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Publicamos en esta oportunidad una colaboración de una de las voces críticas más respetadas en el panorama científico europeo: el profesor Dariusz Leszczynski, autor del blog BRHP [1], que tiene un conocimiento y una experiencia muy extensa [2]. Tiene 2 doctorados en bioquímica, es experto en radiaciones, participa en ponencias internacionales sobre la especialidad, ha estado 22 años en la Agencia para la Seguridad Nuclear y de las Radiaciones de Finlandia. Fue miembro del IARC en 2011. Estuvo asesorando e informando numerosas comisiones en muchos países del mundo, incluido el Senado de Estados Unidos. Bona Ona está muy agradecidade poder divulgar sus artículos en español. En este, Leszczynski explica cómo el entramado de intereses detrás del ICNIRP [3] permite que se difundan noticias falsas sobre la seguridad de las radiaciones no ionizantes (RNI) en detrimento de la salud de las personas y en favor del negocio del lobby de las telecomunicaciones [4].
En 2020, la ICNIRP publicó unas directrices de seguridad actualizadas para las exposiciones a los CEM que consideran únicamente los efectos térmicos de la exposición a la radiación como fuente de cualquier efecto sobre la salud. Dice la ICNIRP que la prevención de los efectos térmicos, mediante los límites de seguridad actuales, es suficiente para proteger la salud de los usuarios.
Sin embargo, hay una larga lista de efectos biológicos observados experimentalmente[5], inducidos en animales o células cultivadas en laboratorio, por exposiciones a niveles de radiación que están muy por debajo de los límites de exposición establecidos por la ICNIRP. Y que no deberían producirse. Por tanto, a menos que todos los científicos que han observado estos efectos estén alucinando, hay algo que falla en la opinión de la ICNIRP. Estos efectos biológicos observados, sí se producen en los seres humanos, y podrían tener impacto en la salud.
Las directrices de seguridad, además de referirse únicamente a las exposiciones a los RNI que inducen efectos térmicos en la materia viva, solo se refieren a las exposiciones a corto plazo. No proporcionan información sobre si las directrices de seguridad son protectoras para las exposiciones continuas y de larga duración (de meses a decenas de años). Si bien se dispone de investigaciones publicadas sobre los efectos que se producen inmediatamente, durante o poco después de la exposición, hay prácticamente muy poca investigación sobre las exposiciones a largo plazo.
¿Cómo sabe la ICNIRP lo que es seguro sin investigación?
Las directrices de seguridad de la ICNIRP se anuncian como protectoras para todos los usuarios, sin importar la edad ni el estado de salud. Esto significa que el cuerpo en crecimiento y desarrollo de un bebé o el cuerpo enfermo de una persona mayor que padece una enfermedad potencialmente letal están igualmente protegidos que los cuerpos de los adultos jóvenes y sanos.
Por razones éticas, la experimentación en seres humanos está limitada. Los efectos biológicos y los efectos sobre la salud demostrados por los estudios de epidemiología son los únicos que examinan los efectos a largo plazo de las exposiciones a RF-EMF en las personas. Por tanto no hay muchas pruebas científicas que aseguren que las directrices de seguridad de la ICNIRP se apliquen a todas las personas, independientemente de su edad o estado de salud y del tiempo, que hayan utilizado los dispositivos emisores de RF-EMF.
¿Cómo sabe la ICNIRP qué límites son seguros sin investigación?
Curiosamente, las evaluaciones de la ICNIRP son frecuentemente contradichas por investigadores que no participan en las actividades de la ICNIRP [6]. Y algo aún más interesante, los miembros de la ICNIRP, cuando forman parte de diversos comités científicos nacionales llegan a conclusiones que contradicen los dictámenes de la ICNIRP [7].
El actual despliegue de comunicaciones inalámbricas, la 5G, ha estimulado el debate sobre la validez de las directrices de seguridad proporcionadas por la ICNIRP.
La novedad de la comunicación inalámbrica 5G es el uso de ondas milimétricas, con frecuencias de más de 20 GHz hasta 300 GHz. Las ondas milimétricas tienen el problema de la distancia a la que pueden transmitirse y los límites de su capacidad de penetración. Esta característica provocará un despliegue muy denso de estaciones base en los barrios. Aproximadamente, una pequeña estación base en cada dos farolas. También dentro de los edificios. Significa que en pocos años, cuando el 5G esté totalmente desplegado, el entorno de las ciudades estará algo saturado de ondas milimétricas.
La ICNIRP asegura que las directrices de seguridad protegerán a los usuarios, pase lo que pase. Sin embargo, ¿cómo lo sabe?
La investigación sobre las ondas milimétricas y la salud es muy limitada. Varias revisiones publicadas recientemente han encontrado un número muy limitado de estudios sobre los efectos de las ondas milimétricas en la salud. La gran mayoría de la ciencia publicada sobre las ondas milimétricas 5G se ocupa de la dosimetría de la radiación. No de los efectos biológicos ni sobre la salud.
2019, Simkó y Mattsson publicaron una revisión de solo 97 estudios experimentales [8].
2020, Leszczynski publicó una revisión de solo 99 estudios experimentales [9].
2021, Karipidis et al publicaron una revisión de solo 107 estudios experimentales [10].
La mayoría de estas investigaciones son pequeños estudios in vitro o en animales que son prácticamente inútiles a la hora de elaborar dictámenes de protección de la salud pública.
Cómo sabe la ICNIRP que las directrices de seguridad de la ICNIRP son protectoras cuando la propia ICNIRP, a través de la opinión expresada por su presidente, Rodney Croft admite: “No hay investigación pero… nosotros, la ICNIRP, no necesitamos investigación”?
La ICNIRP proporciona directrices que son vitales para la industria de las telecomunicaciones. Cualquiera que afirme que no hay influencia e interacción entre estas entidades es ingenuo.
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