La enfermedad renal crónica se está volviendo algo común rápidamente. Más de un tercio de las personas mayores de 65 años la padecen. Los riñones dejan de filtrar la sangre de manera efectiva. Pero los riñones no solo filtran desechos, toxinas y líquidos adicionales de la sangre. También equilibran los minerales en el cuerpo y liberan hormonas que ayudan a crear glóbulos rojos, mantienen la presión arterial bajo control y fortalecen los huesos.
Cuenta con una alta tasa de infradiagnóstico (por encima de 40%) y sus síntomas son poco reconocibles en los estadios iniciales. De ahí la importancia de los programas de detección precoz en población de riesgo para descubrir la enfermedad antes de que llegue a sus fases avanzadas.
Además, su mortalidad ha aumentado 30% en la última década. Según el más reciente informe de la OMS, de los 55 millones de muertes que se produjeron en 2019 en el mundo, más de la mitad (55%) se deben a 10 patologías, entre las cuales se sitúa por primera vez la enfermedad renal. Se espera que para 2040 esté entre las cinco primeras.
Enfermedad silenciosa
Cuando la enfermedad renal crónica alcanza una etapa avanzada, pueden acumularse en el cuerpo niveles peligrosos de líquidos, electrolitos y de desechos sin que puedan ser expulsados en la orina. Con un análisis de sangre de rutina se pueden medir los niveles de creatinina, que es un producto de desecho de los músculos. El examen permite determinar qué tan bien están funcionando los riñones. Estos resultados se combinan con factores como la edad, la raza y el género para determinar su tasa de filtración glomerular. Su médico también puede ordenar una prueba de orina para detectar albúmina. La presencia de esta proteína es considerado un signo temprano de disminución de la función renal.
Los signos y síntomas de la enfermedad renal crónica se desarrollan con el paso del tiempo y el daño renal suele avanzar lentamente, de allí que sea conocida como la epidemia silenciosa. Puede incluir náuseas, vómitos, pérdida de apetito, fatiga y debilidad, problemas de sueño, cambios en la producción de orina, problemas con la actividad sexual, detención de los períodos menstruales y disminución de la agudeza mental.
Algunos de los factores que pueden aumentar el riesgo de enfermedad renal crónica son diabetes, presión arterial alta, enfermedades del corazón, tabaquismo y obesidad. Dependiendo de la causa subyacente, algunos tipos de enfermedad de los riñones pueden ser tratados.
Investigaciones indica que las personas que usan regularmente inhibidores como esomeprazol (Nexium), lansoprazol (Prevacid) y omeprazol (Prilosec) para la acidez estomacal tienen 28 veces más probabilidades de tener ERC que aquellos que usan antagonistas de los receptores de histamina-2 (Pepcid y Zantac).
Tener presente
La enfermedad renal crónica no tiene cura. En general, el tratamiento consiste en medidas para ayudar a controlar los síntomas, reducir las complicaciones y retrasar la progresión de la enfermedad. Hacer cambios en el estilo de vida puede ayudar a proteger los riñones y prevenir enfermedades cardíacas y un accidente cerebrovascular. Entre ellos están no fumar, consumir comidas con un contenido bajo de grasa y colesterol y hacer ejercicios regularmente.
Seguir una dieta baja en sal y azúcar puede ayudar a mantener todas estas condiciones bajo control y, a la vez, proteger sus riñones. Comidas ricas en alimentos no procesados como frutas, verduras, huevos, pescado y nueces contribuyen a mantener un peso saludable y reducir el trabajo que tienen que hacer los riñones.
La actividad física también desempeña un papel positivo. Se recomiendan 150 minutos de ejercicio de intensidad moderada cada semana (piense en caminar a paso ligero) o aproximadamente 30 minutos la mayoría de los días. Personas con ERC que hicieron aeróbico o entrenamiento de fuerza tres veces a la semana durante 12 semanas informaron mejoras en los síntomas, según un estudio publicado en Clinical Kidney Journal. La deshidratación puede afectar la función renal, así que se debe vigilar la ingesta de líquidos. Hidratarse regularmente durante todo el día ayuda a mantener una función corporal saludable.
Diálisis en casa
Es necesario crear conciencia y seguir trabajando sobre la prevención de la ERC, la detección precoz (si se detecta en sus fases iniciales se puede reducir los efectos del daño renal, e incluso revertirlo) y la atención temprana. Desarrollar estrategias que impliquen una educación en estilos de vida saludable desde la infancia, para que así puedan prevenirse sus principales factores de riesgo en la edad adulta.
A muchas personas no se les diagnostica la ERC sino hasta que han perdido gran parte de su función renal. No hay una cura para esta enfermedad. Que la enfermedad empeore a una ERT y qué tan rápido lo haga, dependen de la causa del daño renal y qué tan bien se cuide el paciente. Cuando el daño impide a los riñones cumplir su función, se puede prescribir la diálisis. Normalmente este procedimiento se realiza en unidades especiales en centros de salud. Sin embargo, una nueva estrategia está apuntando a promover los tratamientos domiciliarios. La diálisis peritoneal y la hemodiálisis domiciliaria son las modalidades de diálisis realizadas en el hogar del paciente.
Ambas opciones son más flexibles y personalizadas que otras terapias tradicionales. Brindan grandes beneficios para el paciente, pues aportan una mayor autonomía y conciliación laboral y familiar. En otras palabras, permiten adaptar el tratamiento a sus necesidades y estilo de vida. Igualmente, posibilitan realizar esquemas de diálisis con mayor frecuencia en comparación con la hemodiálisis de hospital. A ello hay que sumar la reducción de los desplazamientos al hospital o centros de diálisis, lo que reduce el estrés y fatiga. También la diálisis domiciliaria tiene un menor impacto ambiental en comparación con la hemodiálisis en hospital.