Por Javier Molins
Cuando el pasado 11 de mayo el martillo remató la obra de Pablo Picasso Les Femmes d’Alger (versión O) por 179 millones de dólares tras once minutos de dura puja -un tiempo larguísimo en la sede neoyorquina de Chirstie’s- acababa una larga historia que comenzó el 14 de febrero de 1955. Ese día Picasso finalizó una de las 14 versiones que hizo del célebre cuadro del mismo título que pintó Delacroix en 1884 y que representaba un harén de Argel que recogía toda la sensualidad del orientalismo que tanto fascinó al pintor francés.
Tal y como escribió Françoise Gilot -musa y amante del artista malagueño- en sus memorias, Delacroix era uno de los artistas favoritos de Picasso y cuando el director del Louvre le propuso en 1947 que eligiera un lugar del museo en el que exponer sus obras, no dudó ni un minuto: quería hacerlo junto a las de Delacroix. Por tanto, no es de extrañar que entre el 13 de diciembre de 1955 y el 14 de febrero de 1956 se encerrara en su estudio a pintar 14 versiones e infinidad de dibujos basados en el cuadro de Delacroix Femmes d’Alger dans leur appartament, del que a su vez existen dos versiones, la del Louvre de 1834 y la de Montpellier, ejecutada entre 1847 y 1849. Su gran amigo Henri Matisse había fallecido por esas fechas y esas obras eran un homenaje a quien tan bien supo plasmar en sus obras la sensualidad del mundo oriental.
Uno de esas versiones (la denominada O) fue expuesta en la galería de Louise Leires, donde el 6 de junio 1956 la compraron los coleccionistas neoyorquinos Victor y Sally Ganz, quienes disfrutaron de su compañía hasta su muerte. Fue entonces cuando sus herederos decicidieron subastarla en Christie’s. El 10 de noviembre de 1997, se remataba por 31.9 millones de dólares. Ese nuevo propietario («una distinguida colección privada europea») era quien la había revendido ahora en la misma casa de subastas por seis veces lo que pagó en su día por ella.
Todas las miradas se dirigían ahora al nuevo comprador que, aunque la casa de subastas guardaba celosamaente su identidad, parecía indicar que provenía de nuevo de Qatar. Concretamente, algunas fuentes apuntaban al antiguo primer ministro de este país árabe, el jeque Hamad bin Yasem. ¿Pero cómo un cuadro podía subir tanto de valor en tan poco tiempo?
Independientemente de que la cotizacion de Picasso había crecido considerablemente a lo largo de estos años de forma general, los propietarios de este cuadro habían realizado una muy buena gestión del «currículo» del mismo. Esta obra había sido expuesta desde su misma creación en importantes exposiciones de museos como el MOMA, el Metropolitan o la National Gallery de Londres pero, a raíz de su compra en 1997, su presencia había sido constante en grandes exposiciones dedicadas a Picasso en los museos más prestigiosos del mundo.
Este cuadro pudo verse en Madrid en la muestra Picasso: Tradición y vanguardia que organizó el Museo del Prado entre junio y septiembre de 2006. Pero, previamente, había formado parte de la famosa exposición Matisse-Picasso que viajó por la Tate Modern de Londres, el Grand Palais de París y el MOMA de Nueva York entre mayo de 2002 y mayo de 2003.
La siguiente gran exposición en la que se incluyó fue Picasso y los maestros, una ocasión histórica en la que el Louvre reunió las obras de Picasso junto con las de los grandes maestros en las que se inspiró, con autores tan conocidos como Velázquez, Goya, Manet o el propio Delacroix.
Finalmente, la obra volvió a exhibirse en la National Gallery de Londres en la exposición Picasso: Challenging the Past entre febrero y junio de 2009, para acabar su recorrido en la Tate Britain en la muestra Picasso and Modern British Art en 2012.
Un periplo que ponía de manifiesto la generosidad de sus propietarios a la hora de prestar esta obra y, al mismo tiempo, su habilidad para hacer subir el prestigio y la cotización de una lienzo que aparecía ahora en un sinfín de importantes catálogos y que algunos ya comparaban con Las señoritas de Aviñón o el mismísimo Guernica.
Lo que estaba claro era que tener un Picasso era un buen negocio. El problema residía en que solo había dos formas de hacerse con uno: comprarlo o heredarlo. Y es aquí donde muchos se preguntarán qué pasó con la herencia de Picasso, pero eso ya es otra historia….
Continuará….