Más de 57 millones de personas en el mundo viven actualmente con demencia, y las estimaciones sugieren que el número aumentará a 153 millones para 2050. Algunos análisis advierten que el 40% de estos casos están relacionados con factores de riesgo modificables, como la exposición a la contaminación del aire.
Los científicos encontraron evidencia consistente de una asociación entre PM2.5 y la demencia incluso cuando la exposición anual fue menor que el estándar anual actual de la Agencia de Protección Ambiental, de 12 microgramos por metro cúbico de aire (μg/m3). Un macro estudio de Harvard T.H. Escuela Chan de Salud Pública señala que la exposición a contaminantes atmosféricos de partículas finas (PM2.5) puede aumentar el riesgo de desarrollar deterioros de la memoria y la razón.
Es el primer estudio que utiliza la herramienta “riesgo de sesgo” en investigación de exposición no aleatorios (ROBINS-E), que aborda el sesgo en estudios ambientales con mayor detalle que otros enfoques. The Harvard Gazette señala que el estudio incluye informes que utilizaron la «determinación activa de casos». Un método que involucra la detección de poblaciones de estudio completas seguida de una evaluación en persona para la demencia.
“Es un gran paso para proporcionar datos procesables a las agencias reguladoras y los médicos. En especial a la Agencia de Protección Ambiental que está considerando fortalecer los límites de exposición a PM2.5”, dijo Marc Weisskopf, el autor principal estudio. Los otros participantes en la investigación publicada en The BMJ son Elissa H Wilker, Marwa Osman y Philip Drinker.
Contaminación del aire y su relación con la demencia
De más de 2.000 estudios, los investigadores identificaron 51 con una asociación entre la contaminación del aire ambiental y la demencia clínica. Todos publicados en los últimos 10 años. Se evaluó el sesgo de esos estudios mediante ROBINS-E, y 16 de ellos cumplieron con los criterios para el metaanálisis. La mayor parte de la investigación se centró en PM2.5, pero el dióxido de nitrógeno y el óxido de nitrógeno fueron los siguientes contaminantes estudiados.
Los científicos encontraron evidencia consistente de una asociación entre PM2.5 y la demencia incluso cuando la exposición anual fue menor que el estándar anual actual de la EPA (Agencia de Protección Ambiental de EE UU) de 12 microgramos por metro cúbico de aire (μg/m3).
En particular, hallaron un aumento del 17% en el riesgo de desarrollar demencia por cada aumento de 2 μg/m3 en la exposición anual promedio a PM2.5. También encontraron evidencia que sugiere asociaciones entre la demencia y el óxido de nitrógeno. Un 5% de aumento en el riesgo por cada 10 μg/m3 de aumento en la exposición anual. Con el dióxido de nitrógeno, hubo un 2% de aumento en el riesgo por cada 10 μg/m3 de incremento.
No obstante, los investigadores notaron que la asociación de la contaminación del aire con el riesgo de demencia es menor que la de otros factores de riesgo, como el tabaquismo. Sin embargo, debido a la cantidad de personas expuestas a la contaminación del aire, las implicaciones para la salud podrían ser sustanciales en la población.
Prevención y políticas regulatorias
“Dada la gran cantidad de casos de demencia, identificar factores de riesgo modificables y procesables para reducir la carga de la enfermedad tendría un tremendo impacto personal y social”, dijo Weisskopf. “La exposición a PM2.5 y otros contaminantes del aire es modificable por los comportamientos personales, pero lo más importante es su regulación”.
A manera de conclusión, se indica que “los resultados fortalecen la evidencia de que los contaminantes del aire son factores de riesgo para la demencia”. Sugiere además que los esfuerzos para reducir la exposición de la población a estos contaminantes podrían ayudar a rebajar la carga personal, financiera y social de la demencia. La reducción se puede lograr a nivel personal y los médicos deben comunicar a sus pacientes los riesgos de la exposición a los contaminantes del aire. Más importante aún, se pueden tomar medidas más amplias en la políticas públicas.
Estos hallazgos pueden proporcionar a las agencias reguladoras una guía para su uso en la estimación de la carga de la enfermedad. Y los esfuerzos de establecimiento de regulaciones más efectivas.