A menudo la lucha contra el cambio climático se centra en reducir la contaminación por carbono y la transición a fuentes de energías renovables. Dos acciones importantes para mantener la temperatura del planeta bajo control. Sin embargo, frecuentemente se olvida un elemento crucial: cambiar la forma se usan los suelos para su mejor conservación.
El aumento del contenido orgánico de los suelos mitiga el cambio climático. La materia orgánica está constituida por material vegetal y organismos que se alimentan de él y bloquea el carbono extraído de la atmósfera en la fotosíntesis.
Técnicas como la agricultura de conservación son de gran importancia en el objetivo minimizar o suprimir la labranza, garantizar que el suelo siempre tenga un cultivo de cobertura y utilizar la rotación de cultivos para mejorar la fertilidad del suelo.
Sus ventajas son múltiples. Se utiliza menos combustible fósil y maquinaria. Además, hay menos erosión y más agua y aire limpios. Se producen más alimentos ricos en nutrientes, más biodiversidad y agricultores felices. Lo más importante, sin embargo, es su efecto en la captura de carbono en el suelo. Una solución que se ha subestimado en el haz de soluciones del problema del cambio climático causado por las emisiones de gases de efecto invernadero.
Carbono en cifras
La agricultura es responsable de generar aproximadamente la cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero que genera la humanidad. En el caso de España, emite cerca del 12% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.
La adopción de buenas prácticas agrícolas y de conservación puede ayudar a revertir esta situación. Aumenta el secuestro de carbono orgánico en el suelo. Un buen ejemplo es la labranza cero (siembra sin haber labrado previamente el suelo). Se hace uso de la cubierta orgánica del suelo y de cultivos rotativos.
De allí nació la idea de usar cultivos para recolectar más carbono atmosférico y encerrarlo en la materia orgánica del suelo, lo que permite compensar las emisiones de combustibles fósiles.
La iniciativa, llamada 4perMille (4P1000), se lanzó en la COP21, la XXI Conferencia anual de las Partes para examinar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París en 2015. El objetivo era aumentar el secuestro de carbono por «4 partes por 1000 (4P1000)», por año durante 20 años.
El suelo del mundo contiene 1.500 gigatoneladas de carbono en forma de material orgánico.
Metas más ambiciosas
En este sentido, un equipo de investigación, dirigido por el profesor del Departamento de Ingeniería Rural, en la Escuela de Ingeniería Agrícola y Forestal, Universidad de Córdoba, Emilio J. González, analizó el potencial de la agricultura de conservación para alcanzar la meta de aumentar el carbono orgánico en el suelo en un 0,4% anual.
Aplicaron el modelo del Proyecto de Beneficios de Carbono, diseñado por el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas. Compararon la agricultura convencional basada en la labranza pesada con los datos del modelo basado en labranza cero, con cultivos extensivos. Encontraron que al usar la agricultura sin labranza, los niveles de secuestro de carbono podrían alcanzar hasta 3 veces la cantidad objetivo en la iniciativa 4P1000.
El estudio se encuentra dentro del proyecto europeo llamado LIFE Agromitiga, cuyo objetivo es contribuir al cambio hacia un sistema agrícola bajo en carbono.
El ejemplo de Canadá
Hay abundante evidencia de que cambiar las prácticas agrícolas puede marcar la diferencia. Sean Smukler, investigador jefe del Laboratorio de de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Columbia Británica, ha estudiado el secuestro de carbono en tierras de cultivo canadienses.
Señala que para 2011 los agricultores en las praderas, que representan el 80% de las tierras de cultivo del país, estaban secuestrando un promedio de 97 kg de carbono por hectárea por año, un aumento de aproximadamente 10 veces desde 1981. «Hemos logrado un progreso sustancial en la captura de carbono, pero todavía queda un largo camino por recorrer», dijo
Un reto por delante
Un estudio de 2017 de la Federación Europea de Agricultura de Conservación indica que este tipo de agricultura puede aumentar la rentabilidad, gracias a la reducción de los costes de producción. Muchos agricultores trabajan con márgenes de ganancia muy bajos. Cambiar las prácticas de cultivo puede ser riesgoso. Lo que funciona en un campo podría no funcionar en el de al lado. Además, algunos suelos, como las turberas, son vitales para el almacenamiento de carbono, pero tan improductivos que pueden necesitarse subsidios gubernamentales para trabajarlos.
Sin embargo, la agricultura de subsistencia insostenible y los métodos de tala y quema que se usan en algunas regiones menos desarrolladas a menudo pueden causar deforestación, pérdida de nutrientes del suelo, erosión a gran escala y, a veces, incluso desertificación completa.
Es de gran importancia expandir el tratamiento del suelo como un proceso integrado para convertir el suelo contaminado y menos útil en suelo agrícola utilizable. Además, ayuda a una mejor conservación del suelo y aumenta su calidad para una mejor producción de alimentos.
Un suelo sano es primordial para que las plantas crezcan y prosperen. Tomar los pasos necesarios para conservar el suelo forma parte de un estilo de producción sostenible.
Un día para reflexionar
El Día Internacional de la Conservación del Suelo se celebra cada 7 de julio. Es una fecha propicia para resaltar los beneficios de las operaciones adecuadas y la atención en el terreno de todos. Se estableció en 1963 en memoria del Dr. Hugh Hammond Bennet, un investigador estadounidense que dedicó su carrera a combinar un aumento en la producción del suelo sin deteriorarlo ni destruirlo. Han pasado 60 años desde de la muerte de este pionero. Su mensaje y los desafíos que se planteó son inalterables y se enfocan en lograr una gestión sostenible.
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