El cliché de que las parejas empiezan a divorciarse cuando el hijo pequeño empieza a ir a la primaria, es verdad.
El cliché de que las parejas pasan años distraídas criando hijos para luego darse cuenta de que no se conocen (ni a sí mismos, ni al otro), es verdad.
Pero antes del divorcio hay una etapa. Y yo creo que esa etapa no está nombrada lo suficiente ni está en nuestro radar lo suficiente, como para que puedas discernir con más seso si tú estás en ese cliché o no.
Y como yo me creo psicólogo y sociólogo, voy a tratar de nombrar esa etapa y ver si algún día se convierte también en un cliché.
LA MAMÁ
Para empezar, imaginemos a una mamá de 33-40 años. Dos o tres hijos. Se casó entre los 20 y los 28. Sus hijos grandes tienen 12 y 10 y el más pequeño tiene 5. El punto es que ese chiquito ya no depende tanto de tener a la madre amamantándolo, vistiéndolo, cuidándolo cada vez que se acerca a una alberca.
Esta mamá dejó de trabajar por 10 años. O trabajó mientras amamantaba, vestía a sus hijos, cuidaba su cuerpo, a sus amigas, volvía a embarazarse y otra vez toda la vuelta.
No es tan difícil de imaginar.
Desde el momento en el que el doctor confirmó el primer embarazo en ese primer ultrasonido, la niña, la joven, en algunos casos la señorita o la mujer, se convirtió en mamá. Y aunque tiene muchos sueños y expectativas, a ella no le queda la duda de que su rol principal de ahora y hasta nuevo aviso, será cuidar de esa pequeña semilla que vive en sus entrañas y en el cuarto de a lado.
Pasan los años y esta madre lucha con el paso de su edad, el tamaño de su cintura, la profundidad de sus arrugas. Al mismo tiempo forcejea con la mejor forma de darle un buen ejemplo a sus hijos, que lleguen a sus clases de inglés y futbol, cuidar al esposo, que la comida esté servida, sonreírle a la suegra, dormir lo que pueda, sentirse agradecida con todo.
No es tan difícil de imaginar.
De hecho, si eres mamá y estás en este periodo que yo caracterizo como anterior a “La Etapa”, es difícil encontrar los diez minutos para leer éste artículo. Son diez minutos que se los tomas prestados a tu cuerpo, a tu energía, a tus hijos, a tus proyectos. O se los tomas prestados a tus vecinos del chat que quieren que les prestes un aguacate y a los otros 10 mensajes que ya pudiste leer pero aún no contestar. Estos diez minutos ejemplifican lo que es tu vida: una cantidad enorme de cosas que atender y la culpa de no estar haciéndolo bien.
EL PAPÁ
Ahora vamos con el papá.
Primero decir que el papá no entiende porqué la mamá no se siente cómoda en su propia piel. Él ve a las demás mujeres y ellas parecen tenerlo resuelto.
Para el papá es normal ver a otras mujeres con leggings pegaditos cargando a sus hijos e imaginarse el sexo que le dan a sus esposos. Además, esas mujeres trabajan, tienen muchos followers, y aunque también han de estar aburridos de coger siempre igual, parecen tenerlo todo.
Pero dejemos el sexo a un lado por el momento.
Los papás siempre creen que la tienen más difícil que las mamás. Como son los que traen dinero a la casa, nada se compara con la incertidumbre de los negocios. Desde el tipo de cambio hasta la renuncia del director comercial. Emails, juntas, desayunos, burocracia. La mamá no parece poder visualizar la volatilidad del flujo de efectivo, el dolor de hígado por la incertidumbre del futuro y el ver cómo, año con año, los ahorros disminuyen.
El papá ve a la mamá despertarse en la noche y darles las medicinas a los niños, comprarles ropa, ir al súper, decidir el menú del día, escoger las clases e ir a las juntas de la escuela, como cosas menores. No porque no valore esa chamba, sino porque a él se le hacen fácil en comparación con lo que a él le toca. Al menos la supervivencia de la familia no está en jaque.
El papá no se da cuenta de que a la mamá le arrebataron su cuerpo. Primero creció para almacenar bebés, luego decreció al sacarlos, y luego volvió a crecer para el siguiente. Mientras tanto, sus chichis están mordidas y verse al espejo la tiene constantemente confundida.
El papá no se da cuenta de que, cuando ese hijo pequeño deja de estar en co-dependencia total, la mamá está en una profunda transición de identidad. Mientras que a los ojos de la cultura el papá vive su Viaje del Héroe, la mamá se quedó a medias entre los distintos viajes de la heroína que podría tener. De ser la estudiante de Relaciones Internacionales a ser mamá. Ser mamá, de ser la chava que salía con todos y se sabía divertir. De todas las identidades que alguna vez se empezaron a explorar, a priorizar siempre la identidad maestra. A veces ni parece que fue una elección.
Y el papá, aunque escriba éstas líneas o las lea, y valore todo lo que la mamá hace, nunca podrá saber cómo se siente tener un niño en su vientre y arriesgar a tal grado su identidad, que, como si nada, la mamá se pierde para sí misma para que otros a su alrededor se puedan encontrar.
Porque el papá, aunque recibe miles de reclamos y llamadas de atención, y hace algunas cosas bien, se justifica con el “todo lo hago por ustedes”.
DATE NIGHT
“La Etapa” comienza cuando se habla de instaurar el Date Night entre esposos. Éstas no nacen de una expansión del amor de la pareja, sino de una necesidad.
El tema es que empiezan desde ese lugar asimétrico.
Es jueves en la noche y el papá regresa a casa después de un día de pesado trabajo, aunque así han sido siempre sus días desde antes de tener hijos. Está súper orgulloso de haber hecho la reserva en OpenTable y está ansiosamente contando los minutos hasta que le traigan su whisky en las rocas o el mezcal que le recomendó su amigo.
Por su lado, la mamá necesita ayuda para organizar a los niños que están histéricos porque no se llevan bien con la nueva niñera. La cena debe prepararse. ¿Están listas las pijamas? ¿Funciona el monitor? ¿Ya está el lunch de mañana? ¿Carolina las va a recoger de la escuela?
Mientras la mamá alista todas las cosas de la casa y se maquilla para recuperar el visto bueno del espejo, el papá deambula por los cuartos preguntando “¿en qué te ayudo?”, aunque realmente está diciendo “¡ya vámonos!”.
Para el papá el Date Night es pedir el UBER y el segundo whisky para empezar a aflojar la lengua preguntándose si hoy habrá sexo. Date Night, para la mamá, es pedir su agua mineral mientras organiza en su cabeza el día de mañana, con un ojo en el celular por si la nana llama para decir que los niños no se han podido dormir. Todo esto intentando no reclamar al marido o suspirar de cansancio, y viendo el celular de reojo para que la noche no se apeste. A ella también le gustaría un poco de sexo relajado.
Es en estas circunstancias donde inicia La Etapa.
LA ETAPA
Los Date Nights no comienzan necesariamente para hablar de temas profundos o para salvar la relación, sino simple y sencillamente para ver si aún es posible gozar de la presencia del otro. O solo gozar sin tener que estar resolviendo la vida diaria.
En La Etapa es normal que se empiece a mencionar más de lo normal la palabra divorcio, la palabra cansancio, las palabras hasta la madre. A veces estas palabras se mencionan más en pareja, otras, cada quién con sus amigos o amigas. En esta etapa se cotizan cirugías plásticas y viajes. A veces al mismo lugar donde fue la luna de miel, a veces alguno se atreve a mencionar que no todos los viajes deben de ser con los suegros.
En La Etapa se habla entre líneas de relaciones abiertas y se intercambian videos de Nilda Chiaraviglio o de Retiros de Tantra. Se cuentan historias de éxito de amigos que replantearon su forma de vivir y chismes de cómo van los matrimonios o exmatrimonios de los conocidos de la generación. A veces te alegras de que en tu casa no se ha muerto un papá o no haya habido un diagnóstico negro, a veces fantaseas sobre cómo cambiaría la dinámica familiar si algo así sucediera.
Todo esto sucede, vale mencionar, mientras nos comparamos con las vidas, cuerpos y sonrisas irreales de lo que vemos en el celular cada cinco minutos.
Pero esto no es nada más una mala noticia, porque ver a otros felices, o al menos tocando una posibilidad de felicidad, nos reconecta con ese deseo que lleva reprimido varias temporadas.
Por eso, La Etapa de crisis es buena noticia. Por eso hay que nombrarla. Porque sin importar si te divorcias o no, sin importar el resultado que el mundo de afuera espera o predice para tu relación, el estar tan presente ante tantas posibilidades, el recordarte que no sabes quién eres o a dónde vas, es buena noticia aunque te sientas mareado y jaloneado por tantas fuerzas.
Te das cuenta de que cuando te casaste no fue una decisión totalmente pensada. Te das cuenta de que la decisión de tener hijos también fue inercial, aunque te digas lo contrario.
Por eso, tal vez La Etapa es el primer momento en el que sostienes tantas posibilidades, esperanzas, duelos y miedos, y te atreves a hacer algo porque aun tienes por delante un buen cacho de la línea de vida.
Bienvenida esta etapa en la que te permites soñar con otros hombres y otras mujeres. Con otros cuerpos y alientos. Otras lenguas y países. Reconectar con la que bailaba en el antro con tanta soltura o la que lo podría hacer de ahora en adelante. Hacerlo con el que se quería ir de maestría, escoger su ropa y no tener que seguir el mismo camino que papá.
Reconectar con la emoción indescriptible de poder crear una relación contigo misma y en tus propios términos.
Bienvenido a la etapa donde, a pesar de que ya conoces a tu pareja y crees que nunca va a cambiar, el precio de no hacerlo y no intentarlo es tan alto, que tal vez por ahí se cuela una luz. Somos cambio, aunque el botón de pausa se ha quedado atorado tanto tiempo.
Y aunque creciste pensando que solo había un modelo exitoso, bienvenida esa idea de que hay muchas formas de estar bien y que conformarse no es blanco ni negro como las películas o mismo tu madre, te han hecho creer.
CUIDADO
Pero cuidado. Cuidado con los juicios que van a surgir. Porque la mayor preocupación de La Etapa es no hacer el ridículo al intentar cosas nuevas. Hacia ti y hacia el que tienes enfrente.
La monotonía traía predictibilidad y estabilidad en tiempos de tantos cambios. Ahora quieres menos predictibilidad y más espontaneidad para salirte de carácter y crear una nueva yo. Porque la nueva pareja no es tejida en conjunto sin antes cada uno darse su lugar y espacio. Si apenas sabes lo que quieres para ti, ¿cómo puedes decirle al otro cómo ser y no ser?
Cuidado porque se viene una etapa de pruebas. No solo en términos de retos, sino de pruebas como tales. Probar, experimentar, ensayar, jugar. En la cama, en el proyecto laboral, con nuevos amigos, diferentes formas de postear o dejar de postear. Cuidado cuando en terapia el otro te parezca un extraño, cuando su propia inestabilidad y sus propias preguntas que nunca contestó te hagan sentir que eres una extraña para ti misma porque la roca del otro no es una roca después de todo.
Cuidado cuando la otra persona se atreva a salirse de carácter. Una sola mirada de rechazo puede posponer el cambio por 3 o 30 años.
Por eso nuestros papás nos dan tanta hueva. Porque después de 30 años no hemos visto ningún cambio de carácter. Nadie quiere estar casado con un Robot, pero cuidado cuando ese robot haga algo que tú no programaste.
EL DUELO Y REGENERACIÓN
Por eso no solo hay que dejar morir, a veces también hay que matar.
El renacimiento requiere de la muerte. Y una buena muerte requiere de un buen duelo.
La Etapa nos pone los duelos que se veían más lejos del horizonte justo enfrente de nuestra nariz. Es ahora o nunca.
Doler el tiempo, doler los sueños, las expectativas no cumplidas. Doler el cuerpo que no volverá, la sexualidad que tuviste o no, doler el dejar ir la creencia de que la vida no es como te la pintó tu película favorita de cuando tenías 15 años y suspirabas al creer en el amor de la lámpara de inagotable aceite.
Enoja tus enojos, y deprímete en tu depresión y asume toda esa tristeza. Y al mismo tiempo, o unos días o meses después, levántate de la cama, y agradece que el único teatro que realmente te importa es el tuyo. Y oh sorpresa, frente a ti está la persona que te espejea justo lo que necesitas. Porque te vayas o te quedes, te escapes o te escondas, tus temas siempre serán tus temas.
Cuando lleguen las ganas de perdonar, hazlo. Cuando lleguen las ganas de perdonarte, no te esperes.
Este matrimonio te ha permitido sentir la profundidad y la complejidad de la existencia. Pocas relaciones te permiten esto. La muerte es bella porque anuncia algo. Y si te atreves a sostener esas energías contradictorias características de La Etapa, tal vez, no lo sé, pero tal vez, todo sea posible.
Ojalá esa posibilidad sea el nuevo cliché. Al menos para ti.