La felicidad y la infelicidad no son simplemente estados mentales opuestos, sino que coexisten de manera inseparable. Son contracaras de la vida humana. Las personas siempre se guían por una serie de mitos creados para aumentar la felicidad pensando que ese es el camino y lo que necesitan. Pero la clave puede estar en reducir la infelicidad en lugar de simplemente perseguir más felicidad. Por ejemplo, el dinero no compra felicidad, pero puede reducir preocupaciones y tensiones.
Eduardo Merino Reyna, consultor especializado en gestión y liderazgo de equipos comerciales, asegura que se presta más atención a la infelicidad, a lo negativo, en vez de enfocarnos en lo que nos hace felices. La búsqueda de significado y propósito en la vida (razón por la que nos levantamos cada mañana y que nos da sentido a nuestra existencia), aunque, paradójicamente, a veces implique sufrimiento.
Explica que en el ámbito laboral, un trabajo con propósito, a pesar de sus desafíos, se percibe como valioso. Laborar en lo que amamos genera pasión y hacerlo en lo que no produce estrés. En ambos casos, el trabajo duro es esencial. La relación entre felicidad, sufrimiento y propósito se convierte en un equilibrio complejo en la búsqueda de significado personal. Obsesionarnos con evitar la infelicidad puede llevarnos a perpetuarla. Pero también desear intensamente la felicidad puede generar insatisfacción.
«La riqueza es la habilidad para experimentar totalmente la vida».
Henry David Thoreau
«La riqueza no consiste en tener grandes posesiones,
sino en tener pocas necesidades».Epicteto
Contra viento y marea
Arthur C. Brooks, profesor de felicidad y liderazgo en Harvard Business School, coincide en que la felicidad no es un destino, sino una dirección, un proyecto. «Todo lo que vale la pena en la vida es un proyecto; no es algo que tengas. Además, tienes que ir contra la corriente, contra el mundo y contra la naturaleza en este camino. La naturaleza solo quiere dos cosas para nosotros: que sobrevivas y transmitas material genético. No le importa si somos felices», dice.
Explica que todo se sustenta en cuatro pilares. Uno es la fe o filosofía, como una manera de mantener la perspectiva y no estar siempre enfocado en uno mismo. Los otros son la familia y la amistad, y luego el trabajo. «Este último necesita tener dos características, que no son dinero, poder o fama. Éxito ganado; la idea es generar valor con tus esfuerzos, que la gente sepa que haces bien, y servicio a los demás», indica.
Comenta que el creciente abandono de trabajos por insatisfacción en Estados Unidos no es un problema de las empresas, sino cultural. Enfatiza que las compañías no pueden hacer prácticamente nada. Precisa que hay cada vez menos fe, no solo tradicional (religiosa), sino espiritual. «Además, la familia se está volviendo cada vez menos importante. El problema de la soledad es catastrófico. Las empresas solo tienen margen de maniobra en el pilar de trabajo al ayudar al empleado a tener un propósito, pero no pueden hacer mucho por su fe o por su familia. El problema es cultural, no económico».
Asevera que lo importante es encontrar algo interesante en qué trabajar, que no siempre será divertido o tendrá un impacto en el mundo, pero siempre será tuyo. «Lo más interesante para ti es tu vocación si puedes ganarte la vida con ella», acota.
El dinero no es el problema
Decir que el dinero no es necesario es ilógico y una total mentira. Mientras que empresas de suministros, bancos, petroleras, hospitales, supermercados, te pidan dinero a cambio de servicios y productos, lo vas a seguir requiriendo. El dilema es cuánto dinero hace falta para equilibrar la balanza de la felicidad financiera; es decir, cuándo deja de ser motivo de ansiedad permanente. “Las personas que dicen que el dinero no compra la felicidad, tienden a tenerlo”, asegura el profesor Brooks.
«La falta de dinero es la raíz de todo mal».
Mark Twain
«No pienses que el dinero lo hace todo
Voltaire
o acabarás haciéndolo todo por el dinero».
A su juicio, el dinero es asociado con el éxito y este con la felicidad. “Algunas personas piensan: Mira, si sigo este camino tendré más éxito y, entonces, seré más feliz. Esos caminos realmente le llevan al éxito y consiguen fama, dinero y prestigio. Pero en lugar de felicidad encuentran frustración”. Recomienda que mejor que responder por qué se quiere dinero, es cuestionarse sobre qué quieres hacer con este para ser más feliz. “He pasado gran parte de mi tiempo ayudando a las personas a entender que la felicidad debe ser su objetivo y que para alcanzarla deben tomar decisiones que no siempre van a ser las más obvias y rentables”, expresa.
Un contrasentido es ir tras más dinero para pasar mayor tiempo con tus hijos, pero ganar ese dinero te impide compartir con ellos. “Comprar experiencias con las personas que amas, reservar tiempo y pasarlo con las personas que amas, dar tu dinero a las causas que te hacen sentir bien y ahorrar tu dinero. Todas esas cosas, en realidad, traen felicidad auténtica. Esas son las formas de comprar la felicidad”, afirma.
Directamente proporcional
Un estudio de la Universidad de Princeton descubrió que hay una relación directamente proporcional entre dinero y satisfacción. Las personas con mayores ingresos tenían mayores niveles de satisfacción con sus vidas, debido a que el dinero les permitía cubrir sus necesidades básicas sin estrés.
Sin embargo, los autores de la investigación, los psicólogos Daniel Kahneman y Angus Deaton, también determinaron que esa mejora se mantenía en ascenso hasta llegar a los 75.000 dólares al año. A partir de ese punto, los niveles de satisfacción se estancaban y ya no crecían en proporción a los ingresos. Pruebas posteriores fijaron esa cifra en 95.000 dólares. Una vez que se concreta la tranquilidad financiera, los niveles de satisfacción dependen de lo que se haga para conseguir la felicidad emocional.
«Cómo tratas con el fracaso determina cómo consigues el éxito».
David Feherty
«El dinero no te hace feliz, pero relaja los nervios».
Sean O’Casey
Lo cual concuerda con una afirmación de Brooks en cuanto a que lo verdaderamente importante no es asegurarse grandes ingresos, sino que el secreto es mantener a raya los gastos. La tendencia consumista lleva a elevar el nivel de gastos en la misma proporción que el de ingresos. Aconseja evitar los errores financieros y reducir los malos hábitos.
Uno de los que se deben erradicar son los gastos hormiga: esas pequeñas cantidades de solo unos pocos euros mensuales que, sin darte cuenta, se convierten en cientos de euros al año. Sugiere no cometer errores financieros y estar atentos con los riesgos que suponen las tarjetas de crédito y los créditos al consumo. Nunca se debe pedir un crédito al consumo para vacacionar o financiar un coche más grande que el que realmente puedes permitirte.
Salud mercantilista
Ya vimos que el dinero no nos lleva a la felicidad, pero al parecer sí sirve para estar más cómodos mientras esta llega. La realidad es que estar económicamente bien proporciona una vida más larga y una mejor salud mental.
Aquellos con menos nivel económico sufren bastante más que los ricos de depresión, ansiedad y trastornos mentales. En muchos casos, provocados, precisamente, por haber crecido en entornos duros y verse sometidos a más privaciones y situaciones traumáticas y desdichadas, por no tener dinero.
La pobreza consume vidas, disminuye los recursos mentales, reduce las capacidades cognitivas. Las personas de bajos ingresos no solo tienen mayor riesgo de enfermarse, sino que cuando están enfermas, se vuelven aún más pobres.
«Una inversión en conocimiento paga el mejor interés».
Benjamin Franklin
«Cuando tienes dinero, solo tú recuerdas quién eres. Pero cuando no tienes dinero, todo el mundo olvida quién eres».
Bill Gates