La creciente aparición de diabetes tipo 2 en niños y adolescentes está prendiendo las alarmas entre especialistas. Mucho más, porque la enfermedad cuando se desarrolla a temprana edad se comporta de manera más agresiva y es muy difícil de tratar. Los estudios se están enfocando a crear enfoques de prevención, pero para ello es necesario mejorar la capacidad de identificar eficazmente cuáles jóvenes corren mayor riesgo de padecerla.
La diabetes tipo 2 en niños y adolescentes ha desconcertado por décadas a los médicos. Desde el año 2000 los especialistas empezaron a ver con preocupación el aumento de pacientes jóvenes con sobrepeso y obesidad que describían síntomas de lo que se denominaba diabetes de aparición en la edad adulta, como aumento de la sed y visitas más frecuentes al baño, entre otros. Y es que la enfermedad solía ser solo de adultos y de pronto comenzó a convertirse en un trastorno infantil. Más de dos décadas después, médicos e investigadores buscan desentrañar qué está impulsando la aparición y proliferación de la enfermedad en jóvenes, especialmente entre las comunidades marginadas, incluidos los hispanos y latinos.
Los analistas coinciden en que la creciente prevalencia de la obesidad entre los jóvenes es uno de los factores que contribuyen a que se desarrolle la diabetes 2 a temprana edad. Sin embargo, no es la única causa. También están investigando la posible influencia de otros factores relacionados con el estilo de vida y el ambiente.
Igualmente están estudiando factores fisiológicos y de alimentación. Quieren precisar la vulnerabilidad de jóvenes de niveles socioeconómicos más bajos debido a aspectos de la vida cotidiana que escapan de su control, como un acceso más limitado a alimentos saludables y a oportunidades de hacer ejercicio de forma segura en barrios menos contaminados.
No es igual
Cuando la diabetes tipo 2 apareció por primera vez en los jóvenes, los médicos pensaron inicialmente que su progresión sería similar a la de los adultos y que, por tanto, podría tratarse en consecuencia. Pero no ha sido así. Los investigadores han determinado que la metformina, un medicamento antidiabético oral que se suele recetar a los adultos, no funciona tan bien en los jóvenes.
Las opciones de medicación aprobadas siguen siendo limitadas para niños y adolescentes. Si la metformina no funciona, la alternativa es la insulina, y los padres pueden resistirse a administrar inyecciones por las dificultades que conllevan. Se está estudiando la eficacia en jóvenes con diabetes tipo 2 de la semaglutida oral. Este es uno de los nuevos fármacos para la diabetes que también ha logrado una notable pérdida de peso. Se calcula que los resultados estarán disponibles en 2026.
Pero incluso con tratamiento las complicaciones de la diabetes aparecen más rápidamente en los jóvenes que en los adultos mayores. Un grupo de investigadores estudió a 500 adolescentes con sobrepeso, de entre 10 y 17 años, a los que se había diagnosticado diabetes de tipo 2. A los 15 años de su diagnóstico, el 60 % de los participantes había desarrollado al menos una complicación médica de la diabetes, y el 28 %, dos o más. Entre estas hipertensión, hipercolesterolemia y lesiones oculares, entre otros.
EL DATO
En la diabetes tipo 2, el organismo tiene dificultades para utilizar la insulina con eficacia. Esta hormona vital, producida por las células beta del páncreas, ayuda a que la glucosa en el torrente sanguíneo entre en las células de los músculos, la grasa y el hígado, donde se utiliza como fuente de energía. Pero a veces esas células pierden gradualmente su capacidad de responder a la insulina. Esto obliga a las células beta a bombear cada vez más cantidad de insulina. Si las células beta no pueden mantener el ritmo, los niveles de glucosa en sangre empiezan a aumentar.
Factores varios
La diabetes tipo 2 no solía aparecer hasta bien entrada la edad adulta. Pero ahora, los casos en jóvenes estadounidenses de 10 a 19 años están aumentando rápidamente. Desde 2002-2003, los diagnósticos se han duplicado. Han pasado de 9 por 100.000 jóvenes a 17,9 por 100.000 en 2017-2018, sobre todo entre asiáticos, isleños del Pacífico, negros e hispanos. Si esas tasas crecientes persisten, se prevé que el número de casos de diabetes tipo 2 en jóvenes se dispare de 28.000 en 2017 a 220.000 en 2060.
Diversos factores se han relacionado con la resistencia a la insulina en la infancia o la adolescencia. Destacan la obesidad, la inactividad y la genética, según una revisión de las causas de la diabetes tipo 2 en jóvenes publicada en el Annual Review of Medicine de 2022. La enfermedad tiende a ser hereditaria independientemente de la raza o la etnia. Entre los hispanos de Estados Unidos, los de ascendencia mexicana o puertorriqueña son los más propensos a ser diagnosticados, seguidos de los centro y sudamericanos y los cubanos.
La obesidad es también un factor preponderante. Algo más de una cuarta parte de los jóvenes hispanos son obesos, un porcentaje superior al de cualquier otro grupo racial o étnico importante. Los niños también tienen más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 si su madre padece la enfermedad o desarrolló diabetes gestacional durante el embarazo. La Asociación Americana de Diabetes recomienda que los médicos realicen pruebas de detección de la enfermedad a los jóvenes con sobrepeso u obesidad a partir de los 10 años o una vez iniciada la pubertad, lo que ocurra antes, si presentan uno o más factores de riesgo.
La disposición de la grasa
Alaina Vidmar, endocrinóloga pediátrica del Hospital Infantil de Los Ángeles, asegura que el lugar donde un adolescente tiene más grasa acumulada también importa. Esto porque la resistencia a la insulina se ha asociado a un tipo de grasa llamada visceral. Las personas con forma de “manzana”, con gran parte de la grasa en el abdomen, tienen más riesgo de diabetes que las que tienen forma de “pera”, que acumulan la grasa bajo la piel, sobre todo en las caderas.
A diferencia del tipo de grasa más común, denominada subcutánea y que se siente al pellizcar alrededor de la cintura, la grasa visceral rodea el hígado y otros órganos vitales. Esta situación aumenta el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad del hígado graso y otras afecciones.
“Realmente necesitas que el hígado procese la glucosa para poder utilizar bien la insulina”, dice Vidmar. “Y si está lleno de grasa, no puede hacerlo”. La enfermedad del hígado graso, que se ha asociado tanto a la obesidad como a la diabetes tipo 2, es más frecuente en adultos hispanos. Seguidos de los blancos y los negros, según un metaanálisis que analiza 34 estudios.
Hacer exploraciones por imagen es lo más recomendable para identificar la extensión y localización de la grasa visceral en los adolescentes, afirma Vidmar. Pero dado que es costosa, los médicos pueden medir en su lugar el perímetro de la cintura de un adolescente.
EL DATO
La piel engrosada, más oscura y aterciopelada, conocida como acantosis nigricans, es un posible signo de advertencia del desarrollo de diabetes tipo 2. Puede aparecer en el cuello, los codos, las rodillas y otras zonas donde la piel se pliega. Las personas que detecten acantosis nigricans en sí mismas o en sus hijos deben consultar a un médico.
No solo obesos
La obesidad solo representa una parte del perfil de riesgo de la diabetes tipo 2, lo que refleja la complejidad que significa comprender la fisiopatología de la enfermedad de inicio en la juventud. Aproximadamente una cuarta parte de los jóvenes con diabetes tipo 2 no son obesos, según un metaanálisis publicado en 2022 en JAMA Network Open. Los jóvenes asiáticos son los menos propensos a ser obesos; aproximadamente un tercio no cumple los criterios de obesidad.
Por otra parte, un análisis que examinó las tendencias de la diabetes tipo 2 desde 2002 hasta 2018, identificó que la edad pico para el diagnóstico era de 16 años en niños y niñas. La única excepción fueron los jóvenes negros. En ellosel diagnóstico alcanzó su punto máximo a los 13 años. Posiblemente antes entre las niñas negras, lo que puede estar relacionado con un inicio más temprano de la menstruación.
En la pubertad se experimenta temporalmente resistencia a la insulina debido en gran parte a un aumento de las hormonas. La mayoría de los jóvenes compensan esa resistencia transitoria segregando más insulina. Pero por razones que aún no están claras, una subpoblación de adolescentes no lo hace. Y probablemente por eso desarrollan diabetes tipo 2.
Células beta
Los autores de la revisión en el Annual Review of Medicine señalan un papel preponderante en la aparición de la enfermedad al deterioro de la función de las células beta. En un estudio en el que participaron 699 jóvenes con diabetes tipo 2, la metformina controló los niveles de glucosa en sangre solo en aproximadamente la mitad de los participantes. La medicación fue menos eficaz entre los jóvenes negros, por razones que no están claras, según los investigadores. Otro análisis de la misma población de estudio identificó un descenso anual de la función beta de entre el 20 % y el 35 % en los jóvenes diabéticos, en comparación con estudios anteriores que mostraban un descenso anual de entre el 7 % y el 11 % en los adultos diabéticos.
Los médicos han descubierto que la función de las células beta falla muy rápidamente entre los jóvenes. Y que ese declive tiende a correlacionarse con la falta de respuesta a la metformina. Se desconoce si determinados grupos raciales o étnicos son más vulnerables a la pérdida de función de las células beta. Se espera que un nuevo estudio a gran escala identifique tales diferencias fisiológicas y de otro tipo entre las poblaciones.
El estudio, denominado Discovery of Risk Factors for Type 2 Diabetes in Youth Consortium, pretende inscribir a 3.600 adolescentes con sobrepeso u obesidad, el 36 % de ellos hispanos. Los investigadores planean seguir a los jóvenes hasta la pubertad. El objetivo es analizar marcadores genéticos y fisiológicos como la resistencia a la insulina y la función de las células beta. Además, conocerán la salud mental, los estilos de vida y los determinantes sociales de la salud de los participantes.
Sirope de maíz sospechoso
Expertos han centrado su interés en los últimos años en el análisis de la nutrición poco después del nacimiento. Y han hecho especial atención a las fórmulas infantiles que contienen sirope de maíz. Estas fórmulas tienen más probabilidades de provocar picos de azúcar en sangre que las fórmulas a base de lactosa. Consideran que si está elevando la glucosa en sangre de los bebés con sirope de maíz, eso pudiera ser problemático para el control a largo plazo de los niveles de azúcar en sangre.
También analizaron las tendencias de obesidad en 15.246 niños que recibieron leche de fórmula a través del Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres, Bebés y Niños. Los bebés que consumían cualquier fórmula con sirope de maíz tenían un 10 % más de probabilidades de ser obesos a los dos años de edad que los que no lo hacían. Casi el 90 % de los participantes en el estudio eran hispanos.
En otra investigación, se estudió hasta qué punto las circunstancias familiares de un niño contribuyen a la obesidad y a los cambios metabólicos que pueden aumentar el riesgo de diabetes tipo 2 en jóvenes. Se descubrió que el estrés crónico era generalizado. Tres cuartas partes de los padres y cuidadores declararon sufrir estrés. El 29 % detalló tres o más factores estresantes relacionados con la salud, el trabajo o las relaciones. Cuanto mayor era el número de factores estresantes de los padres, más probabilidades tenía el niño de ser obeso.