Durante los últimos días, el mundo ha sido testigo de dos hechos de suma gravedad. Por un lado, la irrupción violenta que tuvo lugar en el Capitolio de los Estados Unidos. Por el otro, la censura de las grandes plataformas de redes sociales al presidente Donald Trump, a gran cantidad sus partidarios y a muchas otras personas que cuestionan algunas instituciones federales. El bloqueo de las tecnológicas ha llevado a un gran número de usuarios a buscar alternativas «resistentes a la censura».
Tras la protesta en Washington y la irrupción en Capitol Hill, vídeos, fotos y publicaciones virales en las redes sociales llenaron Internet con los eventos del día. Después de que todo estuvo dicho y hecho, en cuestión de horas los gigantes de las redes sociales comenzaron a eliminar y bloquear muchas publicaciones que expresaban disconformidad con la narrativa de algunos voceros oficiales y de las propias plataformas digitales.
Para Facebook, Twitter o Google, las cosas están bastante claras. Dictaminaron a priori que el presidente Donald Trump era el culpable del asalto a la sede parlamentaria. Por lo tanto, le impiden manifestarse a través de las redes sociales. No necesitan probar su culpabilidad. Parece culpable; ergo, es culpable.
La censura de las redes sociales
El «juicio exprés» de las redes sociales ha puesto sobre la mesa otra vez la polémica acerca de la imparcialidad de estos medios y su papel como «custodios de la verdad».
La censura previa de Facebook y Twitter, a la que se sumaron otras redes sociales como YouTube, Snapchat e Instagram, ha causado inquietud en el mundo. Y no es para menos. No solo por el creciente poder de estas plataformas web para cercenar la libertad de expresión, incluso al presidente de Estados Unidos. Lo más grave es que en manos de estas redes queda el poder de decidir qué es verdad y qué no lo es, quién es culpable y quién es inocente, cuáles mensajes son apropiados y cuáles no. Una dictadura.
Esas mismas plataformas, que bloquean al presidente y a sus seguidores, dan vía libre a la difusión de los mensajes de Black Lives Matter. Hoy condenan los daños en un edificio público, pero hace unos meses justifican la destrucción de edificios, vehículos y monumentos públicos por parte de BLM. Pareciera que hay una «violencia violenta y violencia pacífica». Una buena y otra mala, y ellos deciden a cual ponerle el calificativo.
No es un hecho nuevo
En julio, Twitter prohibió varias cuentas que impulsaban teorías de conspiración, impulsadas por el movimiento pro-Trump QAnon, que una vez fue descrito como una «amenaza terrorista nacional» por el FBI. En noviembre, también bloqueó a Steve Bannon, el ex asesor principal del presidente, después de sus llamados a decapitar a figuras públicas en su podcast en Twitter.
Las redes sociales justifican esta aparente censura como parte de una lucha constante contra el extremismo interno. Explican que el discurso de odio y la retórica de violencia en las redes sociales pueden salirse de control y eventualmente extenderse a las calles. Con ese mismo argumento, las protestas que se volvieron violentas en el Capitolio de los Estados Unidos el miércoles podrían haber sido alimentadas en parte por información errónea en las redes sociales.
Los especialistas apuntan a que existe evidencia de que las plataformas de redes sociales facilitan que las personas solo vean información que se alinea con sus creencias. Si bien las personas piensan que tienen acceso amplio a información diversa, seleccionan mensajes o contactos de redes sociales afines con su forma de pensar. En casos graves, los analistas creen que eso podría llevar a las personas a radicalizarse.
Doble estándar
Ese argumento, que razonablemente parece aplicarse en el caso de Q-Anon o de los promotores de la violencia contra el Capitolio, no es utilizado de la misma forma con respecto a Black Lives Matter o a otros movimientos radicales. Hay una notable diferencia entre el tratamiento que las redes sociales han dado a unos y otros.
Twitter ha bloqueado o colocado advertencias en tuits del presidente Trump, en los cuales habla de fraude electoral sin presentar pruebas. De hecho, el cierre de su cuenta, tras una publicación en la que exhortaba a sus partidarios a «volver a casa en paz», fue justificado por el hecho de que repitió que le habían «robado la elección».
La red social tiene razón en una cosa: hasta ahora, ningún tribunal ha aceptado las denuncias de fraude electoral por parte de la campaña del presidente. Sin embargo, del lado de Black Lives Matter, los alegatos de que las muertes de Floyd y Brown fueron producto de la «brutalidad policíaca» tampoco han sido probados en un tribunal. Pero este tipo de mensaje no fue bloqueado. Esa diferencia representa, en sí misma, un peligro. ¿Por qué hace falta probar unos alegatos y otros no?
Las encuestas indicaron que la mayoría de los estadounidenses se oponían a BLM cuando comenzó a afianzarse en 2014. Pero en las semanas posteriores al asesinato de George Floyd, a manos de la policía (en Minneapolis en mayo de 2020), los partidarios del movimiento habían llegado a superar a los oponentes por 28 puntos porcentuales, según una encuesta de Civiqs, una empresa de investigación en línea.
Los hechos tras Black Lives Matter
Aunque BLM se asocia principalmente con las protestas tras la muerte del afroamericano George Floyd, en realidad este movimiento ha convulsionado a la sociedad estadounidense por más de 6 años. Sus orígenes conocidos se remontan a la muerte de Michael Brown en Ferguson, Missouri, en agosto de 2014, también a manos de la policía.
Black Lives Matter sostiene que los policías racistas son la mayor amenaza que enfrentan los jóvenes afroamericanos en la actualidad. Esta creencia ha desencadenado disturbios, el asesinato y el intento de asesinato de agentes de policía, así como una campaña para eliminar los procedimientos tradicionales del gran jurado cuando la policía usa fuerza letal.
Aunque el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha refutado rotundamente la tesis de que un pacífico ciudadano recibió un disparo a sangre fría mientras intentaba rendirse, Michael Brown todavía es venerado como un mártir.
Tras la muerte de George Floyd, el escrutinio de los medios de comunicación y de las redes sociales nuevamente apuntaba a los excesos policiales. Se tildaba de «manifestaciones pacíficas» a los saqueos y la destrucción de propiedad pública y privada por parte de Black Lives Matter. El temor a las acusaciones ha hecho que los agentes de policía estén retrocediendo en la vigilancia proactiva. Como resultado, los delitos violentos y los robos van en aumento.
Primeras advertencias
Algunos han aplaudido la censura aplicada por Facebook, Twitter y otras plataformas a Donald Trump (mientras defienden a Black Lives Matter). Pero también comienzan a sonar las alarmas, para advertir de los peligros del poder omnímodo de las redes sociales.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador dijo que la medida tomada por las redes sociales es inaceptable. «No me gusta la censura. No me gusta que nadie sea censurado y que se les quite el derecho a enviar un mensaje en Twitter o Facebook», expresó.
López Obrador, que esperó semanas para felicitar a Biden por su victoria electoral, argumentando que las disputas sobre el proceso debían resolverse primero, no mencionó a Trump. Pero cuestionó la intervención tipo gran hermano de las redes sociales.
Juicio a las redes sociales
Ante lo que consideran censura extrema por parte de las plataformas digitales, un gran número de participantes de las redes sociales están buscando alternativas «inmunes a la censura».
Existen opciones descentralizadas que no usan tecnología blockchain como Diaspora, Mastodon, Parler, Flote, Sola y Manyverse.
Elon Musk instó a las personas a utilizar la aplicación de mensajería Signal, en lugar de WhatsApp. El jefe de SpaceX y Tesla también compartió un meme que destaca la actitud percibida de Facebook hacia la privacidad del usuario.
WhatsApp, la aplicación propiedad de Facebook, obligará a todos los usuarios a acogerse a una nueva política de privacidad antes del 8 de febrero. Quienes no acepten, perderán el acceso a sus mensajes y contactos. Los nuevos términos implican que los datos privados recopilados por la plataforma (incluida la dirección IP y el número de teléfono de un usuario) se compartirán con Facebook.
Ni SpaceX ni Tesla tienen páginas oficiales de Facebook, después de que Musk ordenó que se eliminaran en 2018.
Y hay más
La red social Parler, popular entre los partidarios de Donald Trump, fue eliminada de App Store y Google Play, con el pretexto de evitar la difusión de mensajes incitando a la violencia.
En respuesta, el fundador de Telegram, Pável Dúrov, aconsejó a los usuarios migrar de iPhone a Android. Apple puede impedir el uso de ciertas aplicaciones. Mientras, en Android siempre existe la posibilidad de instalar cualquier aplicación en forma de un archivo APK. No es necesario que esté en Google Play Store.
«Por eso he estado instando a los usuarios a pasarse de iOS a Android. Es lo menos que pueden hacer para mantener el acceso a un flujo libre de información», escribió el desarrollador ruso en su blog en Telegram.
Igualmente, surgió en Galicia la plataforma IUVIA, que ofrece al usuario tener su propia «nube» con email, calendario, almacenamiento y muchos otros servicios. «Queremos decidir dónde están y cómo se almacenan. Queremos tener soberanía sobre qué se utiliza de nosotros y por qué. Solo entonces podremos proteger nuestra libertad», dicen en su portal web.
Investigar a fondo
Los violentos sucesos de la semana pasada en el Capitolio de Estados Unidos merecen, dada su gravedad, un riguroso análisis. Que una turba haya penetrado en la sede del Poder Legislativo de la primera potencia mundial es, por decir lo menos, preocupante. Ante estos hechos, se debería realizar una acuciosa investigación. Luego, determinar qué fue exactamente lo ocurrió. Después, establecer las responsabilidades, Y, finalmente, tomar las medidas correctiva y punitivas a que hubiera lugar.
Pero, hasta ahora, algunas redes sociales y medios de comunicación han preferido ir directamente a los castigos y las acusaciones. Prefieren no esperar que las investigaciones sigan su curso.
Los hechos son demasiado graves como para dejar la solución en manos de las apariencias, de las políticas informativas de las redes sociales o algunos medios de comunicación. Hay todavía muchos cabos sueltos. Falta esclarecer por qué la seguridad del Capitolio fue incapaz de impedir que estas personas entraran al edificio. O por qué pudieron retirarse sin problemas del lugar.
La simplicidad de las redes sociales al abordar este asunto, limitándose a aplicar la censura, contrasta con la gravedad y complejidad de los hechos. Bloqueando a unos y apoyando a otros no resuelve el problema, sino que, al contrario, crea otro. Dos errores no hacen un acierto.
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