Por Javier Molins
29/04/2017
Bulgari, Givenchy, Yves Saint Laurent, Prada, Louis Vuitton, Loewe… son muchas las marcas de moda que en los últimos años se han acercado de un modo u otro al mundo del arte contemporáneo. Quizás busquen huir de aquello que dijo Steve Jobs de que la moda era algo que te parecía bonito en el momento pero que con el tiempo se convertía en feo y que el arte era algo que te parecía feo en un primer momento pero que se convertía en bonito con el paso del tiempo.
Sea por ese o por otros motivos, lo cierto es que hemos podido ver exposiciones de Bulgari y Givenchy en el Museo Thyssen de Madrid, Loewe se ha convertido en uno de los principales patrocinadores del festival de fotografía PhotoEspaña, la empresa Tod’s ha financiado la remodelación del Coliseo de Roma, y Prada y Louis Vuitton han abierto impresionantes sedes para sus fundaciones en ciudades como París, Milán o Venecia, por poner tan solo algunos ejemplos.
Dejando aparte aproximaciones al mundo de la moda más serias como puede ser la exposición que inaugurará en julio el Museo Thyssen titulada Sonia Delaunay-Terk. Arte, diseño y moda, la mayoría de marcas busca a través de su entrada en los museos un prestigio añadido. La Bauhaus difuminó a principios del siglo pasado los límites entre la alta cultura y la cultura popular, entre el arte con mayúsculas y las artes aplicadas, pero gran parte de la sociedad actual sigue considerando en más alta estima a la pintura o la escultura que al diseño gráfico o la moda. De hecho, existen muchos más museos dedicados a las llamadas bellas artes que a la moda o al diseño.
Algunas marcas se conforman con unir su nombre al de museos de prestigio a través del patrocinio de sus actividades, bien estén centradas en el arte o en la moda. El Metropolitan Museum de Nueva York posee todo un departamento dedicado a la moda que contiene más de 33.000 objetos que incluyen desde un colgante del 2000 a.C. hasta un traje de Prada, pasando por un modelo de Elsa Schiaparelli, unos zapatos de Chanel, un sombrero de Balenciaga o un conjunto de ropa interior de Dolce & Gabbana. Sin embargo, hay marcas que han ido mucho más allá y han abierto sus propios centros de arte contemporáneo a través de sus fundaciones. Los dos casos más destacados los constituyen Louis Vuitton y Prada.
El bosque de Bolougne, el parque más grande de París, acoge desde hace tres años un espectacular edificio en forma de gran velero diseñado por el arquitecto Frank Gehry, autor también del Guggenheim de Bilbao. Se trata de la sede de la Fundación Louis Vuitton que responde a la vocación de mecenazgo de esta empresa y en especial de su presidente, Bernard Arnault, porque, como él mismo señala, “queríamos regalar a París un espacio extraordinario para el arte y la cultura”. Algo que sin duda ha conseguido tanto por la calidad de su continente como por la de su contenido.
El edificio se alza en un suelo cedido por el ayuntamiento de la capital francesa por un periodo de 55 años. El complejo diseño de Gehry llevó cinco años de construcción y está compuesto por 13.500 metros cuadrados de velas de cristal que actualmente presentan una instalación de colores realizada por el artista francés Daniel Buren. El centro cuenta con una superficie útil de 7.000 metros cuadrados, de los que 3.800 están dedicados a espacio museístico.
Y es que este centro cultural programa exposiciones temporales tanto de la colección de Bernard Arnault como de otros artistas o colecciones. Buena prueba de ello es la exposición sobre la colección Shchukin que ha terminado en febrero con récord de visitantes. Aglutina más de 130 obras que reunió a principios del siglo XX el empresario textil Serguei Shchukin en su casa de Moscú y que, con la revolución rusa, fueron confiscadas por el Estado y distribuidas entre el Museo del Hermitage de San Petersburgo y el Museo Pushkin de Moscú.
Una ocasión única para ver obras de artistas como Monet, Degas, Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Picasso o Matisse (de quien llegó a poseer más de 20 obras). Y así lo han entendido los más de 1.200.000 visitantes que han aguantado largas colas y que han comprado más de 50.000 catálogos en los cuatro meses y medio que ha durado la muestra. Todo un ejemplo de la fuerza con la que ha irrumpido la Fundación Louis Vuitton en la rica oferta museística parisina.
En Italia
Por su parte, la Fundación Prada ha ejercido su labor de mecenazgo durante los últimos 20 años principalmente en dos ciudades: Milán y Venecia. Comenzó sin tener espacios propios, pues promovió y patrocinó 28 exposiciones en otras instituciones de Milán y Venecia, hasta que decidió abrir sus propios espacios expositivos en estas ciudades. Primero fue la apertura de la sede veneciana situada en pleno Gran Canal en el lujoso palacio Ca’ Corner della Regina, construido entre 1723 y 1728, y que en 1800 llegó a ser propiedad del Papa Pío VII.
La fundación ha llevado a cabo un ingente trabajo de restauración de este palacio en el que programa exposiciones temporales coincidiendo con la Bienal de Venecia. Pero, para trabajo de restauración, el llevado a cabo en su sede de Milán inaugurada hace dos años. Se trata de una antigua destilería de 1910 en la que el arquitecto Rem Koolhaas (responsable también del diseño de algunas tiendas de Prada como la del Soho de Nueva York) ha conseguido sacar una superficie total de 18.900 metros cuadrados en las siete estructuras existentes, que incluyen salas de exposiciones, cine, almacén, oficinas y restaurante, y en la que ya se han programado más de 16 exposiciones de artistas contemporáneos como Theaster Gates, Louise Bourgeois o la que puede verse actualmente de Pamela Rosenkranz, quien expuso en el pabellón suizo de la última Bienal de Venecia.
Toda una labor de mecenazgo llevado a cabo por dos coleccionistas que han hecho su fortuna en el mundo de la moda y que buscan compartir su sensibilidad con el resto de la sociedad. Y es que, como dijo el galerista Michael Findlay, “te conviertes en un coleccionista cuando compras una pintura y te das cuenta de que no tienes más paredes para colgarla”. Quizás de ahí la necesidad de buscar nuevas paredes a través de unas fundaciones que tienen la firma de arquitectos como Frank Gehry o Rem Koolhas. Arte, moda y arquitectura. Sin duda alguna, una fórmula de éxito.