Ha pasado más de medio siglo desde que un ser humano pisó la Luna por primera vez. Y todavía hay muchos misterios que el satélite natural de la Tierra esconde. En particular su cara oculta, que ha sido objeto de todo tipo de especulaciones. Desde investigaciones científicas hasta teorías conspirativas, películas y álbumes de rock.
Ahora un equipo internacional de científicos ha presentado nuevos detalles sobre el hemisferio más alejado de la Luna, en particular sobre los «mares» en su superficie.
La composición de la cara cercana de la Luna, que está perpetuamente orientada hacia la Tierra, es extrañamente diferente de su lado más alejado, que siempre permanece «escondido» a la vista desde nuestro planeta. Los científicos creen que finalmente saben el porqué.
El misterio de los mares de la Luna
En el lado cercano de la Luna, en cualquier noche o día, se puede observar manchas oscuras y claras a simple vista. Los primeros astrónomos llamaron a estas regiones oscuras maria. En latín, maria es el plural de la palabra mare, que significa mar. Los científicos los calificaron como cuerpos de agua, por analogía con la Tierra.
Usando telescopios, la ciencia pudo descubrir hace más de un siglo que estos no eran en realidad mares, sino cráteres o formaciones volcánicas.
Una extraña asimetría
En aquel entonces la mayoría de los científicos suponía que el lado lejano de la Luna, que nunca habían podido ver, era más o menos como el hemisferio cercano. Pero, a fines de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, las sondas espaciales no tripuladas lanzadas por la fenecida URSS devolvieron las primeras imágenes de la cara oscura de la Luna. Los científicos se sorprendieron al ver que los dos lados eran muy diferentes.
En ese momento se descubrió que solo el 1% del lado oculto de la Luna estaba cubierto de mares, en comparación con aproximadamente el 31% del hemisferio visible. Los científicos estaban perplejos, pero sospechaban que esta asimetría ofrecía pistas sobre cómo fue la formación del satélite.
A finales de la década del sesenta y principios de la del setenta, las misiones Apolo de la NASA hicieron aterrizar seis naves en la Luna. Los astronautas trajeron 382 kg de rocas lunares para tratar de comprender el origen del satélite mediante análisis químicos.
Teniendo muestras en la mano, los científicos descubrieron rápidamente que la relativa oscuridad de estos parches se debía a su composición geológica. Eran atribuibles al vulcanismo.
También identificaron un nuevo tipo de composición de rocas, que llamaron KREEP y estaba asociado con los “mares” de la Luna. El nombre de KREEP se debe a su composición. La K es el símbolo químico del potasio, REE es un acrónimo en inglés para elementos de tierras raras, y la P es el símbolo del fósforo. Estos componentes están presentes en estas rocas.
Explicación a la asimetría
Ahora, utilizando una combinación de observación, experimentos de laboratorio y modelado por computadora, los científicos han hallado algunas pistas sobre cómo la Luna ganó su asimetría entre el lado cercano y el lejano.
El estudio ofrece una explicación para esta «extraña asimetría» del lado oscuro. Lo atribuye a la distribución única de elementos radiactivos después de la colisión que formó la Luna. Los resultados sugieren que los mares enriquecidos con KREEP de la Luna han influido en la evolución del satélite.
Cuestión de radiactividad
El estudio también reveló que las regiones en el lado cercano de la Luna tienen altas concentraciones de uranio y torio. Esto diferencia a esta área de cualquier otro lugar del satélite. Se trata de elementos radiactivamente inestables que ocurren en una variedad de configuraciones atómicas que tienen números variables de neutrones.
Estos átomos de composición variable se conocen como «isótopos», algunos de los cuales son inestables y se deshacen para producir otros elementos, produciendo calor. El calor de la desintegración radiactiva ayuda a derretir las rocas en las que están contenidos. Esto puede explicar en parte su ubicación conjunta.
Comprender el origen de estos enriquecimientos locales de uranio y torio puede ayudar a explicar las primeras etapas de la formación de la Luna y, como consecuencia, las condiciones en la Tierra primitiva. «Debido a la relativa falta de procesos de erosión, la superficie de la Luna registra eventos geológicos de la historia temprana del Sistema Solar», dijo el coautor del estudio Matthieu Laneuville.
Laneuville cree que la evidencia de este tipo de procesos no simétricos y autoamplificadores podría encontrarse en otras lunas de nuestro sistema solar, y puede ser omnipresente en cuerpos rocosos en todo el universo.
Nuevas luces
El reciente estudio demostró que, además del calentamiento mejorado, la inclusión de un componente KREEP en las rocas también reduce su temperatura de fusión. Esto incrementa la actividad volcánica esperada a partir de modelos de desintegración radiogénica.
Después de realizar experimentos de fusión a altas temperaturas de rocas con varios componentes KREEP, el equipo analizó las implicaciones que esto tendría en el momento y el volumen de la actividad volcánica en la superficie lunar, proporcionando una visión importante sobre las primeras etapas de evolución del sistema Tierra-Luna.
La teoría más ampliamente aceptada es que la Luna se formó cuando hace miles de millones de años, un cuerpo del tamaño de Marte se estrelló contra la Tierra. Esta colisión hizo que la recién formada Tierra se transformara de nuevo en una bola de roca fundida y expulsara materia que se situaría en órbita.
La mayor parte de ésta materia regresaría de nuevo a la Tierra. Pero parte se reuniría por acción de la gravedad y formaría la Luna que tenemos hoy. Esta teoría fue concebida por vez primera en 1946 por Reginald Aldworth Daly de la Universidad de Harvard.
Otra idea podría ser que la Tierra capturara la Luna después de haberse formado. Por lo general, este tipo de interacciones gravitatorias no suelen funcionar bien. Los modelos actuales predicen que o bien la Luna habría colisionado con la Tierra o que hubiera sido lanzada hacia una órbita diferente.
Equipo multidisciplinario
El equipo incluyó expertos del Earth-Life Science Institute (ELSI) en el Instituto de Tecnología de Tokio, la Universidad de Florida, la Carnegie Institution for Science, la Universidad de Towson, el Centro Espacial Johnson de la NASA y la Universidad de Nuevo México.
Los hallazgos de su estudio han sido publicados en la revista Nature Geoscience.
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