Pilar Gómez-Acebo habla sin tapujos y, además, mira a los ojos de su interlocutor como si pudiera ver en su interior. En más de una ocasión le ha cantado las cuarenta a más de un poderoso sin perder la serenidad y la compostura. Dice que la intransigencia es buena en ocasiones y que hay que gestionar la “mala leche”. La ética, sostiene, es el índice de coherencia entre lo que se siente, se dice, se piensa y se hace.
Cuando se sienta en un consejo de administración, y tiene sillón en algunos de los más importantes del IBEX 35, los únicos que se ponen nerviosos son los altos ejecutivos de sueldos millonarios a los que canta las verdades, esas bárbaras terribles como las llamaba Gabriel Celaya, como quien canta las cuarenta. La temen y la respetan.
Entiende que las cosas fueron creadas para ser usadas y las personas para ser amadas, pero en el mundo en que vivimos, donde la incertidumbre se ha convertido en la nueva certeza y todo es relativo, sucede justo lo contrario, hasta el punto de que esta sociedad genera seres débiles y dependientes, fácilmente manipulables.
«El mundo financiero, como el ámbito político, se ha movido en la mediocridad, y en ese caldo de cultivo no es fácil jugar limpio. Solo crece la corrupción, alimentada por todos aquellos que defienden el modelo porque se ven obligados a trabajar para sobrevivir»
La gente se traga cualquier cosa que le digan sin cuestionarse absolutamente nada. No hay espíritu crítico. Tenemos un elevado coeficiente intelectual, pero muy bajo coeficiente emocional. Y la clave está precisamente ahí, en las emociones. El mundo financiero, como el ámbito político, se ha movido en la mediocridad, y en ese caldo de cultivo no es fácil jugar limpio. Solo crece la corrupción, alimentada por todos aquellos que defienden el modelo porque se ven obligados a trabajar para sobrevivir. En realidad, se han invertido las prioridades, sobre todo por sublimar el denominado Estado de bienestar. En la Grecia clásica sabían cómo combatir esta lacra.
El esfuerzo, el sacrificio, el pundonor y otras cualidades similares dotaban de carácter a la sociedad, formaban personas íntegras, recias, emprendedoras, sin miedo. Las crisis fortalecen. Por contra, la comodidad y la molicie generan desidia, pereza, abandono y, en consecuencia, personas blandas e inmaduras, débiles, dadas a la incuria y fácilmente manipulables. Es preciso pasar de una gestión de lo tangible y cuantitativo a una gestión de lo intangible y cualitativo, que es donde se encuentran las emociones y, por tanto, las personas. Solo con la economía de los sentimientos lograremos salir adelante.
Vivimos en una época en la que la incertidumbre es la nueva certeza. La realidad líquida. ¿Hemos perdido los referentes? ¿Qué es lo que permanece inmutable cuando todo se desmorona alrededor?
El cambio acelerado va a proseguir y ganará velocidad en lo que se refiere a la tecnología, la inteligencia artificial, la obsolescencia programada de los negocios, etc., contribuyendo al desajuste interno de la persona. Las últimas tendencias de cada momento cada vez tienen menor duración y se incrementa la sensación de ir siempre por detrás, perdiendo todas las batallas. Mientras, por el contrario, crece el desconocimiento de la persona por dentro, de saber cada vez más de sí mismo, que es lo que permanece, nos abre la puerta a los demás y flexibiliza posturas y comportamientos, es decir, el 90% de los resultados.
Tenemos un alto coeficiente intelectual y muy bajo coeficiente emocional. Esta es la clave de lo que está pasando, ya que permite manejar y manipular al ser humano a nivel individual y grupal y, por tanto, el manejo de la población a nivel global.
A la emergencia sanitaria que ha desencadenado el Covid se une la crisis económica, social y climática. ¿Se trata de una crisis sistémica? ¿Qué ha fallado?
Como cito en el inicio del libro Sociedad en jaque, sentido común al rescate (Editorial El Viso Media, 2021) en la conocida frase, hoy más real que nunca: “Las cosas fueron creadas para ser usadas y las personas para ser amadas”, cada vez que invertimos estos términos, amando las cosas y usando a las personas en beneficio propio, estamos contribuyendo a debilitarnos y permitimos que también nosotros seamos utilizados. Nuestra realidad es directamente proporcional al porcentaje de pensamiento, actuación y decisión basado en el verbo ser, no en el verbo tener.
Usted le ha cantado las cuarenta a más de un poderoso. ¿Nunca tuvo miedo a las consecuencias?
Sí, pero el miedo disminuía en la medida que me planteaba a priori las posibles consecuencias e iba aprendiendo a incluir “aprecio y confianza por encima de la discrepancia” en el mensaje. Juzgar menos y dejar siempre la mano tendida para una salida conjunta, sin por ello ceder un ápice en aras del mayor índice de bien común de la realidad.
La tolerancia es necesaria, pero no es suficiente. ¿Se ha convertido la intransigencia en una virtud?
La discrepancia no se arregla con tolerancia. Vamos a discrepar cada vez con más frecuencia en la medida que racionalizamos la realidad porque egoístamente la estamos reduciendo a un 10% de sus posibilidades. En la medida que incorporemos algo del 90% restante de carácter interno de la persona y sus sentimientos encontraremos una salida común de ambas partes en vez de tolerar displicentemente al otro, que más bien antes que después querrá la revancha.
¿A qué se refiere cuando afirma que hay que gestionar la ‘mala leche’?
“Mala leche” tenemos todos. La diferencia está en aquellos que la gestionan adecuadamente y los que la mala leche les gestiona a ellos, siendo proclives a ser manipulados por esa vía constantemente. Frente a ello: vista de halcón, paso de buey y colmillo de lobo para no tener que usarlo…
No es que no encontremos las respuestas, es que ni siquiera sabemos cuáles son las preguntas, ¿no le parece?
Esa es una de las claves que utilizan los manipuladores a nivel mundial: que nadie se haga preguntas y todo el mundo acepte lo que dicen sin cuestionarse nada.
La inmediatez, el modelo de éxito y fracaso, la obsolescencia programada nos empuja hacia el cortoplacismo. ¿No nos haría falta mayor perspectiva para que el árbol no nos impidiera la visión del bosque?
El cortoplacismo es siempre una de las claves para provocar las crisis.
¿Por qué el sentido común es el menos común de todos los sentidos?
Por lo mismo que se han eliminado materias de humanidades desde la educación básica… Sentido, no razón, y común, por aquello que, de verdad, beneficia a una mayoría. Esto no interesa.
Frente a la crisis, apuesta por soluciones humanas que refuercen el binomio economía y sentimiento. ¿Es que puede tener alma una cuenta de resultados? ¿Cómo administrar lo intangible, lo cualitativo?
No es fácil jugar limpio en el tejido empresarial de hipocresía que hemos admitido. En él se mueven cómodos los corruptos y lo favorecen todos los que trabajan y lo defienden por supervivencia.
Propone a los empresarios una economía cuya clave sea la generosidad inteligente, dar en lugar de pedir. Como no blanda el látigo para echar a los mercaderes del templo…
Lo intangible requiere medio y largo plazo. Solo desde ahí se superan las adversidades del cortoplacismo, basado exclusivamente en la gestión tangible. “La maldad triunfa gracias al silencio de las buenas personas”… No pasa nada por echar a mercaderes del templo de vez en cuando… Es lo mínimo que podemos hacer.
“No es fácil jugar limpio en el tejido empresarial de hipocresía que hemos admitido. En él se mueven cómodos los corruptos y lo favorecen todos los que trabajan y lo defienden por supervivencia”
¿Cuál debe ser nuestro compromiso ético para no mercantilizar nuestra dignidad y nuestra conciencia?
La ética es el índice de coherencia entre lo que se siente, se piensa, se dice yse hace.
¿Cómo son los héroes de hoy?
Los acabo de definir en la respuesta anterior. Esos son los héroes de nuestros días, y casi siempre anónimos o arrinconados. Me permito citar a uno de los que acabamos de perder –el pasado 13 de septiembre–: Joseba Arregui. Existen héroes hoy, los hay.
Hanna Harendt definió la banalidad del mal. ¿Se puede hablar también de la banalidad del bien?
No creo que haya banalidad del bien. Si es banal, significa que no es el bien.
Las redes sociales han exaltado el ego, además del odio y la discriminación. Narciso acabó ahogado en un estanque. ¿Cómo acabaremos nosotros?
Es muy fácil sembrar envidia y odio cuando primero te has ocupado de tener personas analfabetas emocionales. Narciso siempre tiene complejo de inferioridad, que suple con exceso de ego.
Kurt Vonnegut relata en La pianola cómo el mundo acaba automatizándose, con los ingenieros elevados a lo más alto de la pirámide social y con los hombres quedando relegados a un segundo plano con respecto a las máquinas. ¿Podremos insuflar alma y sentimiento a las máquinas?
Ya existe, y más avanzada de lo que creemos, la neurotecnología, que permite leer pensamientos y sentimientos de los seres humanos e incluso introducirles algunos que no son suyos. La fortaleza psíquica, que se entrena, es la única vía de superación.
¿Es posible que lo único superfluo en esta sociedad en crisis sea el hombre? ¿Por qué somos seres alienados que no logramos encontrar sentido a nuestra existencia?
Los grandes poderes se preocupan por mantener a la mayoría de la gente débil, sin reflexion ni pensamiento crítico, lo que le permite tener éxito en sus “maniobras”. Para encontrar sentido a la vida es condición indispensable observarla, escucharla e interpretarla. ¿Existe alguna asignatura que se ocupe de esto? Debe ser por y para algo…
Uno de los principales males de los directivos es la mediocridad, que en política alcanza un grado superlativo. ¿Cómo luchar contra este adocenamiento?
La mediocridad es imprescindible para “manejar” y manipular a las sociedades. Un exagente de la KGB explica muy bien cómo se trabaja en tres fases: desmoralización, desestabilizacion y crisis, lo que conlleva trabajar en ello un periodo de 15 años para que triunfe. La cuarta fase de superacion requiere trabajar la profundidad interior e ir en común con otros, lo que te permite adelantarte a sus jugadas.
La globalización ha sumido al ser humano en una especie de adormecimiento –entetanimiento– que anula su espíritu crítico y lo mantiene sumido a través de la propaganda que protege los principios capitalistas y neoliberales. Surgen así personas débiles y dependientes. ¿Qué hacer para que la sociedad despierte?
Para despertar a la gente hay que darles a ganar con los planteamientos sólidos que queremos y tenderles la mano para que no sucumban en el aislamiento y la soledad, claves de casi todos los fracasos. Además, ser conscientes de que no vamos a cambiar el mundo que no quiere cambiar y sí “nuestro mundo” cercano y micro, única manera de transformar el mundo.