Juan Antonio Morales y Francisco Macías, Universidad de Huelva
En algunas ocasiones la naturaleza nos sorprende creando formas geológicas de gran belleza en los entornos más insospechados. Lo que no suele ocurrir es que el entorno contaminado de una balsa de residuos tóxicos «genere arte» natural a través de la precipitación de minerales. La bajada del nivel de las aguas en la presa de Gossan-Cobre nos ha descubierto un paisaje que parece sacado de una película de ciencia ficción.
¿Qué es la balsa de Gossan-Cobre?
La presa de Gossan-Cobre está situada en el municipio de Minas de Riotinto, en la provincia de Huelva. Estas minas se enclavan en la faja pirítica ibérica, el cinturón metálico más importante del mundo. Sus minas han sido explotadas desde hace al menos 5 000 años y durante la electrificación que siguió a la Revolución Industrial su cobre abasteció las necesidades de toda Europa.
El dique se levantó en 1960 y sufrió remodelaciones que finalizaron en 1977 con el único objetivo de contener residuos sólidos y líquidos de los procesos de concentración de los metales extraídos de la mina. Desde su construcción, la balsa recogió los vertidos de la planta de concentración de cobre. Posteriormente, también se vertieron los residuos generados en los concentradores de plata y oro. Este proceso finalizó hacia 2001 con el abandono de la actividad.
A día de hoy, este embalse es la balsa de lodos tóxicos más grande de Europa, con una capacidad de 22 hectómetros cúbicos, equivalente a 8 800 piscinas olímpicas. Sus residuos sólidos contienen restos de cobre, hierro, zinc, arsénico y cianuro, entre otros. A pesar de ello, el complejo fue declarado Bien de Interés Cultural en 2005; sus datos están recogidos en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH).
A través de los años el embalse ha sufrido numerosos cambios de nivel de acuerdo con los vertidos, las lluvias y los periodos de sequía. También han sido numerosas las ocasiones en que reboses incontrolados terminaron con vertidos de agua tóxica en el cauce del río Odiel, que recibe sus aguas a través de uno de sus afluentes, el Tintillo.
A fin de evitar este tipo de eventos, desde la reapertura de las actividades mineras de Riotinto en 2015, las aguas de este embalse se han drenado para su tratamiento. Como resultado, en los últimos años su nivel ha bajado unos tres metros.
La naturaleza «crea arte»
La bajada de las aguas ha descubierto un fascinante yacimiento de lo que en Geología se conoce como geoformas de precipitación. Estas geoformas presentan estructuras arborescentes, ya que fueron originadas sobre la antigua vegetación que quedó sumergida por las aguas ácidas. El paisaje resultante es muy singular. En algunos momentos, parece un paraje marciano.
El mecanismo por el que estas formas se originaron es un proceso sencillo relacionado con los periodos de subida y bajada del nivel de las aguas, a su vez generado por ciclos de precipitación de minerales asociados a evaporación.
Al encontrarse las aguas saturadas en azufre y calcio, cualquier periodo de evaporación tendrá como consecuencia una sobresaturación de estos elementos que dará lugar a la precipitación de yeso (sulfato de calcio hidratado). Para que este precipite basta con evaporar un 2 % del volumen de agua.
El yeso depositado tiene un aspecto fibroso con un color blanco y se adhiere a las ramas de la vegetación sumergida, recubriéndolas por completo. Posteriormente se van formando sucesivas capas que resultan en un crecimiento radial de la geoforma.
Cuando la evaporación es mayor, metales como el hierro entran también en sobresaturación. En este caso el sulfato que precipita es la schwertmannita (nombrada así en honor a su descubridor, Udo Schwertmann). Su aspecto es terroso con color pardo-anaranjado.
Este mineral suele precipitar en los poros dejados por las fibras de yeso, dando finalmente un color amarillento-anaranjado a la geoforma y haciendo que su estructura sea más compacta. Este sulfato, puede captar otros metales, fundamentalmente arsénico.
No obstante, la schwertmannita es un mineral inestable, que tiende a transformarse con la desecación en otros minerales más estables como la goethita o la jarosita, eliminando de su estructura estos otros metales, que pasan al medio ambiente contaminando el entorno.
Formas efímeras
La bajada intencionada en el nivel de agua del embalse nos ha permitido acceder a unas maravillosas geoformas que hasta ahora habían permanecido sumergidas salvo en periodos secos. Sin embargo, estas formas son efímeras, ya que los sulfatos como el yeso son altamente solubles y se disuelven fácilmente con el agua de lluvia, pudiendo destruirse por completo.
Por el contrario, si el nivel del embalse vuelve a subir por el vertido de nuevas aguas de la planta de depuración, estas formas quedarán de nuevo protegidas y preservadas, aunque quedarán ocultas a nuestros ojos.
En cualquier caso, este es un ejemplo de cómo los procesos geológicos pueden crear bellas formas dando un aspecto positivo a algo tan negativo como la contaminación ambiental.
Juan Antonio Morales, Catedrático de Estratigrafía, Universidad de Huelva y Francisco Macías, Investigador del Departamento de Ciencias de la Tierra, Universidad de Huelva
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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