HISTORIAS OCULTAS DEL ARTE
Por Javier Molins
Érase una vez un magnate texano del petróleo que en los años cincuenta tomó la decisión de expandir su negocio fuera de su país natal. Para ello, fijó su mirada en España y sus colonias en el Sahara Occidental. Ese petrolero se llamaba Algur Meadows (arriba, en la imagen) y para llevar a cabo sus prospecciones petrolíferas decidió trasladarse personalmente a Madrid y hospedarse en uno de los mejores hoteles de la ciudad: el Ritz.
Como no todo en la vida tienen que ser los negocios, el señor Meadows decidió recorrer los escasos metros que separaban su hotel del Museo del Prado y allí quedó fascinado por la pintura española. El tiempo pasó y a medida que las prospecciones petrolíferas fallaban, el interés de Meadows por la pintura española fue en aumento, por lo que finalmente decidió adquirir junto con su primera mujer, Virginia Meadows, una serie de obras de arte español compradas en su mayor parte en anticuarios de Madrid.
Cuando su mujer falleció en 1963, Meadows decidió donar esta colección a la Southern Methodist University de Dallas junto con los fondos necesarios para construir un museo que la albergara. Y fue entonces cuando se llevó una de las mayores sorpresas de su vida. El equipo de expertos de la universidad descubrió que parte de estas obras eran falsas. La picaresca española había provocado que algunos de estos anticuarios engañaran al confiado magnate texano. Meadows, herido en su orgullo, decidió continuar con la colección asesorado por un grupo de expertos. Fue así como más de 120 pinturas de artistas españoles de primera fila pueden contemplarse en este museo (conocido como el pequeño Prado de Dallas) que abrió sus puertas en 1965 y que ahora celebra sus 50 años de existencia, todo un récord en un país tan joven como Estados Unidos.
Entre estas pinturas españolas, destacan por su calidad e importancia un San Francisco de El Greco, un retrato de Felipe IV y otro de la Reina Mariana de Velázquez, un caballero de José Ribera, un Zurbarán, una santa Justa y una santa Rufina de Murillo o el retrato de Francisco Sabatini realizado por Francisco Goya, entre muchas otras obras de grandes maestros.
La generosidad de los Meadows les llevó a hacer una segunda donación importante. En este caso, fue su segunda mujer, Elizabeth, la que donó una serie de esculturas modernas de autores como Jacques Lipchitz, Henry Moore o Claes Oldenburg. Unas obras que pueden verse en la entrada del museo para separarlas así del grueso de la colección de arte español, su seña de identidad.
Tras la muerte de Algur Meadows, acontecida en 1978, el museo ha continuado con una activa política de compras centrada en el arte español a través de las donaciones y los amigos de la Fundación Meadows. Es así como este museo ha adquirido la escultura móvil titulada Ola realizada por el arquitecto Santiago Calatrava que puede contemplarse en la entrada del edificio; o la enorme cabeza de niña con rasgos orientales realizada en malla de acero inoxidable por el escultor Jaume Plensa. Además de pinturas de autores como Zuloaga, Antonio Saura, Tapies o Miquel Barceló.
Para celebrar estos 50 años de existencia, el museo ha elegido una colección hecha a lo largo de más de 500 años. Se trata de la Colección de la Casa de Alba que puede contemplarse en este museo hasta el próximo 3 de enero de 2016 y que fue inaugurada por el propio Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo. Los Alba han desembarcado con sus mejores tesoros entre los que se encuentran el retrato de Carlos V y la emperatriz Isabel realizado por Rubens, el de Cayetana de Alba realizado por Goya y que pocas veces ha salido del Palacio de Liria, el retrato del III Duque de Alba anteriormente atribuido a Tiziano y que esta exposición ha sido reatribuido a Antonio Moro por el comisario de la exposición, Fernando Checa, o un retrato de Renoir de una mujer con sombrero. A estas joyas de la pintura, hay que sumar un buen número de cartas de Cristóbal Colón que pertenecen a la Casa de Alba y que en Estados Unidos se consideran un auténtico tesoro dada la íntima relación que mantienen con el origen de este país.
Un colección que dialoga perfectamente con la de este museo creado por un petrolero que, tal y como señala el director del museo, Mark Roglan, con un juego de palabras en inglés, fue una suerte que el único oil (petróleo) que encontró el fue el oil (óleo) de los cuadros.