Por Juan Emilio Ballesteros
19/03/2017
El internet de las cosas –dispositivos que hablan con dispositivos– y la eclosión de la automatización, con la generalización del uso de los robots, han logrado en muy poco tiempo que la conectividad y la inteligencia artificial gestionen las principales actividades cotidianas y todas aquellas funciones que requieren un proceso de toma de decisiones simple, sin el concurso del cerebro humano. Con un smartphone ya es posible controlar por completo una vivienda o un centro de trabajo. Ahora, también, un automóvil. La movilidad conectada, eficiente y sostenible es una realidad imparable. En la ciudad inteligente del futuro no existirán vehículos privados, la conducción será autónoma y se llevará a cabo de forma virtual, mientras los pasajeros conversan por el móvil o simplemente se relajan disfrutando del paisaje, con el vehículo convertido en mucho más que un medio de transporte: una plataforma que podrá utilizarse para la práctica de todo tipo de actividades online.
Se calcula que para el año 2025 el vehículo eléctrico y compartido desplazará por completo al coche privado en las smart city y cinco años después, en 2030, la conducción autónoma será la alternativa viable para la movilidad. La electrificación no solo puede reducir prácticamente a cero las emisiones de CO2, sino que, también, es la mejor aliada de las energías renovables. En España puede suponer un ahorro de más de 20.000 millones de euros al año y la creación de unos 200.000 empleos.
En este nuevo concepto de la movilidad la información y el control de los datos se erigen en valores estratégicos y comerciales. Muchas de las grandes firmas andan ya preparando el futuro con la adquisición de compañías tecnológicas centradas en el desarrollo del software necesario para la conducción autónoma –comprando mapas digitales, por ejemplo–, mientras que las marcas tradicionales de la industria del automóvil siguen preocupadas por las emisiones de sus motores, preguntándose si ha llegado ya la era del vehículo eléctrico o por si solo hay que prepararse para el final de la época del diésel. Esa visión no conduce a ninguna parte y si las comañías tradicionales quieren mantener el liderazgo tendrán que adaptarse al mercado y asumir la transformación digital hacia otro modelo de negocio.
Mientras se producen fusiones y alianzas que afianzan a los nuevos líderes, las compañías enfocadas al renting, leasing y carsharing son las que mejor han sabido interpretar la nueva situación, adoptando una estrategia comercial condicionada por la relación que las nuevas tecnologías y las redes sociales han establecido entre clientes y proveedores a la hora de contratar servicios. Estas compañías, centradas en la comercialización de soluciones de movilidad para autonómos y todo tipo de empresas, tanto las multinaciones que precisan grandes flotas como las pymes que requieren un producto a su medida, llevan tiempo apostando por la flexibilidad y asumiendo que el producto es el mismo servicio.
El sector del renting, implantado en España desde mediados de la década de los 80, vive su mejor momento. En 2016 alcanzó su récord histórico de matriculaciones: 205.573 vehículos, casi 3.000 más que en el año 2007, justo antes de que arrancara la crisis. La flota de coches de alquiler a largo plazo subió un 8,7% en 2016 –hasta 486.486 vehículos– y casi una quinta parte de ese crecimiento lo aportaron profesionales autónomos y particulares.
Por su parte, el carsharing flexible, sin estaciones fijas de alquiler, está iniciando su desarrollo. Todas las tendencias socioeconómicas lo justifican: urbanización, digitalización progresiva y el deseo de las generaciones más jóvenes de utilizar en lugar de poseer. Cada 1,3 segundos se alquila un coche de car2go.