Si de algo saben los científicos es de la incertidumbre y la falta de certezas. Precisamente por eso algunas voces reivindican la necesidad de caracterizar y deconstruir el sexo. Acostumbrados a las evidencias, el mundo científico se mueve de cara a los nuevos escenarios.
Para el ciudadano común el sexo es importante. En los círculos científicos tiene un sentido e impacto aún más significativo. Lo que la mayoría ignora, es que pese a la percepción que tenemos, los científicos no saben a ciencia cierta qué es. Aunque desde la antigüedad están intentando definirlo. No solo es importante por las implicaciones existenciales. Lo es para optimizar la precisión en las investigaciones. Un enfoque interdisciplinario sobre sexo y género en la ciencia es un paso crucial hacia una investigación más inclusiva y precisa.
De las entrañas de CellPress
Ante esa realidad la revista CellPress publicó un número especial que desafía los modelos binarios de categorización y promueve la deconstrucción del sexo y el género en la investigación científica. Con lo cual busca implementar directrices que proporcionen una visión más precisa y relevante de estas características.
Su planteamiento se centra en la evolución de la comprensión científica del sexo y el género. Destacando cómo enfoques más precisos e inclusivos pueden mejorar la rigurosidad de la investigación científica. Además, da voz a las minorías sexuales y de género, que históricamente han sido excluidas de las discusiones científicas sobre esos temas.
“Este proceso no solo mejorará la ciencia, sino que también nos acercará a la igualdad de salud entre géneros y permitirá descubrimientos e innovaciones sin restricciones”, afirma Isabel Goldman, MD, editora de Cell Leading Edge. Para quien es importante ir más allá de lo binario y comenzar a deconstruir el sexo en variables significativas y mecanismos causales.
Elusiva definición
Beans Velocci, historiador de la Universidad de Yale, dice que la concepción del sexo, tanto en teoría como en práctica, ha demostrado ser una categoría incoherente y mutable. Acumulando a lo largo de los siglos una serie de significados contradictorios, pero coexistentes. Incoherencia que tiene implicaciones prácticas al introducir la falta de especificidad e imprecisión en la investigación científica que alimentan los debates sobre los derechos de las personas transgénero.
Desde Aristóteles y Galeno los científicos utilizan una variedad de características y procesos para definir el sexo. A medida que los científicos han estudiado más el sexo, aparecen más contradicciones. Los modelos han evolucionado desde el modelo anatómico que identifica el sexo mediante la inspección visual de los genitales externos hasta el modelo gonadal del siglo XIX, que se basa en la identificación de los testículos u ovarios.
A finales del siglo XIX, el sexo incluye teorías endocrinológicas y metabólicas de la diferenciación sexual que indican la maleabilidad del cuerpo. Con el advenimiento de la citología y la genética, surgió un modelo cromosómico del sexo que volvía a enfatizar la estabilidad y recodificaba la noción de sexo binario y estable en los genes. Los cromosomas X e Y, descritos en 1890 y 1905 ,respectivamente, se convirtieron en otro marcador del sexo “verdadero”.
Son algunas de las definiciones y formas de identificar el sexo que coexistieron desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. A pesar de los debates, los investigadores han utilizado el sexo como una variable de investigación estática. Los organismos se clasifican en categorías de “masculino” y “femenino” para rastrear las diferencias entre las poblaciones.
Más precisión
El enfoque binario del sexo ha continuado estructurando la vida cotidiana en Estados Unidos y Europa y se le ve como una justificación para acuerdos sociales patriarcales y de supremacía blanca. Beans Velocci dice que a pesar de la evidencia de que el sexo es una categoría compleja y mutable sigue funcionando como un sistema de clasificación fundamental tanto para la ciencia como para la vida cotidiana que plantea una serie de interrogantes sobre cómo se utiliza y se entiende el sexo en la investigación científica y en la sociedad en general.
Apunta que la única certeza sobre el significado del sexo es lo que un actor estatal o un científico en particular define. El término “sexo” ha abarcado una multitud de rasgos y procesos y ha sido una variable de investigación ampliamente aceptada, pese a su poca consistencia en su definición y uso. Por tanto, ha llevado a una ciencia imprecisa y no reproducible.
Explica que los usos contemporáneos del sexo, vinculados a un binario simplificado pero dependientes de una multiplicidad raramente analizada, dificultan la comprensión de la variación biológica. La idea cultural del “sexo biológico” como binario, respaldada por la ciencia, se utiliza para excluir a las personas trans e intersexuales y a aquellos cuyas características corporales no se ajustan a las normas masculinas y femeninas.
Algunos científicos que identifican problema instan a especificar los métodos para recopilar y registrar datos relacionados con el sexo para mejorar la precisión, el rigor y la reproducibilidad de la investigación. Pese a los esfuerzos, el sexo sigue siendo una categoría en gran medida no especificada en la investigación contemporánea.
Contextualización necesaria
En las últimas tres décadas se prestó más atención al sexo en la investigación biomédica para mejorar la salud de las mujeres y garantizar el rigor, la reproducibilidad, la precisión y la transparencia en la investigación clínica y preclínica. Varios organismos de financiación introdujeron políticas que exigen la consideración del sexo y género en toda la investigación. Un ejemplo es la política de Sexo como variable biológica de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, que exige que toda incluya animales/participantes hembras y machos y que los resultados se desglosen por sexo.
La profesora y neurocientífica Donna L. Maney de la Universidad Emory argumenta que el sexo no es un mecanismo causal, sino un sistema de clasificación que comprende un conjunto de categorías asignadas y que para lograr precisión se deben usar variables concretas y mensurables relacionadas con el sexo.
La neurocientífico señala que desde que las agencias de financiación y las revistas comenzaron a introducir políticas para la consideración del sexo, se ha vuelto común referirse al sexo como una “variable biológica”. Sin embargo, se entiende mejor como un sistema de clasificación. Al reconocer que no es el sexo en sí, sino más bien uno o más de los mecanismos que s representan las categorías de sexo asignadas, se puede ser más preciso acerca de las relaciones entre las variables biológicas y los resultados observados.
Maney plantea que para mejorar la precisión y el rigor de la investigación que involucra categorías de sexo, los investigadores pueden centrarse en variables concretas y mensurables en lugar de depender de categorías sustitutivas de femenino y masculino. Los hallazgos científicos sobre las variaciones relacionadas con el sexo al filtrarse en la conciencia pública pueden dar forma a estereotipos de género/sexo y actitudes hacia los grupos minorizados.
Algunos estudios que han adoptado los nuevos estándares
- Brian A. Aguado: El sexo como variable de bioingeniería. Aborda el impacto del sexo y el género en la salud y la enfermedad en la investigación biomédica y clínica. Utiliza biomateriales y herramientas de ingeniería tisular para entender cómo los cromosomas sexuales regulan las diferencias de sexo en las enfermedades cardiovasculares.
- Daniel L. Jeffries: Sexo en la naturaleza. Estudia las diversas estrategias reproductivas en la naturaleza y cómo estas estrategias determinan la biología de una especie. Busca responder a preguntas sobre la evolución del sexo y la asexualidad, y cómo la estrategia reproductiva influye en la capacidad de una especie para adaptarse a los cambios ambientales.
- Sabra L. Klein: Diferencias sexuales en la inmunidad. Estudia cómo las diferencias biológicas entre hombres y mujeres afectan al sistema inmunitario. Su investigación muestra que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de sufrir enfermedades autoinmunes, alergias y rechazo de trasplantes de tejidos.
- Jessica Tollkuhn: El sexo cerebral es un estado definido por las hormonas. Estudia las acciones de los receptores de hormonas sexuales en el cerebro. Descubrió que las diferencias sexuales en la expresión de genes neuronales reflejan el medio hormonal agudo. Sugiriendo que el sexo del cerebro de los mamíferos es un estado flexible definido por hormonas sexuales fluctuantes.
- Xiao Hong Xu: El desarrollo de las diferencias sexuales. Examina el desarrollo gradual de rasgos específicos del sexo después del nacimiento, influenciados por cambios hormonales, interacciones con otros procesos de desarrollo y el medio ambiente. Destaca la necesidad de ver el sexo como una fuerza moduladora dentro del espectro de variación individual.
Inequidad, el lado oscuro
Otro aspecto importante de la deconstrucción del sexo tiene que ver con la equidad y la justicia. Históricamente las mujeres han sido marginadas y hostilmente tratadas en los círculos científicos. Un Pierre Curie exigiendo el reconocimiento del Nobel para su esposa y excepcional investigadora Marie Curie es una verdadera anomalía. Muchos destacados y premiados científicos eliminaron a sus compañeras de equipo de los créditos en las investigaciones que le hicieron acreedores a reconocimiento y premios.
Londa Schiebinger, profesora de Historia de la Ciencia de Stanford, ha dedicado 40 años a investigar cómo las mujeres y los no europeos fueron excluidos de la ciencia occidental. “Este sistema de exclusión se reforzaba a sí mismo al hacer que estas exclusiones parecieran naturales, justas, válidas y razonables”, afirma.
Por ejemplo, en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado se atribuyó el bajo número de mujeres en matemáticas a una supuesta incapacidad innata para sobresalir en los niveles más altos. Todavía se lucha para demostrar que las mujeres son innatamente tan capaces en matemáticas y ciencias como los hombres. En 2005, Lawrence Summers, presidente de la Universidad de Harvard, atribuyó el pobre desempeño de las mujeres en ciencias e ingeniería a diferencias innatas en la capacidad matemática. No debe sorprender que todavía la presencia de mujeres en las áreas STEM (Science, Technology, Engineering, and Mathematics) siga siendo minoritaria.
El caso suizo
La Dra. Francesca Amati, investigadora de biomedicina de la Universidad de Lausana, sostiene que, a pesar de los avances, las mujeres todavía encuentran obstáculos para alcanzar puestos de liderazgo académico. El fenómeno se conoce como la “curva en forma de tijera”, que describe la disminución progresiva de la representación de las mujeres en las carreras científicas y académicas.
En Suiza, las mujeres obtuvieron el derecho al voto en 1971. En el ranking mundial de igualdad de 2023, Suiza cayó ocho puestos. Un estudio reciente en el mundo académico muestra un desequilibrio significativo en el cuerpo académico de las universidades suizas. Sólo el 24% de los profesores son mujeres, por debajo del 26% observado en los 27 países miembros de la Unión Europea. Esta disparidad es más pronunciada en los campos de STEM, especialmente en medicina, en la que las mujeres ocupan solo el 0,5% de las cátedras completas.
Para Amati el sesgo implícito desempeña un papel importante en la perpetuación de la desigualdad de género en la ciencia y el mundo académico, incluso en las comisiones de contratación y ascensos. Los estudios reportan que incluso los profesores bien intencionados pueden exhibir prejuicios de género, calificando a los solicitantes masculinos como más competentes y empleables que las candidatas femeninas idénticamente calificadas. Hasta las propias mujeres pueden incurrir en los mismos sesgos.
Peor para los transgénero
Si persiste la inequidad y dificultad de acceso y ascenso para las mujeres, la situación de los científicos transgéneros es peor. Un grupo de 24 científicos transgénero ha explorado las experiencias de las minorías sexuales y de género en los campos STEM. En un documento titulado «La ciencia rigurosa exige el apoyo de los científicos transgénero» exponen cómo abordar las barreras sistémicas que enfrentan.
Hasta hace poco, las personas transgénero eran consideradas una curiosidad de nicho en una academia excluyente. Según el documento, la desinformación científica se utiliza para apoyar esfuerzos legislativos y políticos en todo el mundo para dictar qué temas son académicamente permisibles. Incluso para “erradicar” a las personas transgénero de la vida pública.
Para construir una academia justa, equitativa y diversa, es fundamental abordar las barreras sistémicas que enfrentan las minorías sexuales y de género. Su existencia desafía las nociones simplistas de sexo y género, lo que provoca un debate acalorado sobre su validez “científica” dentro y fuera de STEM.
Rompiendo paradigmas de género
- Elle Lett: Un tiempo para la creatividad sin limitaciones binarias. Estudia el compromiso rígido de la ciencia con el sexo y el género binarios limita la creatividad y el progreso. Propone un enfoque más flexible y preciso para estudiar el sexo y el género, reconociendo su naturaleza multifactorial y su variabilidad continua.
- Nina Stachenfeld: La igualdad de género exige inclusión. Destaca la necesidad de una evaluación integral del sexo y el género en la investigación humana. Aboga por una mayor inclusión de razas, géneros y etnias en la investigación y la necesidad de investigar cómo se entrecruzan el sexo, el género, las diferencias genéticas, la raza y otros determinantes sociales de la salud.
- Rebecca Jordan-Young: El futuro de la investigación sobre sexo y género requiere una colaboración interdisciplinar. Destaca la necesidad de comprender las estructuras y los procesos relacionados con los mecanismos de género y cómo estos afectan a las diferencias biológicas basadas en el sexo.
¿Más beneficios?
Contraria a la creencia generalizada, la integración de las perspectivas de sexo y género en la investigación también puede generar ventajas sustanciales para los hombres, que a menudo enfrentan una esperanza de vida más corta y un comportamiento de búsqueda de atención médica más deficiente. El análisis del sexo en la investigación clínica ha llevado a comprender que las enfermedades cardíacas en las mujeres tienen una fisiopatología diferente a la de los hombres.
La osteoporosis ha sido considerada como una enfermedad de mujeres posmenopáusicas y ese supuesto ha moldeado su detección, diagnóstico y tratamiento. Aunque las mujeres tienen un mayor riesgo de fracturas a cualquier edad, los resultados médicos de las fracturas son peores en los hombres. El análisis de la interacción entre sexo y género en la investigación de la osteoporosis ha dado como resultado el desarrollo de nuevos diagnósticos para los hombres y la búsqueda de mejores prevención y tratamientos está en marcha.
Descubrimientos e innovación
La importancia del sexo y el género en la investigación a menudo se ha subestimado. Una preocupación importante es que todavía estamos en las primeras etapas y persisten importantes lagunas en los datos de género. Con el rápido desarrollo de la inteligencia artificial y el uso cada vez mayor de tecnologías digitales en diversos ámbitos. El género tiene que ver con mujeres, hombres, personas no binarias y otros.
El análisis basado en sexo, género y/o interseccional puede conducir al descubrimiento y la innovación. Las instituciones pueden beneficiarse de las nuevas preguntas y prioridades de investigación que aportan los científicos históricamente excluidos. De ahí la importancia de deconstruir científicamente el sexo.