He estado vinculada al mundo del yoga desde hace casi una década y a la India. La cuna de esta disciplina estuvo siempre en mi must do list. Por fin, las estrellas se alinearon y pude vivir esta experiencia al presentarse la oportunidad de asistir al Festival Mahashivaratri y al Retiro Inner Engineering en Coimbatore, al sur del país, en el estado de Tamil Nadu, impartido por el gran místico, yogui y visionario Sadhguru.
Pude recorrer un poco del norte y un poco del sur. Digo “poco” porque se requieren meses para conocer en profundidad ese universo de templos, de vestimentas coloridas de seda y cashmere, de dioses con nombres impronunciables, de magníficos artesanos, de música al ritmo del sitar o el bansuri (flauta transversal alta originaria de la India y Pakistán), de danza y especias. También de historia y lucha entre los imperios Mewar y Mughal (mogol). Este último trabajó en conciliar las religiones hinduista y musulmana a favor de la unidad. Su fuerte influencia se evidencia en la arquitectura con carácter hindú y rasgos islámicos (indo-islámica), a veces lo contrario.
Uno de los cuatro caminos o sendas principales del yoga es el bhakti yoga, el sendero de la devoción motivado principalmente por la fuerza del amor, a través del cual experimentamos esa unión indisoluble –“todos somos uno”– entre los seres humanos, pero también la interconexión con la naturaleza y con nuestro entorno. Es la manifestación del amor a lo divino, el Ser Supremo, la conciencia superior que nos trasciende.
La India plasma el término bhakti en toda su expresión, desde los voluntarios que nos recibieron en el Isha Yoga Center, hasta quienes con tanta maestría y pasión preparaban las comidas diarias, orgánicas y vegetarianas, sin retribución alguna más allá de esta entrega y amor incondicional.
Mahashivaratri es un festival hindú que dura toda la noche y reúne a 300.000 espectadores nacionales e internacionales. Se transmite en vivo, con meditaciones guiadas por Sadhguru y espectaculares actuaciones de música y danza a cargo de renombrados artistas. Es una cita que celebra anualmente la Gracia de Shiva, quien es considerado el Adiyogi, el primer yogui de todos los tiempos.
Este año tuvo lugar el pasado 18 de febrero, la noche más oscura del año y se traduce en un poderoso incremento de energía en el sistema humano.
No hay palabras que expliquen o puedan reflejar la magia de lo vivido esa noche ante la majestuosidad de un Shiva de 34 metros de altura, reconocido como el busto más grande del mundo, con proyecciones audiovisuales inimaginables y, a sus pies, la actuación de músicos y bailarines al unísono, energía que se entremezclaba con un público ferviente de alegría, fe y devoción. Una ocasión privilegiada para que cualquier persona en su búsqueda espiritual pueda experimentar un despertar, una paz y quietud interior al escuchar las sabias palabras de Sadhguru.
TECNOLOGÍA PARA EL BIENESTAR
Tuve el privilegio de asistir al Inner Engineering Retreat, una inmersión de cuatro días que ofrece una tecnología para el bienestar derivada de la ciencia del yoga. Un curso integral para el crecimiento personal que genera un cambio en la forma en la que se percibe y experimenta la existencia y el mundo en el que vives.
La iniciación a la poderosa técnica ancestral Shambhavi Mahamudra Kriya tiene un impacto directo en el nivel energético, la autotransformación y el crecimiento personal. Se acompaña con paseos por la naturaleza, deporte en equipo, música en vivo, comidas saludables en silencio como parte de un entrenamiento enfocado a la introspección y la autoobservación.
Según Sadhguru, “así como existe una ciencia y tecnología para crear bienestar externo, hay toda una dimensión de ciencia y tecnología para el bienestar interior”.
En Isha Yoga Center toda esta magia ocurre. Es el perfecto paraíso, un remanso de paz y culto interior, un oasis abierto e incluyente de meditación, de vibración muy fuerte y alta en un entorno selvático en el que incluso a los monos les gusta escuchar las charlas.
Los voluntarios y monjes, profesionalmente muy preparados y de todas las latitudes del planeta, se afanan en trasmitir el conocimiento y las herramientas, cuidadosamente guardadas por un linaje ancestral de maestros, de la manera más pura y tradicional, con el bhakti y el agradecimiento como mantra te acompañan en este proceso aun después de finalizado el curso.
Para Sadhguru, “un ser humano es un cosmos en sí mismo, si llegas a conocer este trozo de vida absolutamente, entonces ya sabes todo lo que debes saber sobre la existencia”.
¿Cómo resumes India?, me preguntaron a mi regreso. A juzgar por supuesto por mi experiencia, que no deja de estar sesgada por la vivencia personal y los ojos de niña de una turista en un país remoto, exótico y pintoresco, en el que no acabas de entender a fondo cómo transcurre la vida diaria del ciudadano común en condiciones visibles y precarias de sanidad, sin garantías sociales, sin suficientes recursos económicos… Esta experiencia me ha hecho cuestionarme la forma de ver el mundo y cómo concibo a través de mi lente personal ese sistema de creencias y patrones de pensamientos adquiridos y hasta impuestos.
¿Qué tal si lo que admitimos como precariedad y limitaciones sea suficiente y gratificante para muchos que se plantean una vida más simple, más espiritual y equilibrada, con menos exigencias y ambiciones típicas del mundo occidental, donde hemos sido educados para llegar a todo y a toda costa, comprometiendo nuestro bienestar, salud y paz interior?
Me quedo cautivada por la belleza de los contrastes de su gente, de su sencillez, de las cosas simples, de la humanidad y la espiritualidad, de la vitalidad, la fuerza y la fe inquebrantables. Me quedo con algo muy dentro, profundo e inspirador: la calidad humana y la fe que mueve montañas, pese al aparente caos y miseria, siempre en convivencia pacífica, legado de un gran sabio como Mahatma Gandhi. El respeto y el amor siempre prevalecen.