Como la catástrofe de Valencia puede ser trágico y dejar mucho barro que limpiar
Las catástrofes suelen sacar a flote lo mejor y lo peor de los pueblos. En medio del caos surgen héroes anónimos y se hunden los líderes con pies de barro que no las gestionan eficazmente. La DANA continúa causando estragos, no solo en la geografía española, su impacto puede ser demoledor en la política de la nación ibérica.
En la historio universal abundan las catástrofes que terminaron arrastrando a los gobiernos que no supieron gestionar la crisis. Su efecto devastador, en el mundo político por lo general no es inmediato, pero su poder corrosivo actúa lentamente hasta forzar el cambio.
Pasó, por ejemplo, en Nicaragua luego del terremoto de Managua de 1972, que contribuyó a la caída del dictador Anastasio Somoza. El desastre de Chernóbil, en 1986, tuvo un impacto significativo y se considera que contribuyó a la caída de la Unión Soviética.
El huracán Katrina en 2005 en Estados Unidos generó la caída en la popularidad del entonces presidente George W. Bush. En España aún se recuerda como el desastre del Prestige arrastró el gobierno de José María Aznar.
En el momento actual cuando se lee que la DANA “es un fenómeno meteorológico caracterizado por una masa de aire frío que se aísla en los niveles altos de la atmósfera, separándose de la circulación general del chorro polar” pareciera estar describiendo metafóricamente el gobierno de Sánchez. “Este fenómeno puede traer intensas lluvias y tormentas”. Vaya que se si ha desatado una seguidilla de tormentas políticas y anuncia un clima político de pronóstico reservado.
Un pacto por la DANA
La tormentosa sesión plenaria del Congreso de Diputados en la que llovieron sin pausa las acusaciones, críticas y recriminaciones desde la izquierda hasta la derecha. Mientras un deslucido Víctor Torres, como solitario exponente de la gestión del gobierno, se guarecía bajo el paraguas del «No es el tiempo de culparnos, sino de ayudarnos”. En La Palma aún esperan las ayudas que Torres debía entregar a los afectados por el volcán y la burocracia insensible.
Mientras la DANA sigue haciendo de las suyas por Terragona y Andalucía. Una gota fría recorría la frente del ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, en su comparecencia ante el pleno de la Cámara baja. El Ejecutivo debía comparecer para informar sobre su respuesta ante las consecuencias de la catástrofe ocasionada por el fenómeno climático. Pero ni Pedro Sánchez ni Teresa Ribera asistieron. Otra inasitencia notable fue la del líder del PP Alberto Núñez Feijóo. Tales ausencias agregaron más calor a la fricción. Tanto el PSOE como el PP recibieron sus dosis de crítica.
Torres reiteró que el cambio climático es una realidad indiscutible, provocada por la acción humana. «Es necesario repensar y redimensionar el planeamiento urbanístico, apostar por energías limpias y descarbonizar el planeta», dijo.
El ministro subrayó la urgencia de alcanzar un pacto de Estado para que España esté mejor preparada para afrontar fenómenos meteorológicos extremos, como la DANA que afectó recientemente a la Comunidad Valenciana. «Es necesario un pacto de Estado, para estar bien preparados ante circunstancias como las que hemos vivido. Nos va la vida en ello, y debemos hacerlo juntos», reiteró.
Defensor solitario
El ministro expuso los hechos con los cuales intentó defender la cuestionada gestión de la catástrofe por el gobierno de Pedro Sánchez, como la solicitud de ayuda a la Unión Europea más allá del Fondo Europeo de Solidaridad.
Citó la propuesta de un nuevo reglamento ‘Restore’ que permita reprogramar los Fondos de Cohesión FEDER y FS Plus, para destinar una parte a paliar los daños de desastres naturales. Aseguró que el viernes habría una propuesta de compromiso en Bruselas para la iniciativa.
Sin embargo, pese a la propuesta de un Pacto de Estado, la exposición de Torres evidencia que la estrategia del gobierno se centra en las ayudas y la reconstrucción. Desea que la tragedia “no se convierta en un instrumento de uso partidario”, una ambición que muchos sintieron como una vía para sacudirse los cuestionamientos.
Defendió la actuación del gobierno de Sánchez otra vez. Insistió en que hubo contacto permanente con el presidente de la Generalitat Valenciana y que puso a disposición todos los recursos necesarios. Evitó atribuir culpas, pero apuntó a que a las 20:36 horas del día de la tragedia, cuando se recibió la petición de activación de la UME para toda la provincia, se habían producido importantes lluvias e inundaciones, y la situación era objetivamente dramática.
Ayuda y reconstrucción, lo esencial para Torres
Consciente de que la ciudadanía afectada reparte culpas entre las administraciones regional y central, como se puso de manifiesto durante la visita real, La Moncloa centró su narrativa en las medidas de ayuda y reconstrucción. Pretende así unificar a la población y desviar la atención y el descontento por su pésima respuesta ante la catástrofe.
Torres en un tono empalagosamente conciliador invitó a todas las formaciones políticas a arrimar el hombro y compartir sacrificios. «Ya habrá tiempo para la asunción de responsabilidades, porque la ciudadanía exige, casi clama, un trabajo conjunto», se le escuchó decir.
Lluvia de acusaciones
El debate sobre la gestión de la DANA polarizó aún más el panorama político español. El pleno del Congreso hizo oídos sordos a la solicitud de Torres y desató un chaparrón de acusaciones. Con el PP a la cabeza se intensificó el cuestionamiento y se culpó directamente a Pedro Sánchez y a la ministra Ribera de la tragedia por la muy tardía declaración del estado de emergencia. «El Ejecutivo abandonó a los valencianos», dijeron. César Sánchez fue tajante: «No ha fallado la política ni el Estado. Falló el gobierno de Sánchez».
Otros grupos parlamentarios, como Compromís y Junts, repartieron culpas entre el Gobierno central y la Generalitat Valenciana. Criticaron la gestión de ambos y exigieron responsabilidades. Desde Junts advirtieron al Gobierno que no es correcto vincular la aprobación de los presupuestos con las ayudas a los damnificados. Exigieron un fondo extraordinario de 15.000 millones de euros para afrontar los efectos de la DANA. Los de Podemos criticaron al Gobierno por no declarar el estado de alarma
La invitación a trabajar todos unidos de Torres solo tuvo eco en el PNV. Durante las 4 horas que duró el pleno, no hubo tregua. Abundaron las solicitudes de destitución y renuncia (tanto para Sánchez como para Mazón), acusaciones de negligencia criminal, abandono a los valencianos y hasta de fanatismo climático.
Hasta la Unión Europea
La tormenta política ocasionada por la DANA trasciende las fronteras. No solo en el Congreso hubo truenos y centellas. La crispación se trasladó al Parlamento Europeo, donde Teresa Ribera, comparecía como parte del proceso de confirmación como Comisaria de la UE,que la convertiría en la mujer más poderosa de Europa, luego de Ursula von der Leyen.
La versión europea del Político, publicó que la audiencia de Teresa Ribera estuvo marcada por un intenso debate político partidista, dominado por las acusaciones relacionadas con la reciente tragedia de Valencia. Un clima poco habitual en el Parlamento Europeo transformado. En lugar de centrarse en las propuestas de la ministra para abordar el cambio climático, la sesión se convirtió en un campo de batalla. Los eurodiputados españoles aprovecharon la oportunidad para lanzar acusaciones contra la política española y la vincularon directamente con la tragedia.
A pesar de las interrupciones, Ribera habló extensamente sobre la necesidad de que la UE enfrente con más fuerza el cambio climático y se como una firme defensora del Pacto Verde Europeo. Habló de acelerar la transición y se refirió a la capacidad del bloque para lidiar con las inundaciones y sequías extremas. Tropezó en algunos aspectos más técnicos, pero mostró conocimiento, serenidad y compostura, pero los expertos no se atrevieron a asegurar que aprobó el examen. Ursula von der Leyen negocia con los jefes de los grupos europarlamentarios del PPE, socialdemócratas y liberales para tratar de evitar el descalabro del acuerdo político alcanzado luego de las elecciones. Hasta ahora, los seis postulados a comisarios están en la cuerda floja.
Una mirada al pasado
La historia de España está marcada por catástrofes naturales que, más allá de sus devastadoras consecuencias humanas y materiales, han dejado una profunda huella política. Desde las inundaciones de Valencia en 1957 hasta el desastre de Aznalcóllar en 1998, han sido catalizadores de cambios radicales en las políticas públicas y gestión de riesgos.
Las inundaciones de Valencia, por ejemplo, revelaron las deficiencias en la planificación urbana y la gestión del agua. Condujo a una reestructuración radical de la ciudad y a la creación normas de construcción. La gestión de la crisis por parte del gobierno de Franco generó tensiones políticas y aceleró la transición una gestión de desastres más coordinada.
Las inundaciones de Bilbao en 1983 no provocaron la caída del gobierno de Felipe González, pero pusieron de manifiesto la necesidad de mejorar los sistemas de alerta temprana y la coordinación entre las administraciones. Impulsó reformas en la gestión del riesgo de inundaciones a nivel local y regional.
El desastre de Aznalcóllar reveló las lagunas en la legislación ambiental y la necesidad de fortalecer la supervisión de las actividades mineras. La catástrofe creó una mayor conciencia pública sobre los riesgos ambientales y condujo a la aprobación de leyes que responsabilizan a las empresas por los daños causados al medioambiente.
DANA, la prueba de fuego
La DANA no es un fenómeno nuevo. Los más recientes, de 1982, 1987, 1996, 2000, 2012 y 2019 no fueron tan letales. En 1982 hubo 30 muertes y daños extensos en la Comunidad Valenciana. Su gestión ha sido criticada en varias ocasiones, sobre todo la necesidad de mejorar los sistemas de alerta temprana y la preparación ante desastres. El fenómeno ha pasado a ser un desafío creciente, especialmente en el contexto del cambio climático, que aumenta su frecuencia y su intensidad. Atribuir la catástrofe actual al cambio climático es cinismo puro.
Las seis experiencias previas permitieron desarrollar mecanismos para monitorearla y reducir su impacto y letalidad. La falla no es producto de la falta de recursos técnicos, de experiencia o capacitación humana, como pasa en el tercer mundo, sino consecuencia de una pobre, miope y mezquina mentalidad política. En contextos de fragilidad institucional, se pueden desencadenar procesos de violencia y desestabilización. Sánchez hasta ahora ha sido un hábil manipulador para sostenerse en el poder pese a la fragilidad de sus apoyos y la DANA puede ser su prueba definitiva.
Las crisis provocadas por fenómenos naturales exacerban las tensiones sociales preexistentes. Polarizan a la sociedad y generando conflictos por el acceso a recursos y la atención gubernamental. España ya antes de la DANA, era y es, una sociedad polarizada con crecientes tensiones sociales. La incapacidad del gobierno para responder eficazmente ante un desastre mina la confianza pública y genera un clima de descontento e inestabilidad política que crece como la riada en el país.
Tragedias, motores de cambio
Las catástrofes naturales, lejos de ser meros eventos climáticos, pueden ser potentes catalizadores de transformaciones políticas y sociales. Su impacto trasciende las pérdidas humanas y los daños; moldean las dinámicas de poder, prioridades gubernamentales y relaciones internacionales. Pueden ser motores de cambio positivo. Al exponer las vulnerabilidades de los sistemas políticos, sociales y económicos, impulsan la demanda de políticas públicas más resilientes y equitativas. Las legislaciones aprobadas luego de las inundaciones de 1957 en Valencia, y las de 1983 en Bilbao, por ejemplo
Los desastres naturales son un recordatorio de la fragilidad humana y de la necesidad de construir mejores sociedades, bien gestionadas y equitativas. Sus consecuencias devastadoras obligan a repensar prioridades y fortalecer o cambiar instituciones.
La forma en que los gobiernos responden a las crisis tiene un impacto duradero en la vida de las personas y en el rumbo de las naciones. En el caso de la actual DANA la tormenta no solo arrastra al gobierno de Sánchez español. Son muchos los países en situaciones similares. La gota fría en la política puede ser tan devastadora como la climática, pero actúa más lentamente.