El doctor y profesor de medicina en la Universidad de Harvard Martin Kulldorff, quien también trabaja como epidemiólogo en uno de los más grandes hospitales de Boston, Estados Unidos, no aboga por el confinamiento como la medida más eficaz para frenar los contagios de la COVID-19.
En una entrevista con Libre Mercado, el laureado científico se refirió a las estrategias que que sí son efectivas para aminorar los estragos de la pandemia, sobre todo en una gestión de medidas enfocada en las edades.
Kulldorff se basa en un rasgo esencial de la COVID-19: la diferencia en el riesgo que supone para las personas mayores y para los más jóvenes. Esta brecha de edad está presente en casi todas las enfermedades, pero en el caso del coronavirus, que se propaga con tanta facilidad, es clave mantener protegidos a los grupos de riesgo.
Comparte con Jayanta Bhattacharya, profesor de epidemiología y economía en la Universidad de Standford, la idea de que la estrategia se debe enfocar en proteger a los mayores y no cerrarlo todo, confinarlo todo.
Las restricciones y la inmunidad de rebaño
«La inmunidad de grupo es un hecho científico probado», asevera. Esta inmunidad de rebaño, como también se le conoce, no es más que dejar que las personas contraigan el virus para conseguir, posteriormente, la inmunidad. Un concepto defendido por este profesor de Hardvard y rechazado por la Organización Mundial de la Salud. Jarbas Barbosa, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud, llegó a afirmar que «la inmunidad de rebaño no es una estrategia sino una tragedia».
Pero no es una estrategia, de acuerdo con Kulldorff. Se trata de un hecho más que comprobado. La cuestión es hacerla de forma consciente y protegiendo a quienes más lo necesitan, los grupos vulnerables.
Su apuesta se basa en ir hacia la inmunidad de manera organizada y garantizando la protección de los mayores. Se puede conseguir sin la aplicación de grandes confinamientos o restricciones. La clave está en gestionarlo bien, ya sea en una gran capital, como Madrid, o en un pequeño pueblo.
Su premisa es que no se pueden cerrar escuelas y el mundo entero mientras no haya una vacuna. La vida debe continuar y las medidas de protección deben centrarse en quienes realmente son los más vulnerables. Reafirma su punto con un ejemplo de la estrategia aplicada en Suecia, su país natal. «La experiencia de mantener las aulas abiertas fue exitosa: cero muertes con casi 2 millones de alumnos en colegios, institutos y universidades que nunca cerraron».
La gestión de la pandemia en España
Por un lado está el Gobierno Central llevando la cuenta de la cantidad de contagios, la incidencia acumulada y lo rápido que se propaga el virus. Por el otro está el Gobierno de Madrid, que asegura que lo esencial es centrar el análisis en la adaptación y la capacidad asistencial.
Frente a ese escenario de dualidades, Kulldorff toma posición. «Contar el número de casos no siempre es tan útil», señala. A mayor cantidad de test, mayor incidencia. Así funciona porque es la muestra de que la capacidad de propagación supera las medidas de diagnóstico que aplique cualquier gobierno.
Insiste en que lo más importante es la revisión del número de hospitalizaciones, los fallecimientos. Con estas cifras se constata cuál es la situación sanitaria más certera. Está en contra de la obsesión por hacer test masivos. «Lo que hay que hacer es asegurarnos de que le hacemos la prueba a aquellas personas que acuden al sistema sanitario con síntomas de la COVID-19, y por supuesto a los grupos vulnerables y su entorno más estrecho».
En cuanto al rastreo asegura que, ciertamente, hacerlo es fundamental en muchas enfermedades, pero no lo es tanto en el escenario actual de la pandemia. Hay demasiada propagación y dispersión del virus en tantos países. Para él la insistencia debe estar en la protección de los grupos de riesgo y, asegura, ese debe ser el foco de las estrategias mientras continúe la pandemia: proteger, pero avanzando.
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