Decir crisis climática suele asociarse a las grandes chimeneas de humo espeso y plomizo o a antorchas encendidas de la industria petrolera y del gas. También del trabajo contaminante de las factorías de carbón y minería de escala. Pero la industria textil, ocupa el segundo lugar en emisiones de gases. Sus efectos nocivos parten desde el tinte de las telas hasta las ropas usadas que van a parar a los vertederos.
El sector textil es responsable del 10% de las emisiones mundiales y sus impactos negativos se han visto reforzados con la “fast fashion”. Una propuesta de “moda rápida” se orienta a un modelo masivo de negocio que ofrece productos novedosos de bajo costo y calidad.
Otra moda que induce al consumo recurrente y a la compra por impulso, lo que infunde un sentido de urgencia en la adquisición ropas. Un estudio de investigadores de Finlandia, Suecia, el Reino Unido, Estados Unidos y Australia reveló que la producción mundial de textiles per cápita aumentó más del doble en 30 años. Pasó de 5,9 kilogramos a 13 kg por año, publicó la revista científica Nature Reviews Earth & Environment
Asimismo, el consumo mundial ha aumentado a unos 62 millones de toneladas de productos textiles por año. Los investigadores prevén que llegue a 102 millones de toneladas en 2030.
Este particular consumo del fast fashion se traduce en más de 92 millones de toneladas de desechos producidos por año y 1,5 billones de litros de agua inutilizados.
¿Dónde van a parar esas ropas usadas? A la donación, al basurero, a la venta de mercadillos vintage o simplemente a tiendas de ropa de segunda mano. Pero igualmente la pregunta no parece tener una respuesta definitiva. Luego del cambio de manos y usos de estas prendas, en su mayoría van a dar finalmente a los vertederos.
A los vertederos van a parar las ropas usadas
La elevada huella de carbono de la industria textil se debe al alto uso de energía y a las fuentes energéticas que emplea. Por ejemplo, la fabricación de textiles en China depende del carbón y, por esa razón, tiene una huella de carbono un 40% mayor que los fabricados en Turquía o Europa.
Señala el estudio, liderado por Kirsi Niinimaki, experta en moda sostenible y diseño textil, todo el proceso de fabricación de ropas y las ropas usadas terminan en los vertederos.
Las altas demandas de energía y las emisiones de dióxido de carbono están vinculadas a la fabricación de textiles y al uso de los consumidores (es decir, al lavado), así como al transporte cuando se utiliza el flete aéreo. Sin embargo, en el ciclo de vida de las prendas, el uso de energía y la emisión de gases es mayor durante la extracción inicial de la fibra. Especialmente en el caso de las sintéticas, como los acrílicos, ya que se utilizan combustibles fósiles.
Una vez distribuidas, comercializadas, llegan a los armarios de los usuarios. A la vuelta de meses o años, estas ropas son desechadas al igual que los residuos de víveres y vegetales o las bolsas y los plásticos de un solo uso.
Las actuales prácticas de consumo de la moda dan lugar a grandes cantidades de desechos textiles. La mayoría se incinera, se deposita en vertederos o se exporta a países en desarrollo. Solo el 15% de los desechos textiles posconsumo se recupera para el reciclaje. De estos, menos del 1% de la producción total se recicla en circuito cerrado. Es decir, vuelven a ser materia prima para aplicaciones de similar calidad.
Destino: Ghana y otros países africanos
Las prendas, una vez usadas, siguen cursos inimaginables que involucran dineros y la continua afectación ecológica al llegar a vertederos. A Ghana, un país de África occidental, son movilizados hasta 15 millones de ropas usadas cada semana. Un negocio para algunos, pero un serio daño medioambiental.
Al mercado de Kantomanto, en Acra, capital de Ghana, llegan cada día toneladas de ropa donada o desechada por consumidores en Europa, Estados Unidos o China. Artículos que aprovechan muchas personas para hacer negocio, como la reventa.
Sin embargo, reseña la BBC, con la “fast fashion”, de usar y tirar, mucha más ropa es desechada por la baja calidad y acaba en enormes vertederos, que no solo contaminan la tierra, sino también el mar.
Roberta Annan, embajadora de buena voluntad de la ONU, denuncia que estas prendas «van al lecho marino y ahogan a los peces y la vida marina». Según Oxfam, más de 70% de la ropa donada en el mundo termina en África. En muchos países africanos, critican el mercado de la ropa occidental de segunda mano porque destruye la industria textil local. Algunos han prohibido la importación de prendas usadas.
España no escapa a esta actuación. Las ropas usadas que se depositan en los contenedores se tiran en vertederos ilegales o se vende a países subdesarrollados.
Un trabajo de investigación de RTVE, realizado en 2020, se centra en Humanes de Madrid, un municipio a 25 kilómetros de la capital. Al margen de los diferentes polígonos industriales de lugar están tiradas toneladas de ropa. ¿De dónde han salido todas estas prendas? Hay al menos 25 empresas dedicadas al reciclaje de la ropa usada que envían a Malabo, en Guinea Ecuatorial. Unas las adquieren por sus bajo costo y el van a parar a los mares.
El cuento al revés, basura marina convertida en ropa
Estas ropas usadas que van a parar a vertederos de mares y también a espacios terrestres de países africanos, tienen un segundo o tercer uso. Ecoalf es una pyme española que se dedica al diseño y la venta de productos textiles y accesorios fabricados a partir de materiales reciclados como botellas de PET, redes de pesca desechadas, neumáticos usados y algodón posindustrial. Ahora se propone ampliar sus fuentes de materias a basura marina de plástico para fabricar tejidos y ropa.
Un estudio financiado por la Unión Europea analiza la viabilidad y factibilidad económica de la iniciativa. “Nuestro objetivo es desarrollar tecnologías de producción mediante procesos complejos de I+D con los que reciclar basura del fondo oceánico”, explicó Paloma Oñate, de Ecoalf y coordinadora del proyecto.
Manifestó que quieren “crear la primera generación de productos reciclados a partir de basura marina que cuente con la misma calidad, diseño y propiedades técnicas que los mejores productos no reciclados”.