Lena Surzhko Harned, Penn State
En junio de 2020 se consagró una nueva y curiosa iglesia en las afueras de Moscú: la Catedral Principal de las Fuerzas Armadas Rusas. El enorme templo de color caqui en un parque temático militar celebra el poderío ruso. Inicialmente estaba previsto que se inaugurara en el 75º aniversario de la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi, en mayo de 2020, pero se retrasó debido a la pandemia.
Ideada por el ministro de Defensa ruso tras la anexión ilegal de Crimea por parte del país en 2014, la catedral encarna la poderosa ideología propugnada por el presidente Vladimir Putin, con un fuerte apoyo de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
La visión del Kremlin sobre Rusia conecta el Estado, el ejército y la Iglesia Ortodoxa Rusa. Como estudiosa del nacionalismo, observo este nacionalismo religioso militante como uno de los elementos clave en la motivación de Putin para la invasión de Ucrania, mi país natal. También explica en gran medida el comportamiento de Moscú hacia el “Occidente” colectivo y el orden mundial posterior a la Guerra Fría.
Ángeles y armas
El campanario de la Iglesia de las Fuerzas Armadas tiene 75 metros de altura, lo que simboliza el 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. El diámetro de su cúpula es de 19,45 metros, marcando el año de la victoria: 1945. Una cúpula más pequeña mide 14,18 metros, representando los 1 418 días que duró la guerra. Los armas de guerra obtenidas como trofeos están fundidas en el suelo para que cada paso sea un golpe para los nazis derrotados.
Los frescos celebran el poderío militar de Rusia a lo largo de la historia, desde las batallas medievales hasta las guerras actuales en Georgia y Siria. Los arcángeles dirigen ejércitos celestiales y terrestres, Cristo empuña una espada y la Santa Madre, representada como la patria, le presta apoyo.
Cuna del cristianismo
Los planes originales para los frescos incluían una celebración de la ocupación de Crimea, con gente jubilosa con una pancarta que decía “Crimea es nuestra” y “por siempre con Rusia”. En la versión final, el “Crimea es nuestra” lo sustituyeron por el más benigno “estamos juntos”.
Cuando Rusia se anexionó la península de Crimea de Ucrania en 2014, la Iglesia Ortodoxa Rusa lo celebró, llamando a Crimea la “cuna” del cristianismo ruso. Esta mitología se basa en la historia medieval del príncipe Vladimir, que se convirtió al cristianismo en el siglo X y lo bautizaron en Crimea. El príncipe impuso entonces la fe a sus súbditos en Kiev, y desde allí se extendió.
La Iglesia Ortodoxa Rusa, también llamada Patriarcado de Moscú, ha reivindicado durante mucho tiempo este acontecimiento como su historia fundacional. El Imperio ruso, que se vinculó a la Iglesia, adoptó también esta historia fundacional.
El mundo ruso
Putin y el jefe de la Iglesia Rusa, el patriarca Kirill, han resucitado estas ideas sobre el imperio en el siglo XXI en forma del llamado “Mundo Ruso”, dando un nuevo significado a una frase que data de la época medieval.
En 2007, Putin creó la Fundación Mundo Ruso, encargada de la promoción de la lengua y la cultura rusas en todo el mundo, como un proyecto cultural que preserva las interpretaciones de la historia aprobadas por el Kremlin.
Para la Iglesia y el Estado, la idea del “Mundo Ruso” abarca la misión de convertir a Rusia en un centro espiritual, cultural y político de la civilización para contrarrestar la ideología liberal y secular de Occidente. Esta visión se ha utilizado para justificar sus políticas en el país y en el extranjero.
La Gran Guerra Patria rusa
Otro mosaico planeado representaba la celebración de la derrota por parte de las fuerzas soviéticas contra la Alemania nazi, la Gran Guerra Patria, como se llama la Segunda Guerra Mundial en Rusia. La imagen incluía soldados sosteniendo un retrato de Josef Stalin, el dictador que dirigió la URSS durante la guerra, entre una multitud de veteranos condecorados. Al parecer, este mosaico fue retirado antes de la inauguración de la iglesia.
La Gran Guerra Patria ocupa un lugar especial, incluso sagrado, en la visión de la historia de los rusos. La Unión Soviética sufrió inmensas pérdidas: 26 millones de vidas es una estimación conservadora. Aparte de la devastación, muchos rusos ven la guerra como algo sagrado, en la que los soviéticos defendieron su patria y el mundo entero del mal del nazismo.
Con Putin, la glorificación de la guerra y del papel de Stalin en la victoria ha alcanzado proporciones épicas. El nazismo, por muy buenas razones, es visto como una manifestación del mal supremo.
La retórica de este nacionalismo religioso militante se ha puesto de manifiesto cuando Rusia amenazó con invadir Ucrania, y finalmente lo hizo. Durante un discurso pronunciado el 24 de febrero de 2022, Putin hizo un extraño llamamiento a la “desnazificación” de Ucrania. También habló de relaciones fraternales entre los pueblos ruso y ucraniano y negó la existencia del Estado ucraniano. En su opinión, la soberanía de Ucrania es un ejemplo de nacionalismo extremo y chovinista.
La afirmación de Putin de que el Gobierno de Ucrania está dirigido por nazis es absurda. Sin embargo, la manipulación de esta imagen tiene sentido en el marco de esta ideología. Pintar al Gobierno de Kiev como malvado ayuda a pintar la guerra en Ucrania en blanco y negro.
Misión mesiánica de Putin
Puede que las cuestiones geopolíticas tangibles estén impulsando la guerra de Putin en Ucrania, pero sus acciones también parecen motivadas por el deseo de asegurar su propio legado. En su visión de la “Gran Rusia”, restaurada a su antiguo tamaño e influencia, Putin es un defensor que debe vencer a sus enemigos.
El propio presidente ruso aparecía en versiones anteriores de los frescos de la catedral, junto con el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov. Sin embargo, el mosaico fue retirado tras la controversia, y el propio Putin habría dado órdenes de quitarlo, diciendo que era demasiado pronto para celebrar el liderazgo actual del país.
El patriarca Kirill, que ha calificado el gobierno de Putin de “milagro de Dios”, dijo que la nueva catedral “alberga la esperanza de que las generaciones futuras recojan el testigo espiritual de las pasadas y salven a la patria de los enemigos internos y externos”. Este volátil nacionalismo religioso se manifiesta en el militarismo que se desarrolla en Ucrania.
El 24 de febrero de 2022, el día en que comenzó la invasión, el patriarca Kirill pidió una rápida resolución y la protección de los civiles en Ucrania, al tiempo que recordaba a los cristianos ortodoxos la conexión fraternal entre las dos naciones. Pero no ha condenado la guerra en sí y se ha referido a las “fuerzas del mal” que intentan destruir la unidad de Rusia y de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Lena Surzhko Harned, Assistant Teaching Professor of Political Science, Penn State
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.