KRISTA THOMAS /American Essence
La filantropía es buena para la nación y buena para el alma. Es un componente clave que impregna la columna vertebral del éxito de Estados Unidos: su comunidades se siguen beneficiando de iniciativas privadas mucho después de haber fallecido los benefactores. Es el caso de Milton S. Hershey. El industrial que inventó chocolates legendarios en todo el mundo.
El legado filántropico de Hershey comenzó con la asunción de la responsabilidad moral hacia los necesitados. “¿De qué sirve el dinero si no lo usas para el beneficio de la comunidad y de la humanidad en general?”, decía. Hershey nació en Pensilvania en 1857. Conoció el hambre y la pobreza en la niñez. Aunque amado, Hershey creció con el padre ausente de forma rutinaria. Con opciones limitadas, dejó la escuela a los 14 años y comenzó una serie de aprendizajes. Encontró el éxito 12 años después en la industria de la fabricación de dulces, con su propio negocio: Lancaster Caramel Company.
Su economía, ingenio para los negocios y arduo trabajo lo colocó en una posición para retribuir. Después de vender su negocio de caramelos por 1 millón de dólares en 1900, se planteó construir Hershey Chocolate Company cerca de Derry Church, el lugar donde creció en Pensilvania. Empezó a producir dulces de chocolate con leche en masa. Asequibles pero deliciosos. Creó oportunidades de empleo para otros y utilizaba como materia prima la producción rica y cremosa de la comunidad lechera.
Sin herederos, Hershey y su esposa Catherine se dedicaron a actividades filantrópicas a través del Hershey Theatre, el Hershey Amusement Park y la Hershey Industrial School, que comenzó como un orfanato en 1900.
Todavía, el legado de Hershey sigue vivo y 2.000 estudiantes se benefician anualmente de asistir a la bien dotada y mejor atendida Milton Hershey School (como se la conoce ahora), una escuela privada y gratuita para niños y niñas de familias de pocos ingresos.
Como hogar y escuela, Milton Hershey School les cubre el 100% de la atención médica, dental y psicológica. También vivienda, vestimenta, alimentación, actividades extracurriculares y más para, permitiéndoles enfocarse en su crecimiento personal.
En Milton Hershey School los niños y adolescentes en situación de abandono, pobreza o entornos negativos encuentran un camino de oportunidades. La admisión es gratuita, no significa otro paso más a la precariedad.
Josh Kelly, como muchísimos estudiantes, proviene de un entorno adverso, de Filadelfia. Como un brillante estudiante de último año, Kelly juega hockey sobre hielo, trabaja como salvavidas en la piscina de la escuela y planea continuar su educación en el campo de los negocios o las finanzas.
“Cuando estaba en primer grado, mi papá nunca estaba cerca. Me metía en problemas porque no sabía expresar mis emociones de ira”, contó. Kelly y su hermana mayor llegaron a la escuela Milton Hershey para alejarse de los dilemas del hogar y la escuela. Reconocen la tremenda influencia que tuvo en su crecimiento emocional y en su bienestar. “Siempre te presionan para que lo hagas mejor. Quieren que tengas éxito. No tenía figuras paternas y realmente me prepararon para un futuro mejor”, contó.
“Un futuro mejor es la razón por la que Milton Hershey y la esposa Catherine, con su espíritu visionario, construyeron y apoyaron una institución privada que, además de educar, ofrece apoyo y equilibrio en la vida familiar”, afirma la historiadora de la escuela Susan Alger.
Cuenta que los estudiantes pueden relacionar su vida con la historia de Milton Hershey, que también tuvo una existencia precaria en una familia disfuncional y se propuso que los estudiantes fueran ciudadanos útiles con estabilidad emocional. “Siempre decía que quería alejarse de la idea de las instituciones y darles una vida feliz”, agregó.
Al principio, la Escuela Industrial de Hershey era exclusivamente masculina. Además de los estudios, los muchachos ayudaban con las tareas diarias, desde la jardinería hasta el ordeño de las vacas. Y la escuela creció en número. Los estudiantes y empleados cultivaron todo lo que necesitaban y llegaron a completamente autónomos con la agricultura.
Después del fallecimiento de Catherine Hershey, en 1915, Milton Hershey se esforzó por involucrarse más en todos los aspectos del éxito de la escuela, brindando oportunidades en oficios para los estudiantes y asegurando que se cubrieran las necesidades financieras.
Su implicación directa en el cuidado y preocupación por la escuela fue esencialmente paternal. Un poco sentimental y tímido, Hershey llevaba a los niños a pasear en su automóvil y visitaba las casas de sus estudiantes.
Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la escuela continuó con su misión deliberada de educar a los jóvenes de hogares con problemas. Originalmente, el fideicomiso permitía que asistieran niños de 4 a 8 años si el padre había fallecido; sin embargo, en la época de la Gran Depresión, la restricción de edad se amplió a las edades de 4 a 14 años con la madre o el padre fallecidos. Incluso cuando la inscripción disminuyó durante la Segunda Guerra Mundial, se debió a los que eligieron servir. “Cerca de 1.000 ex alumnos Gold Star que dieron su vida y anualmente los honramos”, afirmó Alger.
Mientras que otros filántropos regalan propiedades parciales o completas después de su fallecimiento, Hershey fue diferente. Repartió la mayor parte de su riqueza mientras vivía. Con el éxito de sus chocolates, Hershey transfirió tranquila y humildemente la totalidad de las acciones de su empresa en 1918 a la escuela. Un hecho no se supo hasta unos años después, no lo usó para autopromocionarse y masajearse el ego.
Con el corazón y la voluntad inclinados a la benevolencia, a Hershey lo motivaba su propia educación y por la innovación.
“Quería alejarme de la idea de las instituciones, la caridad y la compulsión, y dar a la mayor cantidad posible de niños un hogar real, comodidades reales, educación y capacitación, para que fueran ciudadanos útiles y felices. Tienen las mejores oportunidades para la formación del carácter y la educación. Tal vez no tengan la oportunidad de ganar tanto dinero como algunas personas, pero tendrán una vida más feliz. Creo que si solo hubiéramos podido ayudar a solo cien niños, también habría valido la pena hacerlo. Que la vida de un niño cambie, ya es una recompensa”, dijo.
Los registros históricos y las historias orales indican que Milton Hershey fue un hombre justo. Siempre dio el beneficio de la duda. Quería que las actuaciones fueran correctas y éticas, que la gente viviera honestamente. Y daba el ejemplo. A diferencia de sus contemporáneos filántropos adinerados, como los Ford, Wrigley y Vanderbilt, Hershey se construyó una casa modesta pero elegante, High Point Mansion.
Aunque Hershey falleció en 1945, su escuela innovadora ha continuado cultivando una educación que ayuda a miles de estudiantes. En 1977, los sueños originales del fundador se expandieron. Comenzaron a admitirse niñas de hogares desfavorecidos o de entornos trágicos.
Christine Cook, una maestra de jardín de infantes recientemente jubilada después de 35 años en la Escuela Milton Hershey, comentó sobre su propio viaje como la primera mujer en graduarse. “Mi papá murió trágicamente cuando yo tenía 4 años. Llegué al décimo grado. Nos enseñaron cosas intangibles: trabajar duro y ser amables. Y también cosas tangibles, ordeñar vacas a las 5:30 de la mañana en los días más fríos de invierno o en pleno verano con temperaturas que superan los 42 °C. Es bueno, construye el carácter”, relató.
Si a los estudiantes no les gustaban las tareas, les servía de experiencia general. Cook admite que tuvo suerte. Otros estudiantes procedían de familias con antecedentes trágicos, incluso abusivos. Dejar atrás a la familia y recomenzar desde cero puede ser un gran desafío para los estudiantes y sus familias.
“Recuerdo que fue difícil para mi madre. Fue una decisión difícil, pero excelente. Hoy en día existen tantos apoyos para padres que ayudan a las familias que experimentan sentimientos de culpa por abandonar a sus hijos, a pesar de que la escuela les brinda mejores oportunidades”, continuó Cook.
Ella lo sabe. Antes de graduarse como la primera alumna en 1981, jugó hockey sobre césped, baloncesto y softbol. Integró la banda de la escuela, obtuvo un lugar en la Sociedad Nacional de Honor y ocupó cargos en el liderazgo estudiantil. Se graduó d
en la universidad y regresó a la escuela para enseñar los valores, los ideales y la integridad, los distintivos que le inculcaron en la escuela. Cook cree que si Milton Hershey estuviera, estaría impresionado por la gran cantidad de los ex alumnos que se graduaron con éxito y están empleados en posiciones de liderazgo sólidas. Ya son más de 11.000 exalumnos.
Cook fue nombrada Alumna del año en mayo de 2021 y da fe del increíble honor de ser estudiante. Sus experiencias la llevaron a contribuir de muchas maneras con innumerables personas que pasaron por su salón de clases. “La idea de éxito de Hershey era dejar su huella en la sociedad de una manera positiva. Una persona exitosa es aquella que ayuda a los demás. Hershey fue grande en ayudar al otro haciendo del mundo un lugar mejor”, agregó Cook.
Después que sus estudiantes se gradúan, ella se esfuerza por mantenerse en contacto con los que se consideran «Lifers», que asistieron desde el jardín de infantes hasta el último año. A los adultos mayores, los invita a su casa, le cocina un platillo casero y les saca fotos para compartir recuerdos. Cuando un Lifer se gradúa, se asegura de que su tarjeta de felicitación incluya una copia de su boleta de calificaciones de kindergarten.
“A medida que gradúas, comprendes las necesidades de los niños y tratas de trabajar más duro. Les diría a mis niños de kindergarten que asisten a la mejor escuela en todo el mundo”. Estos niños son afortunados. Ninguna otra escuela se suscribe a lo que representaba su creador. Milton Hershey dejó una huella en el mundo y estuvo a la altura de sus palabras», apunta Cook.
La misión filantrópica de Milton Hershey ha sido buena para los estudiantes y empleados. Una cita suya resume lo que él quería, y lo que todavía hacemos hoy: ‘Uno solo es feliz en la proporción en que hace que los demás sean felices y solo es útil en la medida en que contribuye con sus influencias a los llamados más exigentes de la vida’”.
Kelly aprecia ese adagio. Todos los años, él y lo otros estudiantes se convierten en una especie de filántropos. Con los días de servicio comunitario, también aprenden a retribuir. Aprecia las oportunidades que le esperan después de graduarse, agradecido por el fundador que nunca conoció y que lo ayudó a cambiar su vida.
Si el éxito filantrópico de Milton Hershey continúa desde los pasillos de la iniciativa privada de su ciudad natal, será bueno para Estados Unidos. Su legado de educación perdura con los estudiantes el resto de su vida. Se podría decir que su agradecimiento y generosidad resuenan más allá de la tumba: “Espero ver que la escuela llegue a nuevas alturas. Después de que un hombre muere, no puede gastar su dinero, y ha sido un placer para mí gastar el mío como lo he hecho”.