Por Cambio16
27/04/2017
El papa Francisco ha participado en una videoconferencia para ofrecer una charla TED desde la Ciudad del Vaticano a un auditorio reunido en Vancouver (Canadá). El pontífice habló en italiano, pero sus palabras fueron subtituladas a más de 20 idiomas.
En su mensaje, el líder de la Iglesia católica afirmó «alto y claro» que «cuanto más poderosa» es una persona, «más impacto tendrán» sus acciones en la gente y «más llamado estás a ser humilde» porque, «en caso contrario», ese poder «te arruinará y tú arruinarás a los demás».
Al respecto, el religioso recordó que en Argentina —su país de origen— se dice que «el poder es como tomar ginebra en ayunas: te emborracha» y te lleva a hacerte daño a ti mismo y a quienes están a tu alrededor» si no lo conectas con «la humildad y la ternura», debido a que «con la humildad y el amor concreto» se convierte en «un servicio y una fuerza para el bien».
A lo largo de su vida, Jorge Mario Bergoglio ha fortalecido su «convicción» de que la existencia de cada uno «está profundamente unida a la de los demás» porque «la vida no es solo tiempo que pasa, sino que se basa en encuentros y relaciones».
En un llamado a la responsabilidad de los líderes mundiales, el papa Francisco se acordó de los cientos de miles de refugiados del mundo y recordó que su familia emigró de Italia a Argentina en busca de un futuro mejor y conocieron «el destino de quienes se quedan sin nada», con lo cual «yo también podría haber estado entre los ‘descartados’ de hoy en día».
Bergoglio también indicó que sería lindo que, «mientras descubrimos nuevos planetas lejanos, redescubriéramos las necesidades de los hermanos y hermanas que orbitan a nuestro alrededor» y que la solidaridad se convirtiera en una actitud por defecto a la hora de elegir opciones políticas, económicas y científicas, además de en las relaciones entre individuos, pueblos y países.
Francisco detalló que solo mediante la educación en «una verdadera solidaridad» se puede superar la ‘cultura del desecho’, que no solo consiste en la comida y los bienes materiales, sino en «las personas marginadas por nuestros sistemas tecnoeconómicos», que no se centran en la gente, sino en los productos.