Es una de las 10 grandes economías del mundo y la primera de la Unión Europea. Es un país altamente industrializado y que soporta su desarrollo en la tecnología. Sin embargo la industria cárnica en Alemania no es el mejor ejemplo de lo que debe hacerse.
Para reducir sus costes, los grandes mataderos como el de Westfleisch en el municipio de Coesfeld (Renania del Norte-Westfalia), tercerizan la actividad. Las contratistas asumen las actividades con mano de obra de Europa del este, principalmente con polacos, rumanos y búlgaros, que trabajan y viven en condiciones que no pasan un examen ni sanitario ni de respeto a los derechos humanos.
La crisis del coronavirus ha puesto una vez más sobre el tapete esa realidad, después de que cientos de los trabajadores dieran positivo.
El articulista Miodrag Soric escribió en Deutsche Welle que los subcontratistas se refieren a “la política” como responsable de la salud y la seguridad en el trabajo, pero la política no existe en forma generalizada, sino con lineamientos a nivel local, estatal o federal.
“Pero cuando se trata de las condiciones de vida de los trabajadores de la industria cárnica, solo hay una voluntad que une a todos estos niveles: culpar a alguien más. O mejor aún: quejarse de una cultura de mirar hacia otro lado, como hace el ministro de Trabajo de Renania del Norte-Westfalia. Ningún político se ve obligado a remediar los abusos, aunque no sea directamente responsabilidad de ellos”.
El SARS-CoV-2 amenaza a todos en la industria cárnica en Alemania
En el artículo “Las escandalosas condiciones de trabajo en la industria cárnica alemana”, Soric señala que estas se conocen desde hace años. No es un secreto de Estado. La conocen los gerentes de Westfleisch, subcontratistas, autoridades locales y la policía, el gobierno municipal, estatal e incluso el gobierno federal.
También los habitantes de Coesfeld y los pueblos de los alrededores. Pero hasta ahora la situación de trabajo y de alojamiento no ha molestado a nadie, que lapidariamente declaran que nadie está obligado a venir a Alemania a ganar más dinero.
Con la crisis del SARS-CoV-2 sí importan las condiciones por los riesgos de contagio. El virus no descarta si se trata de un búlgaro o no. Amenaza a todos y se propaga con velocidad. Las dimensiones de lo que ocurre trascienden fronteras. La industria cárnica alemana produce tanto y a precios tan bajos que “incluso exportar a China vale la pena”.
Foreign workers in Germany are forced to endure inhumane living conditions so that we can eat cheap meat. Sad. https://t.co/9w2APitcB1#COVIDー19 #COVID19 #Covid_19 #coronavirus #Corona #Germany #Westfleisch #Corona #HumanRights
— Miodrag Soric (@miodragsoric) May 12, 2020
La cultura no debe ser mirar hacia el otro lado
Según Soric, en la gestión para lograr reducir los precios del mercado internacional se presiona a los productores y granjeros. Se obliga a mantener a los cerdos en estrechos lugares, mientras en el engorde se usa soja o maíz adquiridos a bajos precios en Sudamérica, donde se talan grandes áreas de bosque virgen para cultivar más alimento. También se usan antibióticos para que no enfermen. Como consecuencia el clima se daña y los precios del suelo se disparan.
“Al final todos pagamos un alto precio por la carne barata. Los antibióticos en la carne causan resistencia a los medicamentos en los humanos. La producción de carne contamina las aguas subterráneas locales porque demasiado estiércol termina en los campos. Todas estas relaciones son bien conocidas tanto en la industria como en la política”.
Frente a esta situación se deben crear granjas más pequeñas, descentralizadas y donde la variable calidad está sobre la cantidad. Es muy probable que eso implique menores ganancias, pero “se necesita ganas, coraje y liderazgo para progresar. No una cultura de mirar hacia otro lado».
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