Los vemos deambular por las calles de Barcelona, la mayoría empujando carros de compra de supermercados llenos de artefactos, rejas y cuanta chatarra haya sido dejada en cualquier rincón de la ciudad y naves de polígonos industriales. Son más de 3.000 recicladores informales (chatarreros) que trabajan todos los días bajo la mirada de transeúntes y vecinos. A pesar de que cumplen una loable labor de recuperación de materiales ferrosos, subsisten en medio de condiciones de marginación extrema y devengando a lo sumo 20 euros al día.
Estos y otros detalles sobre la actividad económica que realizan estos trabajadores salieron a la luz gracias a un reciente estudio de la Universidad de Barcelona. La investigación reveló que la mayoría son migrantes en situación irregular que proceden de África (principalmente de Senegal) y carecen de DNI. También hay de Rumanía, América Latina y Asia. Su contribución a la economía circular, más de 115.000 toneladas anuales de metal, no recibe el reconocimiento oficial y queda en un segundo plano.
Federico Demaria, profesor de Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona, destaca que sufren una doble marginación, pues no le respetan sus derechos laborales ni cuentan con Seguridad Social. “¿Estamos dispuestos a tener esclavos para obtener unas mejores tasas de reciclado?”, se pregunta. Sin embargo, también hay un grueso de ciudadanos que reconocen la importancia de los chatarreros y su contribución al reciclado y la reutilización de material.
EL DATO
La legislación europea obliga a los Estados miembros a que para 2025 más de la mitad —el 55 %— de los residuos urbanos generados sean reutilizados o reciclados. En 2030 esta cifra debe ser del 60%, y del 65% en 2035.
Trabajo de peso
Los recicladores informales recogen al día un promedio de 118 kilos de metal y otros objetos por persona. Cada uno totaliza unas 36 toneladas al año. El informe precisa que la actividad mueve al año cerca de 15 millones de euros. Recuperan sobre todo metales, tanto los que se colocan en los contenedores grises (residuos de rechazo) como los que dejan en la calle o en los sitios en obras.
Los venden a chatarrerías (tanto formales como informales) o a intermediarios que hacen acopio, de manera que son grandes proveedores de materiales para la industria que los recicla o los reaprovecha. Entre los materiales recuperados hay hierro, aluminio, cables (cobre), metales mixtos y acero. Al transarlos pueden obtener entre 0,19 euros por el kilo de hierro hasta 5,6 euros el kilo de cobre limpio.
Mensaje de un empresario chatarrero: «Me gustaría que cada vez que vieras a un chatarrero callejero por Barcelona con un carro del mercadona lleno de chatarra pensaras en su trabajo y lo duro que puede ser el no tener un trabajo estable y tener que estar por las calles más de 12 horas al día para conseguir algo de dinero al vender la chatarra por algo de dinero».
“Este trabajo es para ellos una estrategia de supervivencia. Un último recurso que ni siquiera les permite cubrir las necesidades básicas de una vida digna”, señala el informe. Indica que en promedio los recicladores de chatarra informales ganan alrededor de 2 euros a la hora (que multiplicado por 10 horas al día totalizan 20 euros al día). Esto equivale a menos de 500 euros al mes, que es el 40% de salario mínimo interprofesional. Se detalla que la mayoría no tienen hogar (44% de la muestra), mientras que otros viven en pisos compartidos, ya sea en habitaciones alquiladas (50%) u ocupados (6%).
Todo ordenado
En el estudio se asegura que en la ciudad hay 30 chatarrerías a donde acuden unos 100 recicladores cada día. Aproximadamente 30% de los metales recuperados en Cataluña han sido recogidos por estos chatarreros. “Cada uno tiene su propio circuito, que recorre cada día; y a veces acuden a su chatarrería más de una vez al día”, dice Daniele Vico, coautor del estudio.
Al parecer todo está ordenado y sigue unas reglas. La actividad de los chatarreros no interfiere con los sistemas de recogida selectiva oficiales. Sobre todo, porque no toman las comunes, como papel, vidrio o envases ligeros, sino las que deben ir a la chatarrería: metales, aparatos eléctricos y electrónicos. Los habitantes de Barcelona consideran que los equipamientos dispuestos para el reciclaje son escasos, están lejos de los hogares o tienen muchas restricciones horarias o en el modo de presentación/acogida de los desechos. Además, las dos terceras parte de los encuestados dijo que suelen dejar chatarras y artefactos al lado de contenedor gris (tostadora, una televisión vieja) esperando que alguien los recogerá para reutilizarlos o para obtener algo de dinero al venderlo para reciclarlo.
A juicio de Demaria, el verdadero punto débil de la gestión de la basura en Barcelona son los puntos de recogida.» Estos recicladores vienen a cubrir las carencias que presenta el sistema formal de gestión. Es un vacío que nos ayuda a incrementar las tasas de reciclaje”, agrega.
Obligaciones de la municipalidad
La directiva europea y la Ley de Residuos estatal obligan a que 50% de los residuos municipales sean reciclados. Por ello las instituciones municipales se tapan los ojos y les dejan cumplir con su trabajo sin ir más allá en cuanto a exigencias legales. Los ciudadanos interactúan regularmente con ellos, pues se sienten ayudados o asistidos cuando se trata de mover residuos muy pesados. “Las interacciones entre los hogares y los recicladores son comunes”, dice Julián Porras, sociólogo e investigador posdoctoral de la Facultad de Economía y Empresa.
Un 64% de los encuestados (se han hecho más de 300 encuestas) afirman que dejan la chatarra al lado de los contenedores. 66% de estos lo hacen explícitamente para los recicladores. Las razones para hacerlo son evitar que se diseminen los residuos (70%), facilitar la reutilización (59%) y ayudar directamente a los recicladores (39%).
El informe muestra no solo que los ciudadanos son conscientes del problema ambiental de los residuos, sino que también empatizan con la posición marginalizada de los recicladores. La percepción pública de los recicladores en Barcelona es generalmente positiva.
Con buenos ojos
Las autoridades laborales tal vez no reconozcan su labor, pero el ciudadano que sabe que faltan alternativas disponibles para los recicladores (89%), reconoce la dificultad de su trabajo (87%) y es consciente de que estos trabajadores no ganan lo suficiente para una vida digna (79%). También consideran que los recicladores contribuyen a la sostenibilidad (75%) y juegan un papel significativo en los esfuerzos de reciclaje (58%).
Muchos barceloneses creen que las administraciones deberían garantizar que el ciudadano dispusiera en la calle de nuevos contenedores específicamente destinados a los metales (71%), que estas personas las doten de uniformes y equipos para su protección personal (70%) y que los ayuntamientos contraten a estos recicladores (68%).
El informe concluye diciendo que la conexión entre los recicladores informales y los ciudadanos en la gestión de los residuos es “casi invisible” a las instituciones. “Pero es muy importante para entender la gestión de residuos de la ciudad”. Se asegura que los recicladores “proporcionan una importante contribución al reciclaje de metales”. Sin embargo, “están atrapados” en unas condiciones de “informalidad y explotación”.
Beneficios de reciclar chatarra
- Ambientales: reduce la necesidad de extraer nuevos minerales, lo que puede ser perjudicial para el medio ambiente. El proceso minero requiere la remoción de grandes cantidades de suelo y roca. Esto provoca erosión, destrucción del hábitat y contaminación del agua. El reciclaje de chatarra también reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que requiere menos energía que extraer y refinar metales nuevos. Esto, a su vez, ayuda a disminuir la huella de carbono y combatir el cambio climático.
- Económicos: permite ahorrar energía y reducir costos, pues es más barato reciclar metales que extraer y refinar otros nuevos. También crea oportunidades de empleo en la industria del reciclaje, contribuyendo a la economía local. El metal reciclado se puede vender a los fabricantes, que lo utilizan para producir nuevos productos, creando una cadena de suministro sostenible.
- Sociales: ayuda a crear un ambiente más limpio y saludable, lo que reduce el riesgo de problemas de salud causados por la contaminación. También ayuda a conservar los recursos naturales y asegura su disponibilidad para las generaciones futuras. Promueve el desarrollo sostenible, que es esencial para el bienestar a largo plazo de la sociedad.