad que contamina el ambiente.
Mazzetto señaló que «de acuerdo a la FAO, el sector ganadero representa el 14,5% de las emisiones de gases de invernadero inducidas por el ser humano, datos del informe: Enfrentando el cambio climático a través de la ganadería. “La mayor parte de las emisiones son generadas por el transporte y los combustibles fósiles», dice Mazzetto.
El cultivo de proteína de origen vegetal también contamina
“Es importante ver el panorama completo”. Si todo el mundo deja de comer carne “la gente necesitará otras fuentes de proteína como soja, nueces, frijoles, y productos de monocultivos como arroz y maíz”, expone Mazzeto.
Un aumento en la demanda global de estos alimentos “podría resultar en más desforestación en América Latina, ya que no todas las grandes extensiones de tierra que hoy son pastizales, se convertirían en cultivos que también emiten gases”, agrega.
“Respeto la opción de la gente que no quiere comer carne por razones éticas, pero el argumento de que hacerlo ‘salvará al planeta’ o ‘tendrá un impacto ambiental gigante’ no es una buena razón para hacerse vegetariano”, opina Mazzeto. “No hay una única fórmula milagrosa para resolver el problema de las emisiones de gases de invernadero”.
La carne elaborada a base de células madre
EL Departamento de Agricultura de Estados Unidos dio luz verde a dos firmas de California, Upside Foods y Good Meat para elaborar carne a partir de células madre. Lograron crear un tipo de “carne” que no proviene directamente de ningún animal. Por ejemplo, se comerá pollo que sabe a pollo, pero ningún animal fue sacrificado para obtenerla, según AP.
Es una carne cultivada en tanques de acero a partir de células madre y sangre humana.
Los objetivos que argumentan Upside Foods y Good Meat es que con el desarrollo de esta tecnología se dejarán de sacrificar miles de millones de animales convertirlos en alimento, y además de reduciría drásticamente los efectos ambientales del pastoreo, el cultivo de los alimentos para esos animales y el manejo de sus desechos.
Esta tecnología de elaborar carne en laboratorios gana simpatías entre quienes viven con “la paradoja de la carne” que es cuando a las personas les gusta comer carne, pero les horroriza saber que un animal fue sacrificado para colocar ese trozo de carne en su plato.
Los precios entre la carne tradicional y la de laboratorio
Tras años de investigación, Future Meats, una empresa que elabora carne de laboratorio ha conseguido que los precios entre la carne real y la de laboratorio no tengan una diferencia abismal.
En este momento, la carne hecha con células madre podría costar el doble que la tradicional, pero se trabaja para reducir su precio hasta llegar a precios muy similares.
El sabor y la textura de estas carnes dependen de cómo se cocinen, del gusto y las exigencias del comensal, pero más allá de todo esto, es otra alternativa a la explotación ganadera tradicional, aunque este en una fase de investigación y se comercialice relativamente poco.