La digitalización abrevia los trámites y procedimientos, acorta distancias y disminuye los tiempos. También, con rapidez y sin disculpas, explora los datos personales y erosiona la privacidad de las personas. Carissa Véliz, filósofa e investigadora de estos voraces procesos tecnológicos, tiene un método para recuperar el control de los datos. Y comparte sus detalles.
Véliz es la autora de un libro sobre la creciente digitalización de la vida humana y las maneras de zafarse. Se llama La privacidad es poder: por qué y cómo debe recuperar el control de sus datos y acaba de publicar en una edición de bolsillo ampliada con la editorial Melville House. En sus capítulos pormenoriza la vertiginosa cantidad de vigilancia bajo la cual se desarrolla la vida cotidiana y las audaces soluciones.
Lo más llamativo es el argumento de Véliz para cerrar la economía de los datos por completo, o casi. Al igual que ponemos fin a otras formas de actividad que son socialmente peligrosas y se basan en la violación de los derechos fundamentales. Una posición que merece ser discutida ampliamente. Después de leer o hablar con la experta, surge el pensamiento de que el peso del argumento debería recaer en quienes desean mantener la economía de datos y no en quienes la abolirían.
Véliz es filósofa y profesora del Instituto de Ética en IA de la Universidad de Oxford. Publica artículos en revistas académicas sobre una variedad de cuestiones éticas relacionadas con el alcance de la tecnología en nuestras vidas. Con énfasis sobre preguntas de importancia actual que necesitan un análisis claro y soluciones viables.
Digitalización vs privacidad
A medida que la vigilancia se infiltra en todos los rincones de nuestras vidas, Carissa Véliz expone cómo nuestros datos personales otorgan demasiado poder a las grandes empresas tecnológicas y a los gobiernos. Por qué es importante y qué podemos hacer al respecto.
¿Alguna vez le han negado un seguro, un préstamo o un trabajo? ¿Le han robado el número de su tarjeta de crédito? ¿Tiene que esperar demasiado cuando llama al servicio de atención al cliente? ¿Ha pagado más por un producto que uno de tus amigos? ¿Ha sido acosado en línea? ¿Ha notado que la política se está volviendo más divisiva en tu país? Es posible que tenga que agradecer a la economía de datos por todo eso y más.
Sin su permiso, o incluso sin su conocimiento, las empresas de tecnología están recopilando su ubicación, sus gustos, sus hábitos, sus relaciones, sus miedos, sus problemas médicos y compartiéndolos entre ellos. Así como con los gobiernos y una multitud de buitres de datos. No solo están vendiendo sus datos. Están vendiendo el poder de influenciarte y decidir por ti. Incluso cuando les has pedido explícitamente que no lo hagan. Y no eres solo tú. También son todos tus contactos, todos tus conciudadanos. La privacidad absorbida por la digitalización.
“La tecnología digital está robando nuestros datos personales y con ello nuestro poder de tomar decisiones libres”, señala Véliz. “Para recuperar ese poder y nuestra democracia, debemos recuperar el control de nuestros datos personales. La vigilancia está socavando la igualdad. Estamos siendo tratados de manera diferente en base a nuestros datos”.
¿Qué podemos hacer? Las apuestas son altas, comenta la escritora. “Necesitamos comprender mejor el poder de los datos. Tenemos que empezar a proteger nuestra privacidad. Y necesitamos regulación. Necesitamos presionar a nuestros representantes”, advierte.
Esquemas tóxicos para la sociedad
Uno de los argumentos más importantes de su libro es poner fin a la economía de datos, punto final. ¿Cómo el fin de la economía de datos soluciona la toxicidad de los datos? ¿Cómo nos mantiene a salvo?
Carissa Véliz en una entrevista a Public Books confiesa que cuando comenzó a investigar sobre la digitalización y la privacidad, le sorprendió que nadie pidiera el fin de la economía de datos. “Por supuesto encontré mucha gente que estaba alarmada por el estado de nuestra privacidad. Pero no encontré a nadie que se atreviera a sugerir que tal vez no deberíamos estar comprando y vendiendo datos personales en absoluto”.
Lees decenas de anécdotas preocupantes, incluso libros al respecto, como el famoso “The Age of Surveillance Capitalism de Shoshana Zuboff”, comenta. Pero la única sugerencia práctica en ese libro era luchar contra el capitalismo, lo cual, en mi opinión, es un error, porque puedes imaginar una sociedad completamente no capitalista en la que hay una vigilancia terrible. ¡Eso ya pasó!
La economía de datos se ha convertido en algo tan dado que cuando comencé a abogar por su fin, la gente se sorprendió y me preguntó si realmente podemos hacer eso. Pero no hay nada impactante o radical en poner fin a una práctica económica que tiene demasiadas externalidades negativas. Hemos prohibido ciertos tipos de actividad económica en el pasado porque eran demasiado tóxicos para la sociedad.
El robo también es un modelo de negocio muy rentable, pero eso no es motivo suficiente para permitirlo, resalta. Y de la misma manera, si la economía de datos es muy rentable pero resulta que está destrozando la democracia y exponiendo a la sociedad a un daño increíble, entonces, por muy rentable que sea, puede que no valga la pena.
Economía de datos, otras opciones
Más aún si resulta que solo es rentable porque en realidad está creando una burbuja financiera que va a estallar. Y aunque suene radical acabar con la economía de datos, no sería tan difícil como parece. La gente imagina que tendría que dejar de buscar en línea y en las redes sociales. Pero nadie dijo eso. Las empresas de tecnología quieren que pensemos que necesitan la economía de datos para brindarnos esas cosas que amamos. Pero en realidad recopilan principalmente datos personales como una forma de ganar dinero, y hay otros modelos disponibles.
En 2013, Google era una empresa increíblemente rentable. Un periodista calculó que Google ganaba $10 por usuario al año. Si nos cobraran eso, seguirían siendo una empresa enormemente rentable. Algunas personas me preguntan si ese tipo de modelo de negocio es realista. Hace poco me hicieron esta pregunta en una sala llena de gente. En respuesta, le pregunté a la audiencia si alguien estaba pagando por una cuenta de Netflix. Casi todas las manos en la sala subieron, y Netflix es mucho más caro que $ 10 por año.
Hay todo tipo de modelos de negocios que podríamos diseñar e implementar: modelos de negocios que sean transparentes, justos y que no dañen la democracia. Lo que es inaceptable y extremo es tener un modelo de negocio que depende de la violación sistemática y masiva de derechos, asentó Véliz.