Por Iñigo Aduriz
ACTUALIZADO 03/09/2016
Hasta este viernes a las 20.30 de la tarde era «la hora de Rajoy». El PSOE y, especialmente, su secretario general, Pedro Sánchez, han recalcado hasta la saciedad que el resultado de las elecciones del 26 de junio en las que el PP obtuvo 700.000 votos y 14 escaños más que tan sólo seis meses anteriores, situaba la pelota en el tejado del líder de los populares. Que en su mano debía estar la formación de Gobierno y que era él quien debía entablar negociaciones para, a pesar de sus cuatro años de rodillo parlamentario, tratar de lograr acuerdos, a través de cesiones y concesiones, para poder renovar su cargo en La Moncloa.
Pero este viernes Rajoy ha fracasado. Se trata, además, de uno de los primeros grandes reveses del máximo dirigente del PP desde que en 2011 ganara las elecciones generales por mayoría absoluta. El líder popular no ha conseguido más ‘síes’ que ‘noes’ en la segunda votación de la sesión de investidura. Y tan sólo ha logrado sumar a los votos de su partido, los de Ciudadanos y el de la única diputada de Coalición Canaria, porque no ha querido hablar con más formaciones.
Pedro Sánchez ha conseguido resistir a la presión. Se ha mantenido en el ‘no’, la posición lógica del que aspira a ser el principal partido de la oposición y opta a convertirse en la alternativa de gobierno del PP bien en unas nuevas elecciones o bien en una nueva sesión de investidura. A pesar de la insistencia mediática, los socialistas debían rechazar por activa y por pasiva –ni votando a favor ni absteniéndose– la candidatura de Rajoy, porque sólo cuando el PSOE consigue identificarse con la izquierda y el electorado lo percibe de esa manera, gana elecciones y gobierna.
«En la solución»
Y Sánchez ha dicho bien este viernes cuál es el papel de su partido: «El PSOE estará en la solución». Los socialistas deben buscar la salida al bloqueo en el que se ha sumido el Estado desde las elecciones del 20 de diciembre. Deben aclarar si están dispuestos a facilitar un Ejecutivo del PP, tras una negociación en la que, evidentemente, consigan consensuar iniciativas que se ajusten a su programa electoral, o si esa abstención está condicionada al abandono de Rajoy de sus ambiciones. Deberán tener en cuenta el coste electoral y de imagen que podría tener ese viraje hacia la derecha en los próximos años en un partido que tiene rotas las costuras tal y como evidencian las continuas trifulcas internas entre los barones o líderes territoriales.
O tendrán que dar un paso adelante y encabezar una propuesta alternativa que suponga un giro y un atisbo de salida de la crisis territorial y social que padece el Estado a raíz de los recortes perpetrados por el PP y ante el reto soberanista surgido en Cataluña o Euskadi y agudizado por la política de bloques que se ha defendido desde La Moncloa. Lo ha dicho el propio Sánchez este viernes durante su turno de intervención en la sesión de investidura: «Las fuerzas del cambio tenemos la responsabilidad de ofrecer una solución al país».
Las dificultades
El PSOE podría acordar la formación de un Gobierno con la izquierda, llegando a acuerdos con Unidos Podemos y buscando el diálogo con fuerzas nacionalistas como el PNV. Siempre que se quieran evitar las elecciones, ese supuesto pacto debería contar con al menos la abstención de Ciudadanos, algo que parece hoy impensable dada la repulsión que sienten los de Rivera por los de Iglesias y los nacionalistas. También parece complicado que ciertos dirigentes socialistas le permitan a Sánchez dar ese paso, aunque deberá ser el Comité Federal quien establezca la estrategia, y tendrán que acatarla todos los mandos del partido si no quieren escenificar un nuevo cisma interno.
Pero si Ferraz quiere evitar unos nuevos comicios y, en el caso de que sean inevitables, pretende mantener su hegemonía en la oposición a la derecha en esas nuevas elecciones, debe tomar la iniciativa este mismo sábado. Por intentarlo, que no quede. Porque si hasta este viernes era la hora de Rajoy, desde este sábado es la hora de Sánchez.