La imagen que ilustra la portada de Cambio16, obra de la fotógrafa y educadora estadounidense Norma I. Quintana (Cleveland, Ohio, 1954), especializada en documentalismo social, refleja un detalle de los restos carbonizados –utensilios domésticos, enseres y recuerdos de toda una vida– que pudo rescatar aún humeantes del fuego que devoró su hogar en California un aciago y triste domingo de 2017. El día que comprendió amargamente que el vínculo entre cambio climático e incendios forestales es inextricable.
Al igual que los fósiles o las huellas de un animal primitivo desaparecido, los restos arqueológicos que se pueden hallar en cualquier yacimiento donde se lleva a cabo una prospección y que evidencian cómo fueron nuestros ancestros y qué huella dejaron en el planeta, los objetos que forman parte de la colección Forage from Fire, venerados como si encerrasen en su ruina algo sagrado, se erigen en los vestigios de una civilización extinta.
El Antropoceno sucumbió como consecuencia de los fenómenos extremos desatados por el calentamiento global, la emisión de gases de efecto invernadero y la codicia del ser humano, que agotó los recursos y llevó el planeta a la destrucción, por la pérdida de biodiversidad y de los ecosistemas.
Más que recuerdos que honran la memoria de un tiempo que se fue, la actividad creativa de Norma I. Quintana fue clave en su proceso personal de transformación interior, de víctima de un incendio a ecoactivista de la naturaleza.
El Antropoceno sucumbió como consecuencia de los fenómenos extremos desatados por el calentamiento global, la emisión de gases de efecto invernadero y la codicia del ser humano
La exposición se convirtió en una plataforma para hablar de la recuperación y del poder curativo del arte, así como de los efectos catastróficos del cambio climático.
El trabajo fotográfico y artístico construye un relato, una historia de la decadencia, no por anunciada menos apocalíptica, y de sus despojos, estigma indeleble en la memoria de un futuro que no llegó a ser.
En esta edición visitamos, asimismo, los geoparques mundiales de la UNESCO, espacios con continuidad geográfica en los que se rescatan del olvido lugares y paisajes de relevancia geológica internacional, y se gestionan de acuerdo con un concepto holístico de protección, educación y desarrollo socioeconómico sostenible.
Las rocas y sedimentos del sustrato, la geometría y estructura son los elementos que configuran la geodiversidad que abastece de recursos a las culturas y civilizaciones que habitan estos territorios.
El enfoque de los geoparques “de abajo hacia arriba”, con implicación de las comunidades locales, y que asocia la conservación al desarrollo sostenible, está adquiriendo una creciente popularidad.