Por Javier Aznar
09/04/2016
El truco para disfrutar de Nueva York es abandonar enseguida cualquier esperanza de llegar a conocer la ciudad algún día. Nueva York es escurridiza, volátil e inaprensible. He vivido en NYC durante distintas temporadas a lo largo de mi vida y creo que cuando mejor he llegado a conocerla fue cuando todavía nunca había estado. La ciudad es un circo ambulante que cambia de una semana para otra. Pestañeas y ya no está. Ya lo decía Lou Reed.
Un buen día en Nueva York. Ése es el objetivo. Sin agobios, sin prisas, sin metas volantes. Disfrutando de la cara oculta de sus calles. Del aire que conmueve a los rascacielos. De sus contradicciones. De los cócteles que suavizan los nervios crispados de la ciudad.
Que corra el resto, usted no.
AJEDREZ Vaya a Washington Square y podrá jugar una partida con alguno de los habituales que dan clases en las mesas con tablero a cambio de cinco dólares. Creo que no he durado nunca en una partida más de tres minutos. Destrozan en cuestión de segundos mis sesudas aperturas. Dicen que muchos de los habituales, algunos de ellos sin techo, desarrollan una capacidad especial para jugar al ajedrez debido a la falta de sueño, lo que les hace ver los movimientos de una forma única. No sé cuánto de cierto hay en esto. Sólo sé que jugando aquí he podido conocer a algunas de las personas más fascinantes.
BAGEL Fabuloso invento yiddish consistente en emparedar entre dos panes con agujero cualquier cosa imaginable: queso de untar, salmón, crema de tomate deshidratado con alcaparras, pollo o langosta. Todo vale. A los neoyorquinos les encanta. La clave es acordarse siempre de pedirlo toasted para que no sea un mazacote que absorba todo el fluido pulmonar. Y para facilitar el paso, es recomendable acompañarlo de un café americano (cuidado porque uno puede llegar a engancharse a este terrible aguachirle). Tras un estudio a lo ancho y largo de Manhattan y alrededores, estoy en condiciones de poder decir sin temor a equivocarme que los mejores de la ciudad son los de Leo’s Bagels, Murray’s Bagels y Tal’s Bagels (no son muy creativos a la hora de escoger nombre).
CONEY ISLAND ¿Quién dice que Nueva York no tiene playa? ¿Y parque de atracciones? Por el módico precio de un billete de metro se podrá plantar en apenas 40 minutos en la fantasiosa Coney Island, donde es posible mojarse los pies en el mar, subirse a una montaña rusa o implorar un deseo a Zoitar como Tom Hanks en Big. Ineludible pedirse un perrito caliente de Nathan’s. A poder ser, después de haberse montado en la montaña rusa.
DESAYUNO Si tuviera que escoger un sitio donde desayunar todos los días del resto de mi vida, elegiría el Coffee Shop de Union Square. Su apariencia es la de un diner americano clásico en el que sólo faltan las camareras en patines sirviendo café. Pero su carta es extensa e incluye mucha gastronomía brasileña. Siempre hay ambiente, jaleo, bandejas cargadas de bloody marys y bossa nova sonando por los altavoces. Mis recomendaciones: el Hangover Sandwich (su nombre no engaña a nadie) y las excelentes arepas colombianas con huevos escalfados, espinacas y salsa holandesa. No existe mejor taller de reparación en la ciudad tras una noche de excesos.
ESTATUA DE LA LIBERTAD Si puede, ahórresela.
FRICK COLLECTION El museo con más encanto (y no tan visitado) de Nueva York es la casa de Henry Clay Frick, magnate del acero y exquisito coleccionista de arte. Al morir, dejó a la ciudad su impresionante casa al lado de Central Park con toda su colección de Goyas, Turners y Rembrandts. Al tratarse de una vivienda particular, se recorre en apenas 30 minutos y uno siente ese encanto doméstico y acogedor de estar paseando por la casa de un amigo (de un amigo muy rico).
GIN-TONIC Si quiere atizarse uno, hágalo en un sitio interesante. El Bathtub Gin es una coctelería clandestina tras la pared falsa de un recoleto café de la Novena. Durante la Ley Seca, numerosos locales destilaron su propio alcohol a escondidas, en bañeras. Al principio eran bebercios intragables, pero poco a poco fueron descubriendo nuevas técnicas para mejorar el producto. Este local es un homenaje a aquellas coctelerías que lucharon en la oscuridad por la dignidad de una buena copa. A su salud, héroes.
HAMBURGUESA Si no le importa hacer colas, el Shake Shack de Madison Square Park es un sitio estupendo (¡hasta cotiza en Bolsa!). Si dispone de efectivo (no aceptan tarjetas), las hamburguesas deformes del JG Melon combinadas con su Bloody Mary son una apuesta ganadora. Si le gusta el queso azul, la del Spotted Pig es indispensable. Y para tomar una deliciosa, de las que pringan, en un cuchitril con encanto junto a famosos como Jake Gylenhaal, The Corner Bistro es la elección adecuada. Cuestión de preferencias.
ILLESTEVA Las gafas de sol más de moda entre la beautiful people, it girls y demás fauna de Manhattan son las Illesteva. Tienen una tienda en SoHo.
JONATHAN ADLER Tal vez el diseñador de interiores más famoso del mundo. Siempre con un punto irreverente e irónico hasta rozar lo cáustico, las creaciones de Jonathan Adler tienen ese toque personal que convierte sus platos, cojines y jarrones en piezas codiciadas en cualquier apartamento moderno. En su tienda de 1.400 m2 en el SoHo podrá comprar desde un irónico frasco para guardar el Prozac hasta unas fotografías originales de Slim Aarons. Porque no sólo de Ikea vive el hombre.
KNICKS Los equipos de Nueva York son una fuente inagotable de disgustos. Hasta los siempre perdedores Mets han acabado claudicando trágicamente en las finales de béisbol este año. Los Knicks -diminutivo de Knickerboxers, los bombachos que llevaban los holandeses que llegaron a Nueva York- llevan 15 años arrastrándose por los parqués de la NBA. Liderado por Carmelo Anthony y dirigido por el laureado Phil Jackson, el equipo está en pleno proceso de reconstrucción. Luego están los Brooklyn Nets, tan divertidos como masticar alambre de espino. Pero siempre merece la pena asistir a un partido en el Madison o en el Barclays Center de Brooklyn. Y quizá hasta vea algo de buen baloncesto. Nunca se sabe.
LANGOSTA Mi debilidad en NYC. Sin ser tan sabroso como el marisco patrio, es interesante cómo tratan en la ciudad este tipo de comida, de forma más accesible, sin esperar a “darse un homenaje” o una “mariscada” por Navidad. El Lobster Roll es un asunto serio. Podríamos decir que se trata de un perrito caliente de langosta. Hay que probarlo. La versión más purista es la de Luke’s Lobster. Un tío que dejó un trabajo en banca de inversión para montar un puesto con la mejor langosta de Maine. Hay varios por NYC. La versión algo más historiada es la de otros sitios como el de Red Hook Lobster Pound. Yo cambio de preferencias según mi estado de ánimo. La sopa de langosta (lobster bisque) en uno de los puestos de pescado del Chelsea Market también es altamente recomendable.
MCNALLY JACKSON La librería independiente con más encantode la ciudad. Situada en el corazón de SoHo, en el52 de la calle Prince, dispone de una selección hecha con un gusto excelente. También tiene un café que da a la calle donde poder hojear las últimas adquisiciones mientras se dan sorbos a un latte. Entre y le aseguro que será misión imposible no salir con una bolsa llena de libros.
NEW YORKER La mítica revista acaba de mudar su redacción a la Freedom Tower, el puntal del World Trade Center, decisión que no fue encajada demasiado bien por el personal de la histórica publicación. El New Yorker tiene una app para el móvil muy interesante (Goings On) con toda la oferta cultural de la ciudad para no perderse nada cada día. Indispensable para cualquier cultureta.
OSTRAS Uno de los sitios imprescindibles es el Oyster Bar en la Grand Central Station, que merece de por sí un paseo. El techo abovedado del local es una obra de arte. Si no le gustan las ostras, la calidad que ofrece este restaurante en cuanto a marisco y pescado es excepcional.
PRAVDA Este elegante y animado bar ruso, situado en un bajo, sin un letrero en la puerta salvo un farolillo rojo, tiene un encanto muy particular. Sirven excelentes martinis y la carta de vodkas es inagotable. También se puede cenar.
QUEENSBORO No encontrará un protagonista de cine más olvidado y mal citado que el pobre puente de Queensboro, al que siempre confunden con su “primo” el de Brooklyn al hablar de la celebérrima escena del puente en Manhattan. Woody Allen tuvo que grabarla a las cinco de la mañana para conseguir la iluminación que deseaba. No quedó contento con el resultado de la película, lo que le llevó a ofrecer a United Artists rodar otra gratis con la condición de que guardaran la cinta en un cajón. Afortunadamente para todos, el tiro le salió por la culata.
ROOFTOP En Nueva York están totalmente obsesionados con esos rooftops (azoteas) desde donde divisar la silueta de la ciudad. La del Press Lounge es un sitio espectacular para ver el atardecer desde el Midtown. El 230 Fifth, en la Quinta, es otro muy recomendable.
STANDARD Este elegante hotel en el Meatpacking, junto al High Line, es uno de los favoritos de los neoyorquinos para tomar una copa y disfrutar de sus espectaculares vistas. Es de André Balazs, el rey Midas hotelero de la ciudad. El paseo posterior por el High Line es obligatorio.
TOM WOLFE En 2014, el escritor de La Hoguera de las Vanidades vendió 200 cajas con sus documentos a la New York Public Library por 2,2 millones de dólares. Rellenando un formulario, podrá consultar sus papeles, notas, cartas de acosadores, anotaciones, borradores, tarjetas, dibujos y media vida del Balzac de Park Avenue.
UNIVERSIDAD Columbia es la universidad más emblemática de la ciudad y una de las más prestigiosas del mundo. Su campus merece ser visitado. Seguro que se cruzan con un premio Nobel. Presente o futuro.
VENIERO’S La mejor tarta de queso se sirve en este localito italiano. Fundado hace más de un siglo por la familia Veniero de Sorrento, sigue estando en manos de sus descendientes, que han hecho del nombre familiar una institución gracias a la fama de su imbatible cheesecake.
WALL STREET He vivido en Wall Street alguna temporada. Evite la hora punta y huya de los turistas que visitan la Bolsa y conocerá un barrio muy interesante. Arquitectónicamente fascinante, hay callejuelas con casas bajas como Stone que parecen sacadas de Londres e incrustadas entre rascacielos.
XI’ AN FAMOUS FOODS Colas de media hora se forman cada día ante la puerta de este establecimiento de comida china en el Midtown. Entre las especialidades están sus noodles caseros (que exigen comerlos al momento para que no se queden hechos una masa), las hamburguesas especiadas y las sopas (la estrella es la de cordero).
YELLOW TAXI Hablar con los taxistas siempre ha sido un buen barómetro del ambiente de la ciudad. Ya lo decía Holden Caulfield. El ‘manos libres’ está matando estas amenas conversaciones. Ahora casi todos los conductores van hablando por teléfono a través de su pinganillo.
ZAGAT La biblia de la comida en la ciudad. Siempre que vea una pegatina con la Z en la puerta del establecimiento, sabrá que está en el sitio adecuado.
Y no olvide lo que escribió Enric González en su extraordinaria Historias de Nueva York: “Nueva York sigue siendo una tormenta de almas, un caudaloso río humano. Para entender ciertas cosas no hacen falta idiomas, ni experiencia, ni memoria. Basta con abrir la ventana y escuchar el rugido de la bestia”. El rugido de la bestia. Que no se apaga nunca.
LA CIUDAD. FICHA TÉCNICA
Superficie: 789 km.
Fundación: 1624
8,406 millones de habitantes
A 363 km de Washingon D.C.
A 5.779 km de Madrid
Web de interés: www.turismonuevayork.com
Cómo llegar: Hay vuelos directos desde Madrid: Iberia, Lufthansa y British Airways son algunas de las compañías que ofrecen el trayecto. Se tardan ocho horas y 40 minutos aproximadamente.
Dónde dormir: Langham Place 5*, The Bryant Park Hotel 4* y Chelsea Pines Inn 3*