El concepto según el cual la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, llevado a la cúspide de su fama por Winston Churchill, ha sido ratificado con formidable elocuencia por dos acontecimientos: el derrumbe del Muro de Berlín en 1989 y la caída sorpresiva de la Unión Soviética en diciembre de 1991. Nadie imaginaba grietas en el poderoso bloque soviético inspirado en los postulados de Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin y hecho realidad con la sanguinaria mano de Stalin y sus secuaces.
Rómulo Betancourt, contra la corriente en boga, expone una solución orientada a apaciguar la natural inconformidad de las juventudes, calmar los terribles apremios de las clases desposeídas y conmover la conciencia de los intelectuales en favor de los valores democráticos. En el espectro político, su posición enfrentó al comunismo victorioso del momento, prometedor de paz y prosperidad, pero negacionista intransigente de la vida en libertad. Abriéndose paso en la confusión reinante por el mito soviético, Betancourt logró que la iniciativa se concretara en el partido Acción Democrática con el esfuerzo conjunto de Rómulo Gallegos, Valmore Rodríguez, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios, Andrés Eloy Blanco, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevali.
Esa actitud política garantizó un apreciable grado de tolerancia y de autonomía para el dinamismo del pueblo, aún con insuficiencias, errores y vicios, que se han visto compensados por la vigencia efectiva de ciertas normas del Derecho y por los alcances del progreso y el mejoramiento general.
La huella doctrinal del partido del pueblo comienza su trayectoria vital con el Manifiesto de Barranquilla, el 22 de febrero de 1931, soporte de ARDI, el camino espinoso de ORVE y del PDN. Los contenidos ideológicos permanecen estables apoyados en los pilares filosóficos del Estado de Derecho y el sufragio, en frontal contraste con la proposición obstinada e intolerable de Lenin que pretendía la eliminación del Estado y del sufragio en el horizonte político de Occidente.
En realidad, el ideal democrático y libertario de los accionistas, accióndemocratistas o adecos, peyorativo bien asimilado, se construye sobre las bases de la democracia representativa, la independencia económica, la reforma agraria, los cambios en materia educativa y la explotación racional de los recursos naturales, mineros y petroleros.
Los fundadores de Acción Democrática no solo tuvieron presente la responsabilidad de sus principios, sino que los defendieron con la ardiente pasión que acompaña la convicción.
Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios libraron una batalla decisiva para protegerlos de las aviesas intenciones del régimen castrista. Betancourt, el primero, justo el día de su toma de posesión el 13 de febrero de 1959, paró en seco la imprudente solicitud de financiamiento del gobernante cubano que desdeñaba los graves problemas económicos que dejó dictador general Marcos Pérez Jiménez.
El residente Raúl Leoni y su ministro del Interior, Gonzalo Barrios, derrotaron los intentos de Fidel Castro de introducir la guerrilla en 1967, por Machurucuto, población costera del Caribe venezolano en el estado Miranda, y comenzaron el muy bien concebido y eficaz Plan de Pacificación.
Al término del periodo de Leoni, asume el testigo Gonzalo Barrios, candidato bajo el lema de un Gran Presidente, alusivo a su fina y penetrante inteligencia. Los resultados otorgaron el triunfo a Rafael Caldera, abanderado del partido socialcristiano COPEI, por una reducida diferencia de 25.000 votos, discutibles ante un Consejo Supremo Electoral, integrado con la representación de todos los partidos políticos, garante de la más absoluta imparcialidad.
Gonzalo Barrios crece en la derrota, declina la protesta y reconoce la victoria de su adversario y se eleva en la historia contemporánea como el padre de la alternancia democrática.
La adhesión a la democracia representativa ha sido un sentimiento constante e inherente al primer partido político del siglo XX. Los fundadores de Acción Democrática, con acta de nacimiento de 13 de diciembre de 1941, unieron al compromiso ideológico una profunda y leal amistad.
Don Rómulo Gallegos aconsejaba a sus jóvenes condiscípulos que «enseñaran juntos la moral» ; Andrés Eloy Blanco dijo que «los adecos cuando no tienen con quien pelear pelean entre ellos mismos»; Gonzalo Barrios consagró «las trompadas estatutarias» para recriminar las discusiones subidas de tono y poco más; Rómulo Betancourt afirmó «adeco es adeco hasta que se muera». Semejantes enunciados velan por la verdadera unidad orientada a fomentar la disciplina y la vocación de servicio público de los militantes.
La gestión de los gobiernos de Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi, ha sido fiel a las tesis programáticas. Aciertos y errores derivan un balance positivo.
De la obra cumplida atinente a los sectores político, económico o social, vale la pena destacar la política petrolera diseñada por Juan Pablo Pérez Alfonzo, resumida como sigue: Participación razonable en las ganancias; comisión coordinadora de la conservación y el comercio de los hidrocarburos; no más concesiones; creación del sector público petrolero con el Ministerio de Minas e Hidrocarburos y la Empresa petrolera del Estado y la constitución de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, que trasciende las fronteras y hace posible un importante logro de la política Exterior de Venezuela al reunir en su seno la mayoría de los países productores de petróleo a partir de 1961.
Otro éxito primordial es la firma y entrada en vigor del Convenio de Ginebra de 1966 a fin de buscar una solución amigable y pacífica al conflicto entre Guyana y Venezuela por el deslinde limítrofe del territorio esequibo y, por último, digno de relieve, la aplicación de la Doctrina Betancourt, consistente en el no reconocimiento a los gobiernos de facto, sin origen y fundamento en la voluntad popular.
La independencia económica posible se procura con la asignación de parte del ingreso petrolero al desarrollo y diversificación de la industria en general. La agricultura y la ganadería recibieron ingentes recursos con el objetivo de aumentar la producción y la productividad, también se destinaron cantidades al establecimiento de modernos complejos agroindustriales, un testimonio fructífero es el estado Portuguesa, convertido en granero de la nación y sede de industrias conectadas con la agricultura y la ganadería, con capacidades de satisfacer necesidades domésticas y de exportar productos a precios competitivos en el comercio internacional.
En 1960, de otra parte, fue promulgada la ley de reforma agraria en el Campo de Carabobo, símbolo magnífico de la Independencia, su administración, corresponderá al ministro de Agricultura y Cría, Víctor Giménez Landinez y al presidente del Instituto Agrario, Luis Piñerúa Ordaz. La reforma agraria no estuvo circunscrita a la entrega de las parcelas de tierra a los campesinos. Se les proveyó de apoyo técnico y financiero, además, se construyó una infraestructura física idónea, viviendas rurales, acueductos, escuelas, medicaturas, carreteras y servicios de energía eléctrica.
«He sostenido como un medio de solución a la tragedia de Venezuela la intervención humanitaria o la aplicación del Derecho de injerencia, al mismo tiempo, la aplicación de la Responsabilidad de Proteger los derechos humanos fundamentales de los pueblos de los embates transgresores de dictadores y tiranos»
En este artículo limitado no cabe la cita larga de la obra ejecutada por los gobiernos presididos por mandatarios de Acción Democrática. Sin embargo, no puedo evitar un apunte relacionado con los avances emocionantes en el ámbito educativo, durante los gobiernos de Betancourt, Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi. La creación de la Universidad de Oriente que contó con el rector Luis Manuel Peñalver, la Universidad de los Llanos, dirigida por Felipe Gómez Álvarez o los Pedagógicos de Barquisimeto y el José Manuel Siso Martínez, el abogado y abnegado educador upatense.
Resalto del gobierno de Carlos Andrés Pérez el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho que brindó a muchos jóvenes venezolanos la oportunidad de estudiar en el exterior en las mejores universidades de Europa y América. Asimismo, señalo la creación del Sistema Nacional de Orquestas, Juveniles e Infantiles, hecha realidad por la voluntad indoblegable del maestro José Antonio Abreu, que ha sido declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
En mi opinión, quizá lo más importante de las tesis del partido sea lo concerniente a la educación, no lo digo por mi adscripción a ese mundo (he permanecido en él durante el exilio de más de veinte años, como profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid), lo digo desde una perspectiva política, convencido de que sin la difusión y arraigo de ciertas nociones fundamentales, siempre estaremos expuestos a crisis como la que hoy sufrimos, que obedecen a desbordamientos que solamente la educación logra disciplinar y hasta sacarles provecho.
Vivimos ahora, un proceso salvaje de destrucción, sin precedentes, que nos muestra las plagas del hambre, la enfermedad y la muerte. El general De Gaulle, orgulloso de su uniforme, aseveró que un político traidor era despreciable pero que un militar traidor era dos veces despreciable. Aludo a Chávez que con camarilla militar entregó a Castro la voluntad de los venezolanos para decidir su propio destino.
He sostenido como un medio de solución a la tragedia de Venezuela la intervención humanitaria o la aplicación del Derecho de injerencia, al mismo tiempo, la aplicación de la Responsabilidad de Proteger los derechos humanos fundamentales de los pueblos de los embates transgresores de dictadores y tiranos.
El 31 de agosto escuché al secretario general de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, escogido los integrantes de la plataforma unitaria, anunciar la participación en los comicios electorales de noviembre, previa las negociaciones de México en pleno desarrollo. Metido en ese berenjenal el Partido del pueblo, Acción Democrática, celebra sus ochenta años con yerros y graves equivocaciones.