En 2018, el futurólogo Ian Pearson dio muchas pistas sobre el sexo con robots en el futuro, específicamente, para quienes pudieran pagar por las nuevas tecnologías de la Inteligencia Artificial. Hay desconcierto y un poco de miedo. No son solo juguetes sexuales. Es una realidad virtual que establece formas de relacionarse no solo en la intimidad, sino también emocionalmente con robots.
Pearson anunció que en 2025 parte de esos avances estarían funcionando en el mundo desarrollado. Las nuevas tecnologías permitirían comercializar no solo juguetes sexuales hechos a medida, sino un amplio menú de prácticas sexuales en las que el cuerpo dejará de ser una limitación y tener un robots que sea pareja virtual sería visto como algo aceptable dentro de la narrativa de la diversidad.
Pearson, que también es físico y matemático, predice que para 2035, la mayoría de las personas poseerán juguetes sexuales que interactuarán en la realidad virtual.
Materializar las fantasías
En 2050 el sexo humano-robot podría superar el contacto íntimo entre seres humanos. Siempre y cuando ese humano pueda pagar por un robot que le funcione como pareja sexual. «El uso de humanoides es sólo la punta del iceberg de lo que la tecnología tiene reservada para nuestra vida privada», dijo Pearson.
En un futuro muy próximo tendremos acceso a un extenso menú de prácticas sexuales en las que el cuerpo dejará de ser una limitación. “La gente podrá conseguir un replicante exactamente igual a ellos y tener relaciones sexuales con ellos mismos, si es su deseo. Aunque pueda verse como una posibilidad perturbadora», apuntó.
Los pronósticos de Pearson pueden resultar inquietantes. La realidad virtual nos permitirá tener relaciones a distancia y sentir besos, caricias y contacto físico, gracias a sensores conectados a pantallas táctiles que enviarán mensajes al cerebro. Será fácil materializar cualquier fantasía. Los limites los pondrá la imaginación.
Se puede tener intimidad con una persona que ha muerto a través de aplicaciones tecnológicas que lo “traigan de nuevo a la vida”. También es posible suspender temporalmente la conciencia para poder percibir las sensaciones de otros cuerpos, por ejemplo, si alguien quiere experimentar un cambio de sexo o tener una edad diferente, lo podrá hacer y sentir. Habrá cambios de cuerpo y “tener relaciones íntimas donde cada uno siente lo que el otro siente”. Toda las formas de sexo son posibles, siempre que pueda pagarlas y no tenga dilemas éticos o morales.
La IA llegó para hacernos felices
El científico Brian Roemmele anuncia que con la inteligencia artificial ya se habla de personas que se identifican como digisexuales. Su identidad sexual primaria está ligada al uso de la tecnología y no necesitan de otros humanos para tener relaciones íntimas.
Ante estas posibilidades nos preguntamos: ¿Es posible sustituir el contacto entre dos seres humanos a nivel más íntimo, por una relación humano y robot? Incluso si estamos convencidos de que ese robot será muy avanzado tecnológicamente y fue diseñado para complacer los deseos que el humano pagó. Tracey Follows, una de las 50 mujeres futuristas más importantes del mundo y, experta en identidad digitales, en la Universidad de Staffordshire, Inglaterra, asegura que la IA no llegó para quitarnos los empleos, sino para hacernos más felices y entiende felices como abrirse a un mundo de placeres de todo tipo.
Por ejemplo, en el campo de la sexualidad los avances tecnológicos permitirían hacer realidad muchas fantasías sexuales. Satisfacción con pocas restricciones, porque es un entorno virtual con pocas normas o ninguna. «La IA generativa convierte todo lo que imaginas en una imagen», asentó Follows.
Una imagen mental se puede convertir en una imagen concreta mediante el proceso de texto a imagen o de texto a vídeo. Y como gran parte de la sexualidad tiene que ver con nuestros deseos (secretos y públicos), las personas podrán comunicar mejor esos deseos de maneras nuevas y, aparentemente, más obvias. “Si hay algo que debemos aprender en la era de la IA es que una imagen ya no es prueba de que algo es real. La industria del porno es el mejor ejemplo. Una persona puede crear o recrear personas, desde Scarlett Johansson hasta su vecina, para tener sexo con ellas en realidad virtual”, detalló.
Las leyes no son tan rápidas
Las leyes y las medidas de seguridad son más lentas que la tecnología. Un problema serio. Pueden circular vídeos sexuales falsos, pero muy reales de una persona que resultará perjudicada ante esta exposición no consentida ni autorizada. Follows espera que las leyes se pongan a la par de la tecnología y regulen los porno deepfakes.
Lo ideal sería que los códigos morales y legales que existen en el mundo real abarquen el mundo digital. Sin embargo, Follows cree que no se logrará. Las dinámicas personales en el mundo digital son muy diferentes a las del mundo real, y no se pueden establecer las mismas leyes que rigen en el mundo real. “Sería un fracaso. Habría que hacer establecer nuevas normas que funcionen en el entorno virtual, leyes que se ajusten al nuevo universo”, agrega.
Una de las partes oscuras
Mientras, el porno deepfake seguirá creciendo y será muy difícil de regular. Así puedes tener sexo con quien quieras. Basta unas fotos o un video y una plataforma de inteligencia artificial para tener sexo con John F. Kennedy o Marylin Monroe. Los efectos psicológicos en el usuario y en el que está siendo utilizado pueden ser verdaderamente oscuros, señaló.
Cree, como su colega Ian Pearson, ¿que las relaciones sexuales entre personas y robots superarán a las hay entre humanos en 2050?
Las personas ya están empezando a fabricar sus personajes, hasta el punto de que bien podrían presentarse como avatares para relacionarse en la intimidad. En Japón, por ejemplo, un gran número de hombres jóvenes prefieren tener relaciones con sus asistentes digitales, avatares o novias holográficas, en lugar de lidiar con las complejas relaciones de la vida real. Esa tendencia va en aumento.
Dentro de la narrativa de la diversidad, será aceptable que un ser humano se relacione íntimamente con robot. Se respetará su elección, su novio o novia virtual se considerará una opción más, dentro de un amplio menú de posibilidades de relacionarse, bajo el lema de “inclusión”.
¿Las relaciones entre los avatares creados por la IA y los humanos pueden ser igualmente complejas, sobre todo cuando los primeros empiezan a volverse cada vez más sofisticados, imitando o desarrollando emociones similares a las humanas?
En el libro El futuro de ti sugiero que estos compañeros y aplicaciones de IA llegarán a definirte a ti y a tu vida hasta tal punto que se adaptarán a ese conocimiento con tanta fidelidad que se convertirán en tu espejo. Es decir, la pareja de IA estará tan perfectamente programada para complacer a su dueño que, al final, los dos se convertirán en uno. En ese momento deja de ser interesante y, además, deja de ser una relación y se parece más a una masturbación. Es uno de los riesgos.
Follows, en una entrevista publicada en El País, dijo que hay que distinguir entre la tecnología que se utiliza para satisfacer nuestros deseos sexuales y la que tiene como objetivo mejorar la conexión humana. Ahora es posible enviar o sentir un abrazo a distancia; y no sería nada extraño que las alianzas de boda del futuro incorporen este tipo de tecnología. “Pero es otra la rama de la tecnología que busca satisfacer fantasías, despertar el deseo, la evasión y, en cierto sentido, la desconexión”, precisió.
Los futurólogos insisten en que estos avances tecnológicos podrían facilitar la vida sexual, pero lo cierto es que las personas en general empiezan a sentir un poco de miedo.
¿Los avances tecnológicos podrían ser contraproducentes, los humanos olvidarían cómo seducir al otro, socializar, empatizar?
No creo que usar esta tecnología para el sexo reemplace las relaciones entre los humanos. Es muy posible que funcione como un complemento de lo que hacemos en el mundo real. En cierto modo, podría aumente la necesidad de poner más esfuerzo en la realidad. Los servicios de entrega de comida no han cancelado nuestra necesidad de salir a restaurantes. Simplemente aumentaron nuestra pasión por la comida en general.
Solos y egoístas
Los humanos podrían convertirse en seres más egoístas e insensibles al relacionarse solo con robots o al usar estas tecnologías para establecer relaciones. Pensar que una persona solitaria con tal solo presionar un botón podría experimentar un orgasmo en 10 segundos, podría verse como que la vida ha perdido parte importante de su esencia. No hay interés por conocer al otro, por ilusionarse, hacer sentir bien al otro. El humano también se robotiza.
Follows afirma que robots y diversos mecanismos tendrán acceso directo a las zonas erógenas del cerebro, algo imposible incluso para el amante más experimentado. Significaría que la IA podrá ayudar con muchas disfunciones sexuales como la anorgasmia, los problemas de erección o la falta de deseo.
La IA también podría cambiar nuestros gustos y patrones. Como puede analizar el comportamiento humano y encontrar patrones ,puede diagnosticar e incluso reprogramar a las personas hacia ciertos comportamientos y deseos, o alejarlas de otros. Algunos productos y servicios sextech ya se centran en abordar problemas como la disfunción eréctil, la baja libido o la recuperación de un trauma sexual a través de programas guiados y de apoyo.
También existen aplicaciones y dispositivos que promueven la relajación y pueden mejorar la vida sexual de una persona al crear un entorno más propicio para la intimidad.
Asimismo, la realidad virtual y la realidad aumentada proporcionan formas nuevas y emocionantes para que las personas y las parejas exploren sus fantasías y participen en escenarios de juegos de roles, agregando variedad y emoción a sus vidas sexuales. «Imagino que la IA aplicada a la sexualidad nos llevará a reformular muchos conceptos, como la infidelidad, las parejas abiertas, la intimidad y los celos», dijo.
¿Quién está detrás de la IA, quién controla y manipula?
Ante tanta novedad, surge una gran pregunta: ¿quién controla esta rama erótica de la IA? Seguramente no será el consumidor o el usuario. Será una gran empresa tecnológica comercialice forma de placer a la que el usuario se afilie y pague una cuota mensual o por uso. El consumidor podría ser, de alguna manera, rehén de esa empresa, de lo que le ofrezca y le permita hacer.
Le establecerá códigos morales con el mismo o mayor rigor del que X o Facebook aplican a los usuarios por sus opiniones. Las empresas tecnológicas penalizarán a sus clientes en función de sus prácticas sexuales virtuales. En determinado escenario se podrían programar socialmente la preferencia de las prácticas homosexuales en lugar de la heterosexualidad, o hacer tríos en lugar de parejas, dependiendo del interés de la empresa proveedora de la tecnología de IA.0
El consumidor podría experimentar deseos que nunca antes pensó tener, pero que fueron programados mediante manipulación mental. Otro de los grandes peligros sería ese enorme conjunto de datos muy íntimos que tendrán las empresas sobre la vida sexual de los consumidores. ¿Qué podrían hacer con ellos? ¿Qué pasaría si cayera en manos de hackers?
Una persona con trastornos mentales o de personalidad preexistentes, al tener a mano “el amplio menú de opciones de placer” podría empeorar su cuadro clínico. Se podrían confundir los sentimientos, los afectos y las necesidades sexuales. Algún usuario podría perder la noción de real y de lo virtual.
Muchas interrogantes que ningún futurólogo puede responder. Una tecnología que ofrecerían muchas opciones que no seríamos capaces de elegir con responsabilidad. ¿Cómo determinar las consecuencias de todos estos avances que van demasiado rápido para nuestras mentes, nuestras leyes, nuestra moral y nuestra condición de simples mortales?
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