Rafael Armero
Creatividad, flexibilidad mental, gestión del cambio, capacidad de adaptación, resiliencia… son habilidades, actitudes o conceptos que han ido ganando protagonismo en los últimos años, tanto en el ámbito del desarrollo personal como en el profesional. En el contexto sobrevenido con la pandemia, han tenido una importancia determinante para la adaptación de personas y organizaciones a las nuevas circunstancias.
Hemos sido sacudidos por situaciones que suponen un gran desafío, no solo para las empresas, sino para la sociedad. Lo que antes planificábamos a largo plazo ha pasado a formar parte del corto plazo o lo inmediato, y lo que tanto temíamos, la incertidumbre, ahora es nuestra compañera en el día a día. Este escenario se va a prolongar en el tiempo, por lo menos más del que preveíamos, lo que nos va a conducir, si no tomamos las riendas, a un viaje por la supervivencia y el desánimo. Paradójicamente, el cambio se va a convertir en la constante por excelencia. Y así se va a mantener durante mucho tiempo, porque ha llegado para quedarse. Y sí, es cierto que ya convivíamos con el cambio, pero lo que estamos viviendo ahora mismo eleva el concepto del verbo cambiar a uno de sus significados más extremos.
Seguro que has podido comprobar en primera persona cómo estos cambios son cada vez más rápidos y de mayor impacto. Además, suelen ir acompañados de novedades que también surgen a una velocidad abrumadora e, igualmente, se suceden con tanta frecuencia que no somos capaces de asimilarlas ni incorporarlas como toca a nuestros contextos empresariales y, mucho menos, a nuestros sistemas sociales.
La mayoría de los cambios están conectados con la carrera tecnológica o la cultura de la globalización, un hecho cada vez con más peso en los entornos económicos y los mercados. A todo ello, tenemos que sumar otros temas de actualidad, como los vaivenes y crisis que se están sucediendo en la política global y que están teniendo una gran influencia en las estrategias empresariales. Y, por último, qué decir de los nuevos retos que tenemos que afrontar como sociedad ante la necesidad de un desarrollo que sea sostenible. El máximo exponente, el cambio climático, que hace inevitable pensar en rediseñar nuestras estructuras organizacionales y nuestros propios modelos de negocio porque el choque que provoca este ultimo escenario nos está haciendo, inevitablemente, más vulnerables.
Y, tras esto, después de ser conscientes de esta nueva realidad es cuando nos hacemos las grandes preguntas… ¿Qué camino vamos a emprender en nuestras organizaciones? ¿Cómo vamos a aportar valor en las empresas? ¿Cuál va a ser nuestra propuesta diferencial en los mercados? Y, si nos vamos a la parte más humana de las organizaciones, ¿qué aportación debe asumir un líder o directivo para poder conducir con éxito una empresa?, ¿qué valores vamos a tener que incorporar al capital humano de nuestras organizaciones?
IMAGINAR Y CREAR
«El pensamiento creativo está siendo esencial para innovar y facilitar la adaptación al cambio de nuestro entorno económico y social, ayudando a gestionar las incertidumbres, la inquietud ante las pérdidas y creando nuevas oportunidades. No es suficiente con encontrar soluciones para una realidad que ya ha pasado; ahora tenemos que pensar en un nuevo contexto y empezar a imaginar, crear y diseñar nuevas salidas que nos faciliten la transición hacia esa nueva realidad de manera que sea realmente más inclusiva, sostenible y justa».
Para responder a todas estas cuestiones, debemos tener presente que estamos entrando en un escenario desafiante, emprendiendo una nueva travesía en la que tenemos que empezar a diseñar y pensar en nuevos caminos por los que avanzar, sobre todo en el ámbito estratégico. Y, aunque es muy complicado que una organización pueda prever con total certeza cuál va a ser su rumbo y adivinarlo con cierta seguridad y la dirección apropiada en los años venideros, lo que está claro es que el enfoque tradicional de la visión estratégica debe cambiar radicalmente.
Si queremos que esto suceda, es básico que nos planteemos seriamente intervenir en tres líneas de actuación o trabajar en tres aspectos fundamentales de nuestras organizaciones con la idea de provocar unos cambios que nos ayudarán a afrontar este nuevo futuro tan presente:
EL PRIMER CAMBIO QUE INCORPORAR, CONSISTE EN REVISAR Y RENOVAR NUESTRAS HERRAMIENTAS ESTRATÉGICAS
No nos damos cuenta, pero, a diferencia de lo que hacemos con la tecnología y la maquinaria con la que contamos, no solemos revisar ni actualizar las herramientas y metodologías que tenemos para nuestra gestión estratégica o el diseño de nuestros negocios. Además, seguramente estaremos trabajando con algunas que ya se habrán quedado obsoletas.
Tenemos que dejar atrás las metodologías estratégicas clásicas, o no revisadas, y empezar a incorporar nuevas herramientas más actualizadas, que contemplen muchas de las variables sobre los nuevos escenarios de cambio.
EL SEGUNDO PASO ES TRABAJAR EN EL CAMBIO DE MENTALIDAD EMPRESARIAL
Lo que debemos tener presente es que tenemos que abandonar definitivamente el pensamiento de seguridad, más pasivo o reactivo, sustituyéndolo por un pensamiento activo y más dinámico. Es importante que empecemos a fomentar un estado proactivo que nos permita actuar ante este futuro paso a paso, con un nuevo aire de liderazgo, que nos lleve a consolidar nuestro viaje empresarial.
En este sentido, tenemos que romper con las creencias del pasado y dejar a un lado lo que habíamos conocido hasta el momento o solíamos dar por sentado, aunque cueste. Nos toca revisar nuestras metas y objetivos. Por ejemplo, ya no es suficiente con pretender ser el mejor en un ámbito ni ser el más especializado en algo o, por lo menos, contar con una especialización poco flexible. Esto no garantiza el éxito. Tampoco podemos orientar nuestra estrategia solo a la calidad o a ganar más con menos, ya que esto, en breve, gracias a la automatización y digitalización, será algo común y no diferencial.
Hoy, lo que va a marcar la verdadera diferencia, lo que va a hacer que una empresa sea verdaderamente competitiva y competente es la idea de desarrollar una nueva capacidad: la adaptabilidad a los nuevos escenarios y a las nuevas realidades que están por llegar. Una habilidad que nos permitirá sortear la inestabilidad y la incertidumbre. Un nuevo valor que, sobre todo, nos ayudará a ser sostenibles a medio y largo plazo. Para incorporarla con éxito, tendremos que empezar a fomentarla en el capital humano de nuestras organizaciones, y más aún en los puestos de liderazgo.
Y, DE AQUÍ, EL TERCER CAMBIO: INCORPORAR DE UNA MANERA MÁS CONSCIENTE EL USO DE LA CREATIVIDAD Y LA INNOVACIÓN EN LOS SISTEMAS EMPRESARIALES Y EN LOS RECURSOS PERSONALES
Llegado a este punto, el más importante estratégicamente, a las empresas y organizaciones no les queda otra opción más que revisar su capital humano, intentando redirigirlo para conseguir esa nueva capacidad que les permita contar con mayor adaptabilidad empresarial. Y esto pasa por estimular ese cambio de mentalidad, fomentando en la cultura empresarial el liderazgo creativo en todos los niveles de la organización.
EL FACTOR HUMANO. “Es importante remarcar que las empresas están formadas por personas, por lo que, si pretendemos dar una vuelta a nuestros proyectos empresariales y afrontar con solvencia la transformación que va a sufrir el ecosistema económico, tenemos que orientar, capacitar y entrenar en nuevas facultades a los equipos que forman nuestras organizaciones”.
Un nuevo enfoque de liderazgo basado en el aprendizaje o capacitación continua, la incorporación de la creatividad como eje transversal y, como consecuencia de esto, un verdadero compromiso por la innovación más allá del sistema productivo, intentando promoverla en todos los procesos que componen el modelo de negocio de la empresa o la estructura de la organización.
¿CÓMO ES ESE LIDERAZGO CREATIVO? ¿CÓMO FOMENTAR LA ADAPTABILIDAD?
Conseguir esta capacidad creativa de adaptabilidad significa pensar, sentir, actuar o adoptar una actitud determinada, sabiendo reaccionar en cada uno de los acontecimientos que nos encontramos por el camino, sean positivos o no, adaptándonos con soltura a las nuevas circunstancias que se presentan después de cada suceso y recolocarnos con éxito, solvencia y un nuevo aprendizaje de la experiencia.
Ahora, ¿cómo se consigue esto? Lo primero que nos viene a la cabeza al hacernos esta pregunta es conectar con la flexibilidad mental y emocional. Pero, aunque es cierto que ser flexible es una de las habilidades ejecutivas de nuestro cerebro para comenzar a gestionar conflictos, desafíos, retos y situaciones inesperadas, como un simple atasco matutino de camino a la oficina o, incluso, liderar los cambios que aparecen durante nuestro viaje empresarial, como, por ejemplo, enfrentarnos a un nuevo entorno desde el que trabajar a distancia y la conciliación laboral, no es suficiente para conseguir el ideal de fluir y adaptarnos.
GESTIONAR CON ÉXITO ESTAS SITUACIONES CONLLEVA UN PROCESO DE TRES FASES O ETAPAS DIFERENCIADAS Y QUE, EN MUCHAS OCASIONES, CONFUNDIMOS PENSANDO QUE SON SINÓNIMAS
La primera etapa de este proceso es la flexibilidad. Esta es la capacidad que tenemos las personas para tener la disposición idónea para adaptarnos a situaciones inesperadas. Es el estado en que nos deberíamos encontrar en todo momento o, como mínimo, en el instante en que nos tropezamos con un acontecimiento que puede derivar en un cambio. Este estado mental nos permite tener los recursos suficientes para manejar varios pensamientos de lo que va a suceder, facilitándonos contar con posibilidades y opciones de acción para que no nos descoloque. Y, si lo hace, por lo menos que sea con una intensidad moderada para poder recolocarnos con facilidad. Pero esta habilidad no nos asegura que la adaptación al cambio sea la idónea para salvar esta situación y no perder el rumbo o dirección de nuestro periplo empresarial. Y es aquí donde entramos en una nueva fase del proceso.
En esta segunda fase, si nuestra intención es adaptarnos y hacerlo de una manera exitosa, lo que hacemos es echar mano de otra habilidad personal muy utilizada en nuestro día a día y, como apuntaba, distinta a la flexibilidad. Se trata de nuestra capacidad para la gestión del cambio. En este punto, comenzamos a valorar las opciones que hemos ido contemplando en la primera fase, tomando las decisiones oportunas para poder empezar a gestionar qué y cómo comportarnos para encajar lo que está pasando.
ESTRATEGIA. «Estamos ante un cambio de paradigma y debemos obrar en consecuencia. El pensamiento a corto plazo nos ha hecho actuar sin una estrategia común y no contar con la ‘Creatividad’ en mayúsculas, lo que nos puede costar muy caro como país. Es fundamental que todas las administraciones públicas, empezando por el Gobierno, se comprometan seriamente a incluir la creatividad como un elemento estratégico, en especial en la gestión de las políticas públicas y en los programas educativos».
Para remarcar la diferencia entre estas dos fases, insistiré en la idea de que vivimos una infinidad de momentos de cambio en los que no nos hemos cuestionado nuestra capacidad de pensar con facilidad, ya que hemos tenido que saltarnos este paso, rompiendo con nuestros compromisos y valores más personales. Este es el caso, por ejemplo, de la adaptación que aplicamos cuando aumentamos la familia con un nuevo miembro. Da lo mismo si no te comportas habitualmente de manera flexible, respondes a la nueva situación.
Después de pasar por las dos fases anteriores, el tercer paso de esta secuencia se refiere a cómo nos recolocamos ante cualquiera de las situaciones comentadas, sobre todo si el acontecimiento que afrontamos es de un nivel importante. En esta fase, lo que hacemos es poner en práctica nuestra capacidad de resiliencia que, como se puede deducir, no es lo mismo que gestionar el cambio o, menos aún, ser flexible.
Esta capacidad conecta con nuestra habilidad de volvernos a situar en nuestro camino después de haber gestionado los cambios oportunos para superar lo que nos haya podido pasar y, además, aprender de ello.
Para explicar esta idea y recalcar los matices con respecto a las otras etapas, podemos entender como una flexible y joven rama de árbol puede gestionar perfectamente los cambios radicales que pueden suponer un vendaval sin llegar a quebrarse, pero esto no significa que, al terminar el incidente, la rama vuelva al estado, posición o forma que tenía antes de sufrir los cambios.
Llegados a este punto, espero que hayas podido visualizar que poner en práctica ese nuevo liderazgo empresarial es un buen punto de partida para poder fomentar la capacidad de adaptación de tu empresa u organización. Recuerda que, para hacerlo, tendrás que incorporar en la cultura empresarial el pensar, sentir y actuar atendiendo a la capacidad de flexibilidad, gestión del cambio y resiliencia en el capital humano de la organización. Esto modificará, sin duda, los patrones mentales obsoletos con los que estamos operando para cambiar definitivamente nuestra forma de entender la economía, la empresa, la producción y el consumo.