El puntilloso tema de la ideología de género y sus cada vez más prolijos conceptos y manifestaciones, se cuela en los hogares, escuelas, redes y academias. Los niños transgénero, ya no los adolescentes o adultos, irrumpen con fuerza en la sociedad: ¿como un derecho, un contagio o una imposición?. Se ha emprendido una cruzada que edulcora esas opciones de cambio y redefinición de género sin valorar las consecuencias físicas y emocionales que desencadenan para la vida futura.
Jazz Jennings es uno de los crecientes casos de niños transgénero. Nació en el sur de Florida en 2000. Cuentan que desde los dos años -cuando los bebés solo tienen conciencia de las conductas básicas- mostraba interés por la ropa y los juguetes que normalmente eligen las niñas.
Se dice que la transfobia en Estados Unidos es omnipresente y mortal, pero para Jazz y su familia, la transición presentó oportunidades extraordinarias, reseña City Journal, en medio del boom de la ideología de género. Desde entrevistas con Barbara Walters, documentales, conferencias giraban en torno a la ya jovencita Jazz. Incluso, tiene un lugar en las estanterías de las bibliotecas escolares de todo el país y un premio de la American Library Association.
En 2015, la carrera de Jazz alcanzó su punto máximo. La cadena TLC lanzó una serie de reality shows protagonizada por ella y su familia; ahora está en su octava temporada. Ese año, Johnson & Johnson también nombró a Jazz modelo de su línea de cuidado de la piel Clean & Clear. En 2018, diseñó un sostén en sociedad con Knixteen, una empresa de ropa interior para adolescentes. Es una influencer LGBTQ muy solicitada, con millones de seguidores en Instagram, TikTok y YouTube.
El golpe de gracia en su ascenso se produjo cuando recibió una carta de aceptación en Harvard.
Niños transgénero, rasgos de una nueva sociedad
La culminación de su transición, como otros niños transgénero, llegó en 2018 mientras se preparaba para su cirugía de confirmación de género, coloquialmente conocida como «cirugía de trasero». Pero más técnicamente llamada vaginoplastia. Durante el procedimiento, los médicos castrarían a la joven Jazz de 17 años y crearían una vagina artificial. Para celebrar la inminente operación, la madre de Jazz organizó una “Fiesta de despedida del pene” para amigos y familiares.
La fiesta fue en parte un escape de serias preocupaciones. Los cirujanos generalmente usan tejido del pene para esculpir una nueva vagina. Pero debido a que Jazz había comenzado a usar bloqueadores de la pubertad a una edad tan temprana para el cambio de género, el pene en cuestión seguía siendo demasiado pequeño para el trabajo. Los médicos planearon extraer tejido del revestimiento de su estómago para completar la construcción vaginal.
El cirujano reconoció que la cirugía implicaba algunos riesgos, entre ellos hemorragia interna y daño al intestino, recoge City Journal. Efectivamente, cuatro días después de la operación, Jazz experimentó un «dolor loco». Parece que lo que los cirujanos llaman su “neovagina” se había partido. Para solucionar el problema, necesitaría dos cirugías correctivas.
Aunque negó que tuviera algo que ver con su transición, después de sus cirugías cayó en una depresión y tuvo que aplazar su admisión a la universidad. Durante los siguientes dos años, ganó unos 45 kilos debido a un trastorno alimentario recién diagnosticado. Lo último que escuchamos, aunque había comenzado su educación universitaria, su líbido está «básicamente en ninguna parte». Ella nunca ha experimentado un orgasmo y probablemente nunca lo hará. «Este ha sido un viaje real, ¿no?» dijo su médico en un episodio filmado después de la cirugía.
Ignorancia deliberada empujan al viaje de género
Los menores trans y “que cuestionan el género” se han unido a una revolución poco entendida en números sorprendentes. El “viaje de género”, la búsqueda de la propia identidad está remodelando las biografías de los jóvenes susceptibles en una nueva forma radical y dañina.
La cruzada ha sido impulsada por los medios sociales y corporativos y sus representantes famosos, respaldada por un establecimiento médico sorprendentemente cómplice. Promovida por educadores, por jueces y aplaudida por políticos al más alto nivel. (“Niños transgénero increíblemente valientes”, es la caracterización del presidente Biden). Ya sea que se den cuenta o no, los partidarios muestran una ignorancia deliberada. Sobre la naturaleza infantil y respaldan puntos de vista completamente opuestos a la psicología infantil y las tradiciones legales y culturales. En el proceso, están socavando la comprensión de los niños y la confianza de los padres en las realidades humanas más básicas.
Los niños transgénero como Jazz, que están profundamente alienados de su propio cuerpo sexuado y tratan de adoptar una nueva identidad como el sexo opuesto, no son nuevos. Sin embargo, han sido pocos y distantes entre sí. Al querer encajar con otros niños de su nuevo sexo, tendían a mantener su transición en un nivel bajo.
La identidad de género se define como “el propio sentido interno de uno mismo y su género, ya sea hombre, mujer, ninguno o ambos”, en palabras de un glosario de National Public Radio, que se basa en información de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Además, la identidad de género, «cómo defines tu género en tu cabeza», no debe confundirse con la orientación o atracción sexual. Y ninguno de estos debe confundirse con el sexo de un individuo, es decir, «rasgos físicos con los que naces» o, en el argot ahora familiar, «el sexo que te asignan al nacer».
Medios y redes, detrás de los pequeños
La revolución de la identidad de género ha brindado a muchos adolescentes, que crecen en un momento de incertidumbre global y descontentos, una transformación como una aparente salida de su dolor.
Organizaciones, páginas web y una avalancha de mensajes por distintas plataformas promueven la infancia trans. Disney, Cartoon Network y otras grandes empresas incluyen abiertamente personajes y contenidos gays, trans y el lenguaje no binario de “elle”.
Las redes sociales les ofrecen “amigos comprensivos e instrucciones paso a paso para aliviarse”: cambie su nombre y pronombres, córtese (o déjese crecer) el cabello. Tírese la ropa de niña (o de niño), salga del armario con sus padres, haga una cita en una clínica de género, etc.
Entonces, ¿cuál es el futuro de la cruzada de los niños transgénero? Recientemente, sus partidarios han estado a la defensiva. Críticos como Leor Sapir del Instituto Manhattan están planteando preguntas preocupantes sobre la calidad de la investigación sobre la atención de afirmación de género. Los “detransicionistas” recurren a las redes sociales para acusar de mentiras y traición a los médicos que alguna vez fueron de confianza. Y para desahogar su ira por las mastectomías que desfiguran, el dolor persistente y la infertilidad.
Está surgiendo más evidencia de que los bloqueadores de la pubertad tienen efectos secundarios dañinos, mientras que muestran efectos insignificantes sobre la disforia. Finlandia y Suecia, países con excelentes reputaciones progresistas, se están alejando de su anterior apoyo a la atención afirmativa.
La principal clínica de género de Suecia, en el Hospital Universitario Karolinska, ha dejado de recetar bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales cruzadas para niños transgéneros menores de 16 años. Mientras que requiere aprobación judicial para jóvenes de 16 a 18 años. El Reino Unido, Francia y Nueva Zelanda también están revisando sus protocolos de afirmación de género.
Y después… qué?
Mientras bulle la guerra transcultural, los niños continúan demostrando cuán inadecuados son para tomar las decisiones que los afirmadores de género nos aseguran que solo ellos saben tomar.
En las redes sociales, señala City Journal, los niños natales se preguntan si pueden tener períodos porque están tomando estrógeno. Las chicas natales preguntan: «¿Cuándo me va a crecer un pene?» Cuando a los jóvenes se les dice que su protocolo médico implica arriesgar su futura fertilidad, suelen responder que no tienen interés en tener hijos.
Aunque cualquier adulto sabe lo contrario, está seguro de saber cómo se sentirá a los 30. “Cuando era adolescente, me repelía la idea de tener hijos biológicos”, escribió un veterano de la cirugía trans en el Washington Post. “Años después, me sorprendieron los dolores que sentí cuando mis amigos y mi hermana menor formaron sus propias familias. Los sacrificios que hice parecían irrelevantes para el adolescente que era”. Su arrepentimiento es desgarrador, pero no sorprendente. Después de todo, ella era solo una niña.