Se podría decir que la historia recibió a mediados del siglo XIX un pase de cortesía para entrar en el selecto club de las ciencias. Sin embargo, el adjetivo de sociales que venía con este le ha impedido ser aceptada totalmente. Además, existen ciertas cualidades que toda ciencia que se digne de serlo debe tener. Una de ellas es que pueda replicarse en un laboratorio, y ese no es su fuerte. No hay «experimentos históricos» que cumplan esta premisa. Y no vale como argumento a favor que los historiadores utilicen métodos de investigación científicos y examinen múltiples perspectivas para proporcionar una comprensión más completa y objetiva del pasado.
Algo que no se le discute es que ese conocimiento que surge de la comprensión de lo ocurrido puede aplicarse en el presente y el futuro. El problema es que cualquier evento histórico es interpretado de forma distinta dependiendo de cada observador. Para tratar de salvar este obstáculo, los historiadores se apoyan en disciplinas como la arqueología y la antropología. O se relacionan con la fisiología, la sociología, la economía y la geografía, que ayudan a evaluar, utilizar y hacer más precisas las fuentes históricas.
El debate sobre si puede considerarse una ciencia exacta como la matemática ha dado mucha tela que cortar. David A. Bell en un artículo para UnHer titulado «The arrogance of scientific history. Our glorious past was about more than just climate change» lo describe con una visión histórica y plantea algunas reflexiones al respecto.
La ciencia de la historia
Para comenzar el análisis el autor nos remonta a los años de la Ilustración, cuando filósofos, impresionados por los avances en las ciencias naturales, se preguntaron si podrían descubrir leyes de cambio social equivalentes a las leyes físicas que rigen el movimiento o la presión del gas. Observando a los pueblos indígenas de América, encontraron similitudes con los antiguos griegos y romanos. Entonces concluyeron que todas las sociedades humanas seguían una evolución histórica básica desde el pasado salvaje hasta la modernidad civilizada (representada, por supuesto, por ellos mismos).
En el siglo XIX, Karl Marx y Friedrich Engels afirmaron haber descubierto un patrón universal diferente de cambio histórico: “La historia de las sociedades existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases”. Engels, en particular, no dudó en llamar a la historia una ciencia. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, la construcción de modelos cuantitativos por parte de científicos sociales, tanto marxistas como no marxistas, perdió atractivo para la mayoría de los historiadores. La disciplina se volcó hacia los estudios literarios y la antropología cultural, experimentando con “microhistorias” de individuos o incidentes específicos. Los sociólogos históricos continuaron trabajando en la construcción de modelos, pero cada vez más aislados de sus colegas de los departamentos de historia.
Recientemente, el campo de la “historia global” ha revivido el interés en la modelización cuantitativa a gran escala del cambio. El historiador Dagomar Degroot, de la Universidad de Georgetown, ha proporcionado un ejemplo interesante de cómo los datos recopilados por científicos pueden enriquecer nuestra comprensión incluso de partes bien documentadas de la historia. En su investigación utiliza datos proxy para explorar eventos históricos, demostrando que la ciencia puede complementar la narrativa histórica tradicional. Pero gran parte del nuevo trabajo “global” está profundamente ligado a cuestiones raciales y tiene carácter claramente moralizante.
Cliodinámica es lo más cercano
La cliodinámica es una esfera científica con un enfoque interdisciplinario que se relaciona con la modelación matemática de los procesos histórico-sociales a largo plazo. Está encabezado por el biólogo erudito Peter Turchin que ha atraído considerable atención. Esto en parte porque en 2010 predijo que Estados Unidos se encaminaba hacia una inestabilidad masiva que ocurriría exactamente diez años después. Turchin sostiene que la historia puede convertirse en una “ciencia matematizada”. Surge a partir de la cliometría, que es la aplicación de métodos cuantitativos y matemáticos al estudio de la historia. Busca comprender los cambios históricos a través de la intersección de diversas disciplinas.
Como cualquier enfoque interdisciplinario, la cliodinámica también enfrenta ciertos desafíos y críticas. Los críticos argumentan que las complejas formaciones sociales del pasado no pueden ni deben reducirse a “puntos de datos” cuantificables y analizables. Al intentar modelar la historia mediante enfoques matemáticos, existe el riesgo de pasar por alto las circunstancias y dinámicas particulares de cada sociedad histórica.
Aunque se sustenta en la construcción y el análisis de bases de datos masivas de información histórica y arqueológica, la calidad y disponibilidad de estos datos pueden ser limitadas. Además, algunos eventos históricos pueden carecer de registros precisos o estar sujetos a interpretaciones diversas.
Predecir lo complejo es complejo
Si bien pocos historiadores en ejercicio han adoptado todavía la versión cliodinámica de la historia científica, cada vez son más los que se acercan al pasado con técnicas tomadas de las ciencias naturales, a menudo en colaboración con científicos reales. Un número cada vez mayor de historiadores ha estado utilizando datos recopilados por científicos reales sobre cambios físicos pasados en el mundo (especialmente el cambio climático) para ofrecer nuevas explicaciones de eventos políticos y sociales como la caída del Imperio Romano. Por el momento, la mayoría siguen ignorando o siendo escépticos ante estos nuevos enfoques.
La cliodinámica busca predecir patrones históricos, pero la historia humana es inherentemente compleja y está influenciada por múltiples factores impredecibles. Las decisiones individuales, los eventos inesperados y los contextos únicos hacen que la predicción exacta sea difícil. Combina enfoques de diversas disciplinas, como la historia, la sociología y las matemáticas. La integración de estos enfoques puede ser desafiante debido a diferencias metodológicas y epistemológicas. Aunque busca aplicar métodos científicos a la historia, no puede abordar completamente la complejidad de los procesos históricos. Sin embargo, sigue siendo un campo interesante para explorar y comprender mejor nuestro pasado.
La subjetividad prevalece
El trabajo del historiador debe responder a determinados criterios de objetividad. Pero sería ilógico pensar que se pueda escribir la historia desde un estado de objetividad absoluta. Como el resto de las especialidades académicas tiene una tradición empírica. Un historiador sabe que toda afirmación debe construirse sobre algún tipo de evidencia (fuentes documentales, restos arqueológicos, etc.). También asume como propios todos los preceptos de rigurosidad de las disciplinas científicas.
La tarea del historiador no consiste solo en explicar los eventos del pasado, sino en inspirar al lector confianza en su capacidad metodológica. En decir, debe justificar todo lo que se hace y explicar por qué se ha hecho de una forma determinada. Toda investigación histórica, además, parte del examen de la labor realizada por los investigadores que trataron la misma temática. Requiere la búsqueda metódica y la selección razonada de los datos y del material sobre el que se desarrollará la investigación. Los resultados serán difundidos a través de congresos, revistas y libros científicos. Todo ello según el método de estudio propio de la disciplina historiográfica en general.
El historiador no se conforma con elaborar meras descripciones de fenómenos ocurridos, sino que trata de comprender sus dinámicas de funcionamiento. También reconstruye los mecanismos que los llevaron a originarse y posteriormente a extinguirse. Igual que cualquier otro científico, el historiador debe pregunta sin cesar ¿por qué? Para contrastar distintos tipos de fuentes (documentos, fuentes orales, restos arqueológicos, etc.), preguntarse las razones por las que una evidencia concreta fue elaborada, indagar sobre los motivos por los que determinados datos podrían haber sido ocultados. Se trata de hacer análisis cualitativos que no pueden considerarse menos valiosos con respecto al trabajo de laboratorio de quienes se dedican a las llamadas ciencias puras.
Principales disciplinas aliadas
- Paleografía: es el estudio de la escritura antigua y la interpretación de manuscritos históricos. Los paleógrafos analizan las características de la escritura, como el estilo de las letras, para datar y autenticar documentos antiguos. Esta ciencia auxiliar es especialmente útil para el estudio de documentos medievales y anteriores, donde la escritura ha evolucionado con el tiempo.
- Arqueología: es una ciencia auxiliar que se encarga de estudiar los restos materiales dejados por las civilizaciones antiguas. A través de la excavación, análisis y datación de artefactos, estructuras y restos humanos, los arqueólogos pueden reconstruir la vida y las culturas de los pueblos del pasado.
- Epigrafía: se ocupa del estudio de las inscripciones grabadas en piedra, metal u otros materiales duraderos. Los epigrafistas examinan e interpretan estas inscripciones para entender la historia, la religión, la política y otros aspectos de las civilizaciones antiguas. Las inscripciones pueden encontrarse en monumentos, lápidas, estelas, monedas y otros objetos.
- Numismática: es el estudio de las monedas y medallas antiguas. Los numismáticos analizan y clasifican las monedas con el fin de obtener información sobre la economía, el comercio, la política y la cultura de las sociedades pasadas. Además, las monedas pueden proporcionar evidencia valiosa sobre las rutas comerciales y las relaciones entre diferentes civilizaciones.
- Genealogía: se centra en el estudio de la ascendencia y la historia familiar. Los genealogistas investigan y rastrean los linajes familiares a través de registros civiles, eclesiásticos y otros documentos para reconstruir árboles genealógicos. Esta ciencia auxiliar es especialmente útil para el estudio de la historia de las familias nobles y reales, así como para la identificación de conexiones entre personas y eventos históricos.