Seguramente Adán y Eva fueron los primeros habitantes del planeta en besarse, mientras permanecían en el Jardín del Edén y procreaban a Caín y Abel. Pero Sophie Lund Rasmussen y Troels Pank Arboll, miles de años después se han puesto a pensar en el primer beso de la humanidad y la historia que lo rodea. Quiénes lo protagonizaron, en qué siglo o década, el lugar, la cultura. Esta curiosidad se les convirtió en un gran trabajo. Muchas lecturas, investigaciones y articular un gran rompecabezas.
Sophie y Troels se dieron su primer beso en la primavera de 2008. Además del amor que los une, también los reúne el estudio de una rara disciplina como lo es la asiriología. El estudio de las lenguas mesopotámicas, la escritura, la historia y antigüedades de Asiria y Babilonia. Ella es ecóloga en la Unidad de Investigación para la Conservación de la Vida Silvestre de la Universidad de Oxford y en la Universidad de Aalborg en Dinamarca. Él es profesor de asiriología en la Universidad de Copenhaghe y apostaron por hurgar en los inicios del beso.
Diversas civilizaciones del período clásico utilizaban el beso como práctica sexual o como convencionalismo social. Sin embargo son muchos los textos que atribuyen a determinados grupos o sociedades el origen del beso.
La pareja decidió emprender un estudio genético que vinculaba las variantes modernas del herpes con los besos boca a boca en la Edad del Bronce, aproximadamente 3300 a.C. hasta 1200 a.C., reseña The New York Times. En los materiales complementarios del informe, una breve historia de los besos señalaba el sur de Asia como el lugar de origen. Y rastreaba el primer autobús literario hasta el año 1500 a.C., cuando se transcribían manuscritos védicos (India) en sánscrito a partir de la historia oral.
Todo por un beso: historia y civilizaciones
La investigadora sugirió que la costumbre de los besos en los labios, que consistía en frotarse y presionarse la nariz, evolucionó hasta convertirse en puro besuqueo. Señaló que hacia el año 300 a.C. -más o menos cuando se publicó el Kama Sutra, el manual indio sobre el sexo y sexualidad-, los besos se habían extendido por el Mediterráneo. Con el regreso de las tropas de Alejandro Magno desde el norte de la India.
Pero los estudiosos creían que ese no era el comienzo de esa fascinante historia del beso. Consultaron textos cuneiformes en tablillas de arcilla de Mesopotamia (actualmente Irak y Siria) y Egipto en busca de ejemplos claros de besos íntimos. Su investigación dio como resultado un comentario publicado en la revista Science que retrasó 1.000 años la documentación más antigua sobre los besos. Y trastocó la hipótesis de que las personas de una región específica fueron las primeras en besarse y contarlo.
Rasmussen y Arboll sostenían que al menos desde finales del tercer milenio antes de Cristo, los besos eran una parte extendida y bien establecida del romance en el Medio Oriente. “Besar no fue una costumbre que surgió abruptamente en un solo punto de origen”, afirmó Arboll. «En cambio, parece haber sido común en una variedad de culturas».
Propusieron que el relato más antiguo de besos estaba grabado en el Cilindro de Barton, una tablilla de arcilla que data cerca del 2400 a.C. El objeto fue desenterrado en la antigua ciudad sumeria de Nippur en 1899. Lleva el nombre de George Barton, profesor de lenguas semíticas en el Bryn Mawr College, quien lo tradujo 19 años después.
Hoy se encuentra en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania, donde Barton enseñó lenguas semíticas e historia de la religión, entre 1922 a 1931.
Primero sexo y después beso
La narrativa del artefacto involucra el mito sumerio de la creación y los problemas con el suministro de alimentos en Nippur, la capital religiosa original de Babilonia y el lugar de culto de Enlil, gobernante del cosmos. En la segunda columna del texto, una divinidad masculina, posiblemente Enlil, tiene relaciones sexuales con la diosa madre Ninhursag, hermana de Enlil, y luego la besa. En medio de este juego piadoso, la divinidad masculina planta la semilla de “siete deidades gemelas” en su útero.
Gonzalo Rubio, asiriólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania, comentó que la parte más convincente de la historia del beso es la secuencia de los acontecimientos. «En las representaciones del acto de besar en la literatura sumeria, los sujetos tienen relaciones sexuales primero y sólo después se besan», dijo. «Es una especie de juego posterior, más que un juego previo».
Aunque la existencia de registros de besos mesopotámicos puede resultar sorprendente para los filamatólogos, los académicos que estudian la ciencia decididamente sobria del beso, es una noticia antigua. «En el pequeño y especializado campo de la asiriología, existe una tendencia a centrarse en el interior y no tanto en el exterior», sostuvo Rasmussen. «Por mucho que a los asiriólogos les guste discutir entre ellos, en realidad no hablan con otras personas».
Rubio, que no participó en el proyecto, elogió a Arboll y a Rasmussen por reescribir eficazmente la historia del beso. «Su objetivo era dejar las cosas claras y vinieron a corregir ese enfoque reduccionista del comportamiento humano», argumentó el experto.
En su larga historia, el beso ha estado reflejado en obras literarias, como el Antiguo Testamento, o en la poesía de Homero. Varias culturas consideraron que besar en los labios era algo muy desagradable.
Cemento dulce y seguro
Para los romanos de la época imperial, besar a un amante en público se consideraba indecente. También puede haber sido considerado un riesgo para la salud. En el siglo I d.C., el emperador Tiberio intentó prohibir los besos en funciones estatales, probablemente debido a una epidemia de herpes labial. Arboll señaló que un corpus sustancial de escritos médicos de Mesopotamia mencionaba una dolencia llamada bu’shanu, cuyos síntomas se parecían a los de las infecciones por herpes simple.
«La enfermedad apareció principalmente en y alrededor de la boca y la faringe. Su nombre deriva de un verbo que significa apestar», añadió.
En “La ciencia del beso: lo que nos dicen nuestros labios”, Sheril Kirshenbaum escribe sobre la química de la atracción, cómo un beso une a dos personas en un intercambio de colores, sabores y texturas. Rasmussen cree que los besos evolucionaron como una forma de evaluar a las parejas potenciales a través de su olor.
La historia del beso recoge la visión y percepción del hombre en miles de años, su expresión, sus sentidos, sus sentimientos. Y Sophie comparte una frase sobre el beso del poeta Robert Herrick: “El cemento dulce y seguro, el pegamento y la cal del amor”.