La cerveza según los expertos es la bebida alcohólica más antigua de la historia. Tradicionalmente se ha asociado con el esparcimiento, la fraternidad y buenos momentos. Por algo es la bebida más consumida, solo detrás del agua, el té y el café. Pero en un pueblo de Texas generó un verdadero cisma que amenazó una tradición de medio siglo. Muenster es la sede del Germanfest un evento cuyo fin es celebrar la herencia alemana de los lugareños. Pero este año el ambiente se vio enrarecido, por la cerveza.
Esa bebida milenaria es más que un simple líquido dorado. Es un legado cultural que fluye desde la antigua Mesopotamia hasta nuestros días. Nacida de la casualidad, cuando el agua y los cereales se mezclaron y fermentaron bajo la alquimia natural de la levadura, se ha convertido en un símbolo de convivencia y celebración a nivel mundial.
En los albores de la civilización, en la tierra de los sumerios, la cerveza no solo saciaba la sed, sino que también era un pilar de la dieta y la espiritualidad. Las mujeres, guardianas de este arte ancestral, dominaban la producción de una cerveza que era más un alimento que un embriagante. Con el tiempo, la cerveza se ha diversificado, reflejando la identidad y las tradiciones de cada pueblo que la adopta.
Desde su origen fortuito hasta su consagración en festivales, la cerveza sigue fluyendo, como un río que conecta culturas, épocas y corazones. El Oktoberfest, esa fiesta bávara que inunda Múnich con mareas de cerveza y alegría, es el epítome de esta tradición. Desde su inicio en 1810 como una celebración nupcial real, ha evolucionado hasta convertirse en un fenómeno global que atrae a millones. En ese contexto, la cerveza se sirve en torrentes. Las carpas se convierten en templos de la gemütlichkeit, una calidez que solo la cerveza puede brindar.
Herencia germana
Pero no solo en Alemania se vive el espíritu del Oktoberfest. En Estados Unidos y otros rincones del mundo, las comunidades germanoamericanas recrean ese ambiente de camaradería, sirviendo cervezas y manjares teutones. Cada primer viernes de agosto, el Día Internacional de la Cerveza nos recuerda que, sin importar el idioma o la latitud, la cerveza es un lazo que une a la humanidad en un brindis colectivo. Una festividad que surgió en California.
Otra celebración muy particular de los Estados Unidos la encontramos en Muenster. Una ciudad que se encuentra ubicada en el norte de Texas. Específicamente en el condado de Cooke, a unas 70 millas al norte del área metropolitana de Dallas-Fort Worth. Fundada en 1889 por personas de ascendencia alemana y fe católica. La población de Muenster se estima en unos 1.700 habitantes. Es una comunidad unida en términos de parentesco y espíritu comunitario.
El Germanfest es un evento anual que se lleva a cabo en Muenster durante el último fin de semana de abril. Una celebración a la herencia alemana y la fe católica. Atrae a miles de personas de toda la región de North Texas y áreas circunvecinas. Durante el Germanfest, los participantes pueden disfrutar de su variada gastronomía, con chorizos, strudel de manzana, quesos fuertes, pan casero, pasteles y postres. El evento ofrece una atmósfera familiar divertida con actividades para todos los miembros de la familia. Cuenta ya con medio siglo bajo el patrocinio de la Cámara de Comercio de la ciudad. Uno de sus atractivos es la selección de cervezas alemanas y otras bebidas de las que pueden disfrutar los visitantes.
Rebelión en Muenster
En Muenster, un pintoresco pueblo agrícola al norte de Dallas, la discordia brotó como la espuma de una cerveza agitada. No es la política la que fermentó la división. Fue algo más cercano al corazón de la comunidad: la cerveza y su festival anual, el Germanfest. Un hecho tan singular que llamó la atención del New York Times. La disputa no es sobre ideologías, sino sobre cómo se distribuyen las ganancias de la cerveza en el evento más esperado del año. La ciudad, orgullosa de su herencia alemana y su espíritu comunal, se ha visto dividida por dos festividades simultáneas, separadas solo por una calle. La tensión puso en riesgo no solo la visión del Germanfest, sino también la existencia de los grupos de voluntarios que son el alma de Muenster y su principal fuente de ingresos.
Los Jaycees, una organización cívica, controlaban la venta de cerveza. Retenían un 80% de las ganancias. La Cámara de Comercio de Muenster, organizadora del festival, buscó renegociar los términos. Ofreció a los Jaycees un 70% si colaboraban en la decoración. “Si llueve, perdemos todo”, expresó Matt Sicking, presidente de la Cámara, reflejando el riesgo total que asumían. La negativa a ceder llevó a los Jaycees a organizar su propia celebración, sumando a su causa a los Caballeros de Colón, los Boy Scouts y otros grupos locales. La ciudad, arraigada en la herencia alemana, vio cómo esta rebelión amenazaba la tradición del Germanfest.
Los cambios en el festival han provocado lágrimas y nostalgia. Sienten que se ha perdido el encanto local desde 2018, cuando se trasladó a las afueras de la ciudad y parece un espectáculo diseñado para el turista poco exigente. “Se convirtió más en una cosa externa y perdió el toque local», dijo Leslie Hess Eddleman, ex animadora de los Dallas Cowboys.
Cápsula del tiempo
Muenster, con sus negocios nombrados en honor a familias alemanas y su espíritu comunitario, refleja la historia de la inmigración alemana en Texas. La ciudad, que aún enseña alemán en algunas escuelas, mantiene viva la lengua y las costumbres de sus ancestros. El Germanfest de Muenster, Texas, es más que un festival. Es una cápsula del tiempo que resguarda la herencia alemana de la ciudad. Nacido en el fervor del bicentenario de 1976, se convirtió rápidamente en un imán para visitantes de Dallas y más allá.
La vida en Muenster gira en torno a la iglesia, con familias numerosas y una cultura de voluntariado encarnada por los Jaycees. A pesar de la disminución de estos grupos a nivel nacional (solo quedan12) en Muenster siguen siendo un pilar comunitario, con miembros que incluyen líderes locales y el alcalde. Esta división en el Germanfest refleja un desafío más amplio: mantener la identidad comunitaria en medio de la evolución de las tradiciones. Se encuentra en una encrucijada, buscando la manera de mantener su identidad mientras acoge a los miles de visitantes que llegan cada año. Ansiosos por experimentar la gemütlichkeit que solo un pueblo como este puede ofrecer.
Amor a la cerveza
Shishana Barnhill, una voz local, celebra la singularidad de Muenster, una ciudad donde el sentido de familia y la tradición se entrelazan profundamente. Incluso frente a la intolerancia, la comunidad se mantiene unida y firme en sus valores. Pese al desencuentro cervecero, el festival culminó con la fuerza de la unidad. Demostrada en el torneo de tira y afloja, donde la competencia fue feroz pero amistosa. En medio de la celebración, el amor florece con una propuesta de matrimonio aceptada entre vítores.
A pesar de los crecientes costos, el festival es un despliegue de tradición y camaradería. Con dirndls y lederhosen, los asistentes elevan sus vasos al grito de “¡Prost!” en un brindis colectivo. Mientras tanto, en el parque de la ciudad, el rock clásico suena como un eco de tiempos pasados. El camión de cerveza se erige como un monumento a la festividad.
Los Jaycees, con su flota de camiones refrigerados cargados de barriles y grifos de cerveza, son el corazón palpitante del evento. Su contribución va más allá de la alegría líquida. donaron 165.000 dólares a familias locales el año pasado. Lo que refleja su compromiso comunitario. Aunque dos festivales rivales coexisten, la abundancia de cerveza asegura que no haya perdedores. Matt Sicking, presidente de la Cámara, resume la situación con resignación, pero con fe. “Todo saldrá como Dios quiere”. Una expresión de que, al final, Muenster seguirá siendo una comunidad unida por su herencia. La más extendida sentarse en torno a una mesa con una buena cerveza alemana.