En uno de sus tantos viajes por Estados para informar sobre la industria de combustibles fósiles, Justin Nobel se enteró de un hecho poco considerado: en esas exploraciones sale a la superficie algo más que hidrocarburos. El periodista reveló que cada año, la industria del petróleo y gas produce miles de millones de toneladas de desechos, muchos de ellos tóxicos y con altos niveles de radiactividad. El auge del fracking empeora el problema.
En la cobertura de la fuente de hidrocarburos y medio, Nobel recaudó datos durante siete años, recogió testimonios y atesoró muchos documentos empresariales y gubernamentales que evidencian la alta carga de toxicidad en esa actividad extractivista. Decidió agruparlos y compartir su amplia investigación en ‘Petróleo-238: El peligroso secreto de las grandes petroleras y la lucha popular para detenerlo’.
Harvard Book Store señala que el libro muestra una cruda realidad que ha sido tapada por los interesados. Precisa que esos desechos se han derramado, inyectado, vertido y emitido libremente en EE UU, “protegidos por un sistema de regulaciones laxas y lagunas legales”.
Nobel, periodista de DeSmog se basa en relatos de trabajadores de campos petroleros y activistas comunitarios, para presentar una serie de revelaciones revolucionarias sobre la industria más poderosa del mundo. Su libro intenta derribar el muro que las corporaciones y los políticos a menudo levantan entre los empleados y obreros de la industria y, los ambientalistas.
Dice el escritor que los miles de millones de galones de desechos radiactivos emitidos, terminan en vertederos municipales, suministros locales de agua potable y en la sangre de sus trabajadores.
Descubrió, que los niveles de radiación en algunas instalaciones de petróleo y gas dentro de pequeñas ciudades estadounidenses son más altos que los de la zona de exclusión alrededor del sitio del desastre nuclear de Chernóbil en 1986.
La industria de petróleo y gas con niveles de radiactividad
Nobel lanzó oficialmente Petroleum-238 en el Jalopy Theatre de Brooklyn a finales de abril. Un evento que contó con comedia negra de artistas como ‘Dr. Frackenstein’. Así como historias sombrías pero inspiradoras de personas que han experimentado de primera mano la contaminación del fracking en sus comunidades y decidieron luchar contra la industria.
DeSmog se reunió con Nobel para conocer más sobre la radiactividad secreta del petróleo y el gas. Y las zonas de desechos peligrosos ubicadas justo al final de la calle de las escuelas secundarias.
“En un pozo de petróleo y gas sale a la superficie mucho más que petróleo y gas. Hay una cantidad increíble de desperdicio. Y el principal flujo de desechos de la industria es un líquido salado realmente tóxico conocido como ‘salmuera’ o ‘agua producida’. Estos son nombres que suenan inocentes”, señaló. “Pero la salmuera puede contener niveles tóxicos de sal, metales pesados como plomo y arsénico y el metal radiactivo radio”.
Esa industria de EE UU produce tres mil millones de galones de salmuera al día. Eso es un billón de galones al año, explicó en la entrevista. Si se tomara ese flujo de desechos y se pusiera todo en barriles de petróleo estándar, que llegan aproximadamente a la altura de la cintura, y luego los apilaran uno encima del otro, llegaría a la luna y regresaría casi 28 veces.
¿Qué hace la industria con todos estos residuos? La única forma en que la industria puede operar con ganancias es deshacerse de ese flujo de desechos de la manera más barata y rápida posible.
Un foco de preocupación en Ohio
Comentó Justin Nobel que inicialmente ese proceso significó descargarlo directamente en arroyos o pozos o campos sin revestimiento. Ahora se trata de los llamados pozos de inyección, donde los residuos se entierran bajo tierra. Pero deben transportarse hasta allí en camiones, a veces a través de las comunidades. Debido a que la salmuera tiene tanto sedimento, este material se depositará en el fondo de cualquier camión cisterna que contenga salmuera en forma de lodo. Y este lodo puede ser mucho más radiactivo que la salmuera misma.
Según el periodista este proceso plantea todo tipo de peligros para los trabajadores que interactúan habitualmente con esas sustancias.
“Una comunidad sobre la que he escrito varias veces es Martins Ferry, Ohio. Está justo en el río Ohio”, detalló. “Los operadores de residuos de fracking instalan operaciones en una antigua acería. La comunidad no sabía lo que estaba pasando en esta instalación. Entonces, esta empresa, Austin Master Services, estaba recibiendo lodos radiactivos de yacimientos petrolíferos y otros elementos y los trabajadores intentaban procesarlos”.
Esta instalación estaba justo al final de la calle del estadio de fútbol de Martins Ferry High School, afirmó, y en el otro lado estaban los pozos de agua de la comunidad. “Me enteré de que los inspectores estatales, durante su visita, habían visto camiones que transportaban residuos de fractura hidráulica desparramados por la carretera. Notaron que la instalación tenía fugas, por lo que se llenaba constantemente de agua de lluvia y el agua de lluvia se mezclaba con los desechos del fracking y se esparcía por toda la instalación”.
Los desechos de la industria de petróleo, portando altos niveles de radiactividad exacerbados con el fracking, hacían de las suyas en esa comunidad. ¿Lo sabían, lo ocultaban?
Peligrosidad y enfermedades
Por si fuera poco lo que sucede en esa localidad, “el centro dependía de esta horrible práctica de contratar trabajadores recién salidos de prisión y desesperados por encontrar trabajo. A menudo eran adictos a las drogas. No les informaron que los residuos son radiactivos. No estaban debidamente protegidos contra ello. Estaban completamente cubiertos de lodo. Y a menudo tenían que llevar esa ropa a la lavadora o al hotel local en el que se hospedaban”, relató Nobel.
Y comentó que hay un vertedero en el norte de Virginia Occidental, una antigua instalación industrial abandonada, convertida en un lugar donde los adolescentes estaban de fiesta. “Cuando tomamos muestras en esos desechos de la industria del petróleo descubrimos que los niveles de radiactividad eran superiores al 99% de la zona de exclusión de Chernóbil.
Estos componentes son nocivos para la salud. “Los trabajadores respiran polvo que contiene elementos radiactivos o trabajan en un ambiente descuidado y se cubren de lodo radiactivo. No llevan la protección adecuada”, sostuvo Nobel. “Están fumando un cigarrillo y luego se llevan los dedos sucios a la boca. Cuando estos elementos radiactivos se desintegran dentro del cuerpo, emiten una ráfaga de radiación, a menudo en el espacio íntimo de órganos como los pulmones o el intestino, o tal vez en los huesos y el torrente sanguíneo”.
Los trabajadores pueden experimentar dificultades respiratorias, refiere. “Podrían estar perdiendo dientes. Hablé con una persona que trabajaba en un centro llamado Fairmont Drive y que sufre muchos problemas de salud. Dos de sus compañeros de trabajo fallecieron de cáncer, una forma agresiva de cáncer de cerebro y cáncer de estómago”.
La ciencia y los investigadores tienen desafíos por delante. Y será una nueva ola de escrutinio a la que la industria tendrá que enfrentarse.