La visión que teníamos de Europa del Este al parecer era una ilusión. Su misterio y encanto ha desaparecido. Dejando un vacío, una nostalgia por sus vampiros, sus bodas negras y deudas de sangre. El periodista Jacob Mikanowski en su reciente obra, “Adiós, Europa del Este”, pretende desvelar los entresijos de una región llena de sincretismo, contradicciones y mitos.
Mikanowski sostiene que la clave para entender los prodigios industriales, los trabajadores heroicos y los sistemas de vigilancia del paranoico comunismo, residen en ese pasado supersticioso y sincrético de la región. Un pasado que ofrece una perspectiva única para comprender la complejidad de Europa del Este.
El escritor, historiador y periodista independiente, es un experto en la historia de Europa del Este con una formación académica sólida. Con estudios doctorales en Historia Europea en la Universidad de California, Berkeley. Su trabajo, que abarca del arte a la ciencia, ha sido publicado en prestigiosas publicaciones como The Atlantic, The New York Times y The Guardian.
En Adiós, Europa del Este: Una historia íntima de una tierra dividida, Mikanowski fusiona todos sus intereses. En su libro explora la historia cultural, política y religiosa de Europa del Este a lo largo de los últimos 2000 años. Su trabajo ha sido reconocido en listas de lo mejor del año por Longform.org y The Atlantic, y ha sido traducido a nueve idiomas.
Europa del Este
Europa del Este, una región que se extiende al este de la parte occidental y al sur de la septentrional de Europa, es un concepto que ha evolucionado con el tiempo. Durante la Guerra Fría, este término cobró relevancia y se utilizó para describir a países como Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia y Hungría, que estaban bajo la influencia y control de la Unión Soviética. Naciones que compartían características políticas, económicas y culturales específicas debido a su situación geopolítica.
Hoy en día, el término “Europa del Este” se utiliza de manera más generalizada e incluye a países con una historia común marcada por su pasado comunista y su transición hacia sistemas políticos y económicos diferentes. Los estudios e investigaciones sobre Europa del Este abarcan diversos campos, desde las relaciones internacionales hasta la economía, historia contemporánea y transformación política de la región.
En la actualidad, los países que se consideran parte de Europa del Este son Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, Polonia, República Checa, Rumanía, Bulgaria y Croacia. A pesar de compartir ciertas similitudes históricas, cada uno tiene su propia identidad cultural y lingüística. Además, existen diferencias en el desarrollo político y económico entre ellos. Con algunos adoptando reformas más liberales mientras que otros mantienen un enfoque ortodoxo.
Muchos de estos países han buscado integrarse en organizaciones internacionales como la Unión Europea y la OTAN para fortalecer su posición democrática y su pertenencia al ámbito occidental europeo. Esa diversidad refleja su rica complejidad y la hace una región fascinante.
Ya no existe
Jacob Mikanowski es tajante de entrada. Hoy en día, Europa del Este ya no existe. Nadie viene de allí. Los húngaros y los polacos se consideran centroeuropeos, mientras que los países bálticos prefieren reclamar su pertenencia a la zona “nórdica” situada al norte. La etiqueta geográfica es una “conveniencia para los de fuera”, a menudo un “cajón de sastre” para los estereotipos.
Inicia su abordaje con una anécdota ocurrida durante la Revolución Rusa que retrata de manera ejemplar los giros que ha sufrido la región. Cuando los prisioneros de guerra austrohúngaros vivieron una serie de giros dramáticos en su destino. Nacidos bajo el tranquilo dominio de los Habsburgo y alistados en un ejército imperial que eliminó las distinciones nacionales, se encontraron regresando a una Europa de naciones independientes e ideologías en conflicto.
Muchos de ellos se radicalizaron. Cita el caso del periodista transilvano Béla Kun. Según relata Jacob Mikanowski en su nuevo libro “Adiós, Europa del Este”, Kun fue capturado en 1916 e internado en los Urales. Una amistad efímera con Lenin catapultó a Kun a la revolución y al liderazgo del naciente Partido Comunista Húngaro.
La revolución de 1919 en Budapest resultó en una República Soviética Húngara independiente que duró solo 133 días. Cuando esta se derrumbó, Kun ya había escapado. Desde el tejado del cuartel general soviético en el Hotel Hungaria, pilotó un pequeño avión, volando tan bajo que los transeúntes podían ver su rostro. Cargó con cadenas de oro robadas y reliquias eclesiásticas, algunas de las cuales dejó caer accidentalmente antes de desaparecer en la URSS. Las vidas tumultuosas e inusuales como la de Kun son difíciles de condensar en lecciones de historia.
Paradojas
El libro de Mikanowski se propone contar la historia de la cohesión de la región en el momento en que ha comenzado a desaparecer como tal. Si esto suena paradójico, no lo es menos la idea central del libro: “Esta es la historia de un lugar que no existe”. La historia, si es que enseña algo, lo hace de manera indirecta, a través de paradojas, contradicciones y accidentes, todos ellos muy presentes en “Adiós, Europa del Este”, un relato que abarca desde la época medieval hasta nuestros días.
Recientemente, los pueblos de Europa del Este compartían la experiencia común del comunismo. Sin embargo, con la desaparición del sistema, la región se fracturó en Estados-nación que forjaron sus propias identidades. Jacob Mikanowski argumenta en su obra que esta cohesión, que se consolidó en la posguerra, tiene raíces más profundas. Durante la Edad Moderna, Europa del Este se destacó por su notable diversidad de lenguas, etnias y, sobre todo, creencias.
Vampiros e impuestos de sangre
Esta tensión entre diversidad y cohesión se refleja en la riqueza y heterogeneidad de las tradiciones narrativas de la región, especialmente en su folclore y leyendas. Mikanowski escribe que los cuentos, historias, rumores y canciones populares capturan la esencia de lo que fue vivir los horrores del fascismo; la breve euforia y el prolongado terror del estalinismo, la inmovilidad y la escasez del socialismo tardío; y la repentina desaparición de los valores sólidos con la llegada del capitalismo.
Mikanowski relata mitos regionales como la “gran plaga de vampiros” que afectó a la frontera militar austriaca en los años 1720 y 1730. Durante este tiempo, oficiales vieneses, formados con las visiones científica y racionalista de Newton y Voltaire, llegaron a aldeas balcánicas. Encontraron tumbas exhumadas y cadáveres recientes atravesados por el corazón con estacas de espino. Una práctica común para tratar “a los muertos vivientes”.
Mikanowski también menciona el devşirme otomano, un impuesto de sangre que obligaba a los pueblos cristianos del imperio a entregar a sus hijos para ser criados a imagen de sus conquistadores. Convirtiéndolos al islam y sirviendo como soldados y administradores. Esta práctica se convirtió más tarde en el tema de varias canciones populares serbias sobre la subyugación otomana. Cantadas por “bardos errantes” que llevaban consigo un instrumento de cuerda llamado gusle.
Entre historias y categorías
En “Adiós, Europa del Este”, Jacob Mikanowski, evoca una tensión entre las historias que pueblan Europa del Este y las categorías políticas o conceptuales que intentan domesticarlas. El libro se divide en tres partes: “Credos”, “Imperios y pueblos” y “El siglo XX”, cada una explorando diferentes aspectos de la región. La narración es cronológica, pero su ritmo varía, deteniéndose en episodios ejemplares. También alterna entre estilos etnográficos y personales.
El periodista y crítico formado como historiador académico, pasó gran parte de su infancia en Polonia con su familia, mitad católica y mitad judía. En su libro, subtitulado “Historia íntima de una tierra dividida”, combina lo histórico con lo personal. Incorporando elementos de memorias, escritura de viajes y reportajes. En el prefacio, Mikanowski cita la obra de Czesław Miłosz, “Reino nativo”, y afirma que “la conciencia de los propios orígenes es como una línea de anclaje hundida en las profundidades”, sin la cual “la intuición histórica es prácticamente imposible”.
Ese enfoque romántico de la historia, que prioriza la intuición sobre el análisis y la capacidad de la historia para conmovernos sobre nuestros intentos de comprenderla, sugiere que la historia de Europa del Este es de otro orden. Más tangible, vibrante y profundamente sentida.
“Adiós, Europa del Este” oculta un sofisticado argumento sobre el poder de la narración. Mikanowski sugiere que la narración de historias y los rituales populares han sido medios de autofiguración regional. Desde los movimientos mesiánicos del siglo XVIII hasta los intentos de estados-nación contemporáneos como Hungría, Polonia y Ucrania de formar “pasados utilizables” a partir de sus historias fuertemente redactadas.
Boda negra
En su libro, Mikanowski relata un episodio de 1893 en el shtetl de Zambrów, donde un brote de cólera llevó a los residentes a organizar una Shvartze Khasene, “boda negra”, entre los dos ciudadanos más desafortunados. Poco después, la peste cesó. Los jasenos de Shvartze introdujeron la tradición del exorcismo católico en la vida del shtetl judío, para restaurar la armonía en la comunidad mediante la expulsión de fuerzas malignas.
El autor sostiene que incluso las formas narrativas menores pueden transformar el mundo. Utiliza este argumento para iluminar las conexiones entre el siglo XX en Europa del Este y su historia anterior. En particular, explora cómo el ecléctico acervo de leyendas, cuentos populares y parábolas rabínicas de la región influyó en ideologías del siglo XX. Como el fascismo, el comunismo y el neoliberalismo.
Según Mikanowski, el pasado supersticioso y sincrético de Europa del Este es clave para entender los milagros industriales, los héroes obreros y los aparatos de vigilancia paranoica del comunismo. Argumenta que el carácter dogmático y místico del periodo comunista tiene sus raíces en la profunda historia de mestizaje religioso de la región.
En ese contexto, el credo ateo del marxismo se interpretó como una doctrina salvífica más. Inspirando formas de devoción excepcionalmente fervorosas. Mikanowski ilustra esto con la historia del ensayista polaco Jerzy Stempowski, quien encontró a un grupo de sastres absortos en una lectura en directo de “El Capital” de Marx. A pesar de la creciente dificultad del texto.
Otra visión
El libro de Mikanowski ofrece un relato conmovedor sobre el Holocausto alejándose de las narrativas tradicionales. En lugar de enfocarse en estadísticas masivas, presenta biografías individuales marcadas por el horror nazi. Por ejemplo, cuenta la historia de Bruno Schulz, el escritor polaco que bajo la ocupación alemana logró producir fascinantes historias e ilustraciones gracias a la protección de un oficial nazi amante de su arte.
Sin embargo, en 1942 una disputa personal entre oficiales provocó la ejecución de Schulz, evento que Mikanowski sugiere no encaja con la imagen mecanicista del genocidio nazi. Para él, gran parte de Europa del Este vivió el Holocausto como «matanza íntima».
El libro, con sus extraordinarios personajes y sucesos, corre el riesgo de perder su argumento central entre las coloridas anécdotas. Paradójicamente, puede parecer una serie de relatos dispersos más que una historia continua de la región. Pero Mikanowski más que acercarse al pasado, busca revelar aspectos que la historia convencional no logra captar de la compleja experiencia regional. Su mayor logro estriba en mostrar cómo la larga duración de Europa del Este solo se entiende mediante un estilo que refleje su complejidad, heterogeneidad y sincretismo.