La banana es una de las frutas preferidas por los consumidores. Es el snack perfecto ya que es muy fácil de comer y transportar. Sirve perfectamente para el desayuno, la merienda, e incluso como postre. La Cavendish es el tipo de banana que actualmente se comercializa y que todos conocemos. Sin embargo, no siempre fue así, hasta la época de los años cincuenta la Gros Michel era la reina del mercado.
Se dice que era más rica y más dulce aún, pero se extinguió en 1965. Su desaparición se debió a la rápida propagación de un hongo llamado Tropical Race 1, que se esparció por todos los cultivos de bananas existentes y le puso un punto final a la Gros Michel.
Las bananas no tienen semillas, su única reproducción posible es de manera asexuada, es decir la realizada por humanos. No hay forma de plantarla como cualquier otra fruta, pues lo más cercano a una semilla que posee son los puntos negros que tiene en su interior, que en realidad son óvulos no fecundados. Todas las bananas son iguales genéticamente, para plantar una nueva especie es necesario cortar un trozo de la raíz y plantarlo. Y toma mucho más tiempo del que se cree.
La Gros Michel era más sabrosa, pero hubo que buscarle reemplazo
La banana más sabrosa y cremosa que ha existido se llama Gros Michel. Fue muy popular hasta la década de los sesenta, tanto así que la industria creó enormes monocultivos de esta variedad. Estados Unidos fue uno de los primeros países en enamorarse de la Gros Michel, pero en aquellos tiempos era el producto más deseado por las clases medias de muchos países europeos y americanos.
Era el producto básico en cualquier canasta familiar. Quienes la conocieron dicen que «estaba mucho más rica» que la banana que conocemos hoy en día. Pero a finales de esa década, el comercio mundial se estremeció cuando el hongo Tropical Race 1 o Fusarium se expandió en los cultivos de bananas. Llegó a América por Panamá en los 1940, y por esta razón se conoció como «la enfermedad de Panamá» o «el mal de Panamá». Los plataneros estuvieron al borde del colapso mundial y la imposible variedad genética del plátano casi lo extingue.
Los pocos países que todavía producen la Gros Michel en la actualidad lo hacen con otro nombre. En Birmania, por ejemplo, se llama Thihmwe, en Cuba le dicen Johnson y en Malasia Pisang Ambon. Mientras que en Hawái se cultiva comercialmente como Bluefields. Las firmas bananeras más grandes del mundo no las venden.
La banana Cavendish no es tan rica, pero más resistente
Pero había otra variedad residual que prometía ser casi como tu antecesora: el Cavendish. Este tipo de banana desarrollada por el jardinero inglés Joseph Paxton en 1830, era inmune a las cepas más devastadoras del hongo, es decir, era más resistente, aunque menos exquisita y más difícil de transportar. La Cavendish también se reproduce asexualmente, lo que se traduce en una diversidad genética casi nula.
Desde los años 60, cuando el hongo arrasó con todo, los científicos comenzaron a trabajar con dos variedades: La Grand Cavendish, propia del cultivo de América, y la Petit Cavendish, una banana que se cultiva en Canarias y que se puede trabajar a mano. Lo que convenció a la industria de elegir la primera fue que tiene la ventaja de un crecimiento muy rápido. También que son resistentes a fenómenos como los huracanes y otros desastres naturales.
Con más de 100 millones de toneladas producidas anualmente en más de 130 países, la Cavendish se impuso en la década de los sesenta La industria entera de las bananas se reestructuró. Se estima que hoy en día el estadounidense promedio come más de 100 bananas al año.
La fruta favorita podría estar de nuevo en peligro
A finales de la década de los ochenta una nueva variante del hongo que extinguió a la Gros Michel llamado Tropical Race 4 (Fusarium TR4) comenzó a atacar los cultivos en Asia. Años después el hongo destruyó cultivos africanos y plantaciones filipinas y chinas. También en Pakistán e Indonesia. En 2015 comenzó a resurgir, y para 2018 afectó a la zona productora de bananas Cavendish más importante en Queensland, Australia.
Hoy en día esta variante representa un peligro para los cultivos de banana. Ya redujo la producción en Colombia, Ecuador y Perú. Como no tienen semillas, al igual que los Gros Michel, su monocultivo los hace vulnerables a los ataques. Es decir, cualquier hongo que acabe con una planta las matará a todas rápidamente.
Mientras tanto, los científicos están investigando sobre la Cavendish y alguna manera de que resista a esta plaga. También se mantienen trabajando para generar nuevas variedades de bananas, que bien podrían sustituir su dulce sabor, pero eso sí, son de todo menos naturales.
El mal de Panamá o enfermedad de Panamá, que afecta los plátanos la produce el hongo Fusarium oxysporum f. sp. Cubense. Se extiende antes de que aparezcan los síntomas y una vez contraído es demasiado tarde para detenerlo. No hay cura, la planta muere.
El hongo Fusarium oxysporum f. sp. Cubense vive en el suelo y puede subsistir largos periodos sobre los restos de plataneras y también permanecer en estado de latencia.
En la década de los años noventa surgió en Asia, una nueva cepa del hongo, conocida como TR4, que es letal para los plátanos Cavendish. Ha estado destruyendo las plantaciones de bananos desde entonces, pero en la última década se ha propagado de manera acelerada y se ha extendido desde Asia a Australia, Medio Oriente, África y, más recientemente, América Latina. Con una economía globalizada, los investigadores, agricultores y demás visitantes de las plantaciones de banano se mueven libremente por todo el mundo. Ya está presente en más de veinte países. Se teme una escasez mundial de la fruta más consumida.
García-Bastidas, el primer experto en sanidad vegetal en ver el TR4 fuera de Asia, en Jordania, describe como una pandemia la enfermedad que ataca el sistema vascular de las plantas y hace que se amarilleen, marchiten y mueran. La propagación de la TR4 puede impactar la seguridad alimentaria y un sector importante de la economía.
Ante lo que había visto en 2013, García-Bastidas «cruzó los dedos» para que la enfermedad no afecte a los países en desarrollo, en donde los plátanos son un alimento básico. Pero ya hay registros de la enfermedad en África, particularmente en Mozambique.
La TR4 es sigilosa y mortal. Una planta enferma, contagiada, estará sana hasta por un año. Entonces mostrará los síntomas: manchas amarillas y hojas marchitas. Ya es demasiado tarde: se habrá propagado por esporas en el suelo a través de las botas, herramientas, maquinarias y animales.
En 2019, una plantación en Colombia fue afectada por la variante. Las plantas tenían las hojas amarillas y marchitas. Demasiado tarde y desgarrador.
La búsqueda de signos la enfermedad en el resto del mundo es incansable y sin tregua. Como no hay cura, todo lo que se puede hacer es poner en cuarentena las plantaciones infectadas y aplicar medidas de bioseguridad. Desinfectar las botas y las herramientas, además de evitar el movimiento de las plantas entre las plantaciones.
Los avances son lentos
En Australia se ha desarrollado un plátano Cavendish modificado genéticamente resistente a TR4, pero con poca aceptación del consumidor. Y otra desventaja, es una solución por cinco o diez años, pero no es definitiva.
García-Bastidas plantea que la solución es introducir más diversidad en el cultivo del banano, para que sea resistente a brotes de enfermedades como TR4. “Hay cientos de variedades de bananas con potencial de cultivo en todo el mundo, ¿por qué no usarlos? Tenemos cientos de variedades de manzanas, ¿por qué no comenzar a ofrecer diferentes variedades de plátanos?»
En la India, Indonesia y Filipinas se consumen docenas de variedades de plátanos, con diferentes sabores, olores y tamaños. Sin embargo, resulta difícil y costoso cultivarlos y exportarlos en la escala del Cavendish.
Todos apuestan por lograr otro plátano que resista la exportación, pero la realidad botánica es que la industria bananera tendrá que reinventarse, no limitarse a introducir otro clon en el mercado.
Dan Bebber, profesor asociado de ecología de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, ha estudiado los desafíos para mantener el suministro de bananas. Bebber dice que para sobrevivir el TR4 se debe cambia la forma de cultivar el banano. Pasar del vasto monocultivo en el que todas las enfermedades se propagan rápidamente y se emplean fungicidas entre 40 y 80 veces, que dañan el suelo.
Bebber refiere que en Filipinas a las granjas orgánicas les fue mejor contra TR4. “La microbiota del suelo puede combatir las infecciones Por tanto, las bananeras deberían agregar materia orgánica y hasta implementar un sistema de rotación de cultivos para aumentar la protección y la fertilidad. Igualmente utilizar microbios e insectos como «pesticidas», en lugar de químicos, y dejar más espacio libre en el suelo para alentar la vida silvestre. Esto puede significar un aumento en el precio de las bananas, pero a la larga serían más sostenibles”, explicó.
Bebber insiste en que los plátanos son muy baratos. No solo porque no se tuvo en cuenta el costo ambiental de un monocultivo con productos químicos pesados, sino por el costo social de emplear a personas con salarios muy bajos.
La ONG Banana Link, que hace campaña sobre el tema, culpa a los supermercados por impulsar precios cada vez más bajos, comprometiendo el medio ambiente, la salud de los trabajadores y, finalmente, la vitalidad de la cosecha de banano.
«Durante años, no hemos tenido en cuenta el costo social y ambiental de las bananas. Es hora de comenzar a pagar un precio justo, no solo por los trabajadores y el medio ambiente, sino por la salud de los plátanos mismos», concluyó.