Por Rosa Díaz | Efe
28/10/2016
Ritmos rotos, luces hipnóticas, imágenes que bailan y muchas ganas de celebración es la fórmula química que The Chemical Brothers lleva depurando más de veinte años y que este jueves ha transportado al público de Barcelona a paraísos electrónicos.
Los de Manchester han ofrecido en el Poble Espanyol de Barcelona el primero de los cuatro conciertos españoles de su actual gira europea, que los llevará este viernes a Madrid, el sábado Barakaldo (Vizcaya) y el lunes a Santiago de Compostela (Galicia).
En Barcelona el engranaje ha funcionado y la pareja de músicos que componen The Chemical Brothers ha conseguido su objetivo: crear un ambiente psicodélico donde la gente conecte con la música y se sienta libre para bailar y viajar a otros mundos.
A la hora prevista, el escenario se ha llenado de humo azul y rayos de luz verdes, y el público ha levantado sus teléfonos móviles para inmortalizar el momento en el que Tom Rowlands y Ed Simons aparecieran, pero todas las imágenes deben haber salido movidas, porque el primer tema ha sido nada más y nada menos que Hey Boy, Hey Girl, un himno de la música electrónica de los noventa que ha hecho saltar el resorte.
Era de esperar este inicio porque este temazo ha abierto los anteriores conciertos de la gira, y también abrió el de Barcelona de hace año y medio en el festival Sónar.
La misma imagen del bailarín a rayas, tan simple y efectiva, que acompañó este tema en el Sónar, han aparecido este jueves en la gran pantalla situadas tras los músicos.
Muchas de las canciones y las imágenes que se han visto y escuchado se vieron y escucharon entonces, pero el concierto no ha sido el mismo, porque en el Poble Espanyol los artistas han podido explayarse y tocar más temas, aunque procedentes de los mismos discos, ya que el último que publicaron fue Born in the echoes, que presentaron en 2015 en el Sónar.
De ese disco han elegido algunos cortes, como Sometimes I Feel So Desert, justo después de Hey Boy, Hey Girl, pero enseguida los hermanos químicos se han teletransportado en el tiempo y han recorrido sus veinte años de carrera, incluyendo composiciones de todos sus discos.
Sin pausa, los ingleses han viajado de los ritmos apabullantes a los ‘crecendos’ de ‘rave’, pasando por la melancolía digital y la épica electrónica.
Todo ello con centenares de rayos de luces de todos los colores surcando el cielo, patinadores bailando en la pantalla, focos disparando sobre el público, imágenes de pelotas de colores explotando en el momento álgido de la música y dos robots gigantes moviéndose suspendidos del techo.
Deslumbrado, el público ha perdido de vista a los dos músicos en más de una ocasión, sepultados entre sintetizadores, platos, mesas de mezclas y quién sabe que más.
Aunque también ha habido momentos de interacción entre los músicos y el público, como el que se ha producido en el ecuador del concierto, cuando han emergido entre las luces para levantar la mano y decir con gestos: «estamos aquí con vosotros y nos los estamos pasando tan bien como vosotros».
Las luces, las imágenes y los intérpretes han tenido su momento, pero ha sido la propia música la protagonista absoluta del tramo final, cuando ha sonado Galvanize y Block Rockin’Beat, dos éxitos que el público ha bailado enloquecido.
Un subidón que ha dejado los ánimos muy altos y ha obligado a The Chemical Brothers a volver al escenario con melodías más espirituales, como las de Hold Tight London, que en Barcelona se ha llamado Hold Tight Barcelona, y Wilde Open, esta última acompañada de imágenes de vidrieras religiosas, que han empezado tranquilas pero han acabado bailando techno con el público. Todo un viaje.