Podrá haber sido creado con la mejor intención medioambiental, pero durante su existencia el mercado de emisiones de carbono ha hecho más por estafadores y empresas contaminantes que por la reducción de la huella de este gas de efecto invernadero. Vacíos legales y poca disposición para revertir realmente el calentamiento global, son caldo de cultivo para todo tipo de triquiñuelas.
A pesar de que el sistema de comercio de emisiones se diseñó para ayudar a salvar el planeta, se han explotado sus debilidades y han creado una red de engaño a gran escala. Desde casi el mismo momento de su puesta en marcha, tres hombres idearon un fraude dentro del incipiente mercado. Compraron cuotas de carbono para venderlas a las empresas que habían excedido las emisiones y que estas pudiesen conseguir «su derecho a contaminar», todo sobre la base del protocolo de Kioto para frenar el cambio climático. El trío descubrió que podía quedarse con el IVA, cercano a 20% por cada transacción. La práctica le permitió robarse millones de euros en menos de un año.
Crecimiento vertiginoso
El mercado de carbono se intensificó en Europa a partir de 2005. Las empresas compraban y vendían cuotas de carbono con facilidad y sin control. El carácter de bloque económico de la Unión Europea permitía libertad de comercio y circulación a los miembros, sin aduanas internas, sin restricciones. El volumen medio de negociación a finales de 2008 era inferior a 2 millones de derechos de emisión al día. Para junio de 2009, estaba llegando a 20 millones. Muchos de estos intercambios ocurrieron en BlueNext, que sucedió a Powernext en 2007 y se convirtió en el mayor intercambio de carbono de los continentes.
En términos generales, el valor del mercado mundial de carbono se duplicó entre 2007 y 2009, alcanzando 144.000 millones de dólares. En medio de una crisis financiera mundial, parecía que los derechos de emisiones anuales ofrecían un refugio en un campo minado global de malas inversiones.
Lo que los políticos aún no se habían dado cuenta era de que el mercado estaba plagado de fraude. A medida que se corrió la voz a través de las redes criminales sobre el dinero fácil que se puede hacer con los subsidios, los estafadores de toda Europa, y en algunos casos fuera de ella, acudieron en masa a las plataformas de comercio de carbono.
Bonos de carbono
Los bonos de carbono son el mecanismo que permite transferir los ingresos del carbono de las empresas a los reguladores (normalmente, los gobiernos). En la mayoría de los casos, la asignación anual de bonos viene dictada por los objetivos de emisión del país o Estado.
El modelo de límites máximos y comercio (cap-and-trade) es el enfoque más común para fijar el precio de las emisiones de CO2. Muchos países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, México, China, Nueva Zelanda, el Reino Unido y los miembros de la UE, ya han adoptado este modelo y otros muchos están estudiando su adopción. En este modelo, un regulador establece un tope o límite máximo (el nivel más alto autorizado de emisiones) y las empresas comercian con los permisos de emisión en función de la demanda del mercado de bonos de carbono.
Cada vez es más difícil para las empresas mantener sus operaciones por debajo del límite máximo, ya que este se reduce constantemente con el tiempo. Al mismo tiempo, una empresa puede ganar dinero vendiendo los bonos de carbono que no va a usar a otras empresas. Así pues, las empresas tienen un motivo para reducir su huella medioambiental. Al fin y al cabo, las empresas que colaboren con la reducción de las emisiones de CO2 en el marco de un sistema de límites máximos y comercio lo tendrán más fácil para cumplir los objetivos de emisión.
Sin despeinarse
En 2008, Mardoché Marco Mouly, Arnauld Mimran Arnauld y Samy Souied idearon una estafa. Compraban cuotas de carbono en cualquier país miembro de la Unión Europea y las vendían en Francia cobrando el impuesto al valor agregado, pero en vez de declararlo al Fisco francés, se quedaban con el monto del impuesto. Los estafadores constituían sociedades falsas para poder comprar y vender las cuotas de carbono. Primero creaban sociedades a nombre de terceras personas, luego se inscribían online en el sistema de compra/venta de bonos de carbono. Finalmente, adquirían las cuotas de carbono sin IVA en países como Alemania, para luego revenderlas en Francia quedándose con el impuesto. Pocos días antes de la declaración impositiva, disolvían las sociedades falsas.
El mercado de carbono fue creado con el objetivo de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero de las industrias. En teoría eran estas las que debían comprar y vender bonos de emisiones. Sin embargo, en esa época, 80% del mercado de carbono europeo estaba dominado por instituciones financieras. Las transacciones entre industrias solo ocupaban el 20%. En menos de un año, Marco, Arnauld y Samy robaron unos 283 millones de euros. Hasta que fueron descubiertos, aparentemente a través de una denuncia del suegro de Arnauld, en 2009.
Esta modalidad de fraude, con sus mínimas variaciones, fue replicada en muchos países de Europa. En España hubo un caso muy similar al francés. Todas las estafas juntas sumaron unos 1.600 millones de euros. Europol finalmente informó que en todo el continente la cantidad total estafada fue de 5.000 millones de euros. Europol informó que en algunos países “hasta el 90% de todo el volumen del mercado fue causado por actividades fraudulentas». Especialistas indicaron que el fraude puso al mercado en peligro de extinción y tardó años en recuperarse.
Rostros de la estafa
- Marco: nació en Túnez y se mudo a Francia a mediados de la década de 1960. Cuando tenía 12 años abandonó la escuela, pero su audacia y carisma le sirvieron para abrirse paso en el mundo de las estafas. A los 20 años incursionó en el mundo publicitario. Bajo la falsa imagen de promocionar bienes y servicios, tomaba ek dinero de los clientes y desaparecía. Por ello recibió una pena de 13 meses de suspensión. Luego, en 2004, lo condenaron a seis meses de prisión por la estafa con electrónicos y el IVA.
- Arnauld: nació en Francia y se crió en uno de los barrios más ricos de París. Cuando era aún adolescente comenzó a invertir en la bolsa, luego hizo un posgrado en finanzas y comenzó a trabajar profesionalmente en inversiones. A finales de los años noventa, creó en poco tiempo un negocio de corretaje de mucho éxito. Esto hizo que las autoridades sospecharan que hubo juego sucio, aunque las investigaciones no arrojaron indicios en su contra. Sin embargo, por la constante presión, Arnauld vendió todas las acciones de la empresa por un valor de 30 millones de euros.
- Samy Souied: nació en Francia y creció en uno de los distritos más pobres de París, donde conoció a Marco. Había estado implicado en casos de fraude publicitario y fue acusado de lavado de dinero.
Sencillo y sin vigilancia
El mercado del carbono presentó una oportunidad sin precedentes para los estafadores del IVA. Una asignación de la UE era solo un número de serie en una computadora. Podría transferirse con solo presionar un botón, y ser comprado y vendido por cualquier empresa pesada en carbono, así como comerciantes y banqueros que especulan con las fluctuaciones de precios.
El sistema era bastante simple. La UE establecía un límite anual para sus emisiones generales. Luego daba a varios emisores un cierto número de derechos de emisión. Cada uno otorgaba derecho a su titular de producir una tonelada de carbono. Si una empresa tuviera algunos adicionales a finales de año, lo que significa que no había emitido todo el carbono que estaba permitido, podía venderlo a empresas que tuvieran muy pocos. Las compañías también podían comprar compensaciones de carbono, lo que básicamente significaba invertir en medidas de sostenibilidad en otros países. El plan era que Europa redujera los derechos año tras año, por lo que sería progresivamente más costoso obtenerlos.
Lo que hizo que al mercado interesante para los estafadores fue el potencial de fraude del IVA. Para entender el esquema que elaboraron, es importante saber dos cosas: las políticas económicas en Europa están destinadas a facilitar el comercio a través de las fronteras y el IVA no se aplica a las ventas entre los Estados miembros. Además, dado que los gobiernos solo quieren gravar el valor agregado en cada etapa del proceso económico, acreditan o reembolsan a los compradores de ciertos productos el IVA pagado a los proveedores.