Por Arantxa Rochet
20/05/2017
El primer y único centro de educación al aire libre hasta el momento homologada por una consejería de Educación en España se llama precisamente Bosquescuela y está en Cerceda, un pueblo de la sierra madrileña. Cuando uno la visita, solo ve una cabaña de madera rodeada de árboles y campo abierto. No hay un aula propiamente dicha, porque ya estaba allí cuando se puso en marcha este colegio, en 2015: es la propia dehesa y todo lo que contiene.
No hay un único método de educación en la naturaleza, pero todos tienen una base común: el aprendizaje a través de la experiencia directa con el entorno y la enseñanza de materias a través del juego libre y la motivación intrínseca de cada niño, es decir, aprender partiendo de lo que le interesa. “Lo más importante del proyecto de educación al aire libre es que respeta los ritmos individuales de cada niña o niño”, explica Marta Casla, psicóloga del Desarrollo, especialista en Lenguaje y Comunicación Tempranas y vicedecana de Estudios de Posgrado en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. “Se ha demostrado que este tipo de programas están relacionados con mayor interés por explorar el entorno y con la curiosidad y la creatividad”, explica.
Por poner un ejemplo, la rutina de Bosquescuela Cerceda consiste en que, por las mañanas, los padres y madres llevan a los niños al punto de encuentro donde está situada la cabaña donde guardan la ropa, el material y se refugian si el tiempo se pone difícil. Después de una actividad de bienvenida, los profesores imparten una unidad de conocimiento (de matemáticas, arte o lecto-escritura, etc.), siempre al aire libre. Luego empieza la aventura: cada uno coge su mochila y el grupo sale de excursión. Y la siguiente fase es la de juego libre, en la que cada alumno puede elegir con quién, dónde y cuánto tiempo quiere dedicarse a algo.
Otros proyectos conciben este tipo de educación sin una programación específica y no imparten unidades de conocimiento. Enseñan matemáticas, escritura u otras materias siempre en relación con un proyecto que haya interesado antes a los niños por motivación propia. “Se trata de un trabajo auténtico. Un niño no calcula tres partes de siete porque lo dice un libro sino que lo hace con la pintura que necesita para pintar algo que acabamos de construir. Es una pedagogía viva, real y no abstracta”, explica Gabriel Groiss, pedagogo con más de seis años de experiencia en colegios y bosquescuelas alemanas. Hace apenas un año ha puesto en marcha, junto con otros padres y madres, la asociación Playa Escuela El Médano, en Tenerife. Una iniciativa que se suma a otras de las que ya existen en nuestro país, como Plisti Plasta en el País Vasco, L’Escola del Bosc de Rubió en Cataluña o Espacio Drang en Andalucía.
Aunque no hay un registro oficial, se calcula que en España hay en torno a unas 23 bosquescuelas. Este tipo de pedagogía empezó a tomar fuerza en Dinamarca en los años 50. En Alemania, el número de escuelas infantiles al aire libre es superior a 1.000. En Suecia, Noruega y Finlandia hay entre 200 y 300 y, con menor representación, existen también en Austria, EEUU, Reino Unido, República Checa, Suiza y Japón. También en Corea del Sur, donde en 2011 el Ministerio de Educación fundó 35 escuelas al aire libre siguiendo el modelo alemán.
Esta filosofía no es nueva en España; es más, podría decirse que sus orígenes se remontan a mucho antes que en otros países: la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por un grupo de catedráticos entre los que se encontraba Francisco Giner de los Ríos, revolucionó la pedagogía de finales del siglo XIX y principios del XX al defender que un día de campo valía mucho más que un día de clase y al abogar por la erradicación de los exámenes. Creó un cauce para la introducción de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando en este momento fuera de nuestras fronteras y llegó a ser el centro de la vida cultural de la época. Integraba la educación universitaria con la primaria y la secundaria. Sin embargo, el franquismo puso fin a más de 60 años de intensa labor y sus enseñanzas quedaron relegadas al olvido.
Hoy en día, en la mayoría de los países las bosquescuelas se limitan a la educación infantil (entre 0 y los 6 años), que no tiene carácter obligatorio. Y podría ampliarse a otras edades, sobre todo hasta el primero o el segundo curso de primaria. Según Philip Bruchner, promotor de la Iniciativa Bosquescuela y Director Gerente de Bosquescuela Cerceda, habría que hacer un trabajo previo muy intenso de investigación, de crear métodos y actividades propios que hoy en día no existen: “Crear un currículum entero, que cumpla los objetivos estatales o autonómicos requiere un esfuerzo enorme de tiempo y dinero”, explica. Lo mismo opina Marta Casla, que considera necesaria una visión más flexible del currículum escolar actual, “tan basado en contenidos específicos y en competitividad”.
La pregunta que surge ante esta posibilidad es cómo podrían los niños estudiar materias “clásicas” como matemáticas o lengua si aprenden a calcular o leer según sus propios intereses. Es decir, ¿y si nunca se interesan por un proyecto que lleve a la necesidad de calcular? Según Paola Boccia, promotora de la Playa Escuela El Médano y madre de una de sus alumnas, hay que confiar más en la propia responsabilidad que surge de los niños y dejarles más tiempo del que impone el ritmo de vida actual: “Nuestra hija aprendió a leer y escribir sola en casa, juntando las letras que ella conocía. Y lo hizo desde el juego. Para mí eso es aprender desde el interior, desde la motivación y todo lo demás es memorizar. Lo que tenemos que aprender los adultos es a confiar y a acompañar en este proceso de aprendizaje, y no querer hacer ese proceso nosotros”.
Asociaciones como Edna intentan agrupar en una sola plataforma todas las iniciativas que existen en nuestro país. Y la Iniciativa Bosquescuela de Philip Bruchner, por su parte, ya ha iniciado colaboraciones con distintas universidades con el objetivo de que los doctorandos que lo deseen creen poco a poco un currículum de educación en la naturaleza para primaria. También llevan a cabo cursos de formación del profesorado en colaboración con otras escuelas de Tenerife y de Donostia, la Universidad de Sevilla, la Universidad de Santiago de Compostela y otras.
De momento, todas las iniciativas son privadas. La opción pública está más lejos, aunque si se sigue la tendencia europea, también acabará por llegar.