Por Iñigo Aduriz
Sobre el PSOE:
- La prorrogada división del PSOE
- Susana Díaz da el paso y anuncia que quiere liderar el PSOE
- Pedro Sánchez dejará la política si no gana las primarias del PSOE
- Patxi López y su quijotesca tercera vía
- El incierto futuro político de Susana Díaz
(Este reportaje se publicó en el nº 2.229 de Cambio16, de julio-agosto de 2016)
a crisis de la socialdemocracia es un fenómeno global y especialmente europeo. Pero en España su inicio tuvo fecha y hora: las nueve de la mañana del 12 de mayo de 2010. El entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, subía a la tribuna del Congreso de los Diputados en ese momento, cabizbajo, a anunciar el mayor recorte de gasto público que se había conocido hasta entonces.
Implicó una bajada del 5% en los sueldos de los funcionarios, la congelación de las pensiones y la eliminación del cheque-bebé. Todo un ataque al Estado del bienestar que le costó el Gobierno y que dio pie a una deriva del socialismo que ha liderado el país durante dos décadas y que aún no conoce final. La crisis se llevó por delante a su sucesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, y amenazó también a Pedro Sánchez.
“El resultado no ha sido bueno pero el PSOE ha sobrevivido”, aseguraba justo el día después de las elecciones del 26 de junio la presidenta de los socialistas, Micaela Navarro. Realmente el partido vive desde hace años una especie de carrera por la supervivencia. La tendencia ha sido siempre la misma: unas encuestas que auguraban la hecatombe para los socialistas y unos resultados no tan malos como los esperados, pero cada vez peores, que han ido hundiendo el suelo electoral.
Las cifras no dejan lugar a dudas. En las elecciones generales de 2008 el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero obtuvo 11.289.335 votos y 169 escaños que representaron al 43,87% de los electores. En las del 26 de junio pasado, ocho años después, 5.424.709 de sufragios, 85 representantes y el 22,67% de los apoyos, prácticamente la mitad.
“La izquierda y la socialdemocracia nacieron para combatir la desigualdad que desde el comienzo de la crisis no deja de crecer”, explica Ignacio Urquizu, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid en excedencia desde el pasado mes de diciembre, cuando fue elegido diputado del PSOE por la provincia de Teruel –un puesto que ha visto refrendado en los nuevos comicios–.
Él argumenta que “la lucha contra esa desigualdad se da cada vez en un escenario más adverso para los partidos socialistas europeos, entre otras razones porque el euro y las políticas económicas europeas son una camisa de fuerza que limita su capacidad de acción. Esto hace que los ciudadanos no puedan percibir los resultados de los esfuerzos de los partidos socialdemócratas, que no son capaces de realizar una verdadera y necesaria reforma del Estado del bienestar al tener las manos atadas”.
También desde el partido, el eurodiputado y exministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar, autor de varios libros y artículos sobre la crisis de la socialdemocracia en general y de la del PSOE, en particular, apunta a que una de las principales causas del hundimiento de los socialistas elección tras elección es “la hegemonía conservadora” surgida a raíz de la crisis económica, “que pretende imponer la demolición del modelo social europeo a través de un nuevo arrebato de liberalismo”.
Cuando esta tendencia se ha ido ampliando “se ha desplomado ese modelo y, a la par, se ha producido el declive de la socialdemocracia”. Eso es lo que explica que “las clases medias se hayan visto tentadas de arrojarse en brazos de las propuestas populistas” como las que en su opinión defienden en España los dirigentes de Podemos.
Preguntado al respecto, uno de los hombres fuertes de Pedro Sánchez, Óscar López, se limitó a celebrar que en las elecciones de junio los socialistas resistieran la amenaza de la formación morada y a argumentar que la pérdida de votos que ha marcado la tendencia en los últimos años se debe a la polarización de la sociedad y a las encuestas.
“Nos ha votado la misma gente habiendo menos participación, así que siendo un mal resultado ha sido muy importante que hayamos ganado en votos a Podemos. Además, la del 26J fue una campaña en la que, una vez más, tuvimos todas las dificultades, entre otras razones porque las encuestas insistieron en que íbamos a ser terceros”, señala.
Desde el ámbito académico se perciben una serie de “problemas” que han lastrado a los socialistas en los últimos lustros. Carmen Lumbierres, profesora de Ciencias Políticas de la UNED, apunta, en un primer lugar, a que ya desde los últimos gobiernos de Felipe González y, sobre todo, con los ejecutivos de Zapatero, se ha producido “una disonancia entre las políticas sociales y de derechos civiles y las políticas fiscales y económicas claramente liberales, marcadas por la Comisión Eruopea, el FMI y los mercados financieros”.
Que el PSOE no haya encontrado “respuestas a la crisis económica de 2008 que se alejaran de esa ortodoxia hizo más evidente el descontento de las clases medias y trabajadoras” con este partido, ya que “han sido las más castigadas” por la gestión de la situación económica.
Las otras causas
Pero al margen de la economía también ha habido otros problemas estructurales. “El PSOE ha tenido que dedicar el grueso de su organización a su presencia en las instituciones a través de los cargos públicos, vaciando por un lado la capacidad de movilización de sus militantes y condicionando mucho el discurso del partido”, apunta Lumbierres.
También “la razón de Estado”, esgrimida por los socialistas en numerosas ocasiones para consensuar políticas con el PP, ha acabado haciendo mella en el electorado de izquierdas, “siempre más crítico”, y “ha ayudado a fomentar la idea de la no diferencia entre ambos partidos”, tan utilizada por IU o Podemos para arremeter contra el PSOE.
El partido se enfrenta, asimismo, a una crisis interna permanente desde la salida de Zapatero de la Secretaría General. En sus dos años como líder, Rubalcaba nunca llegó a conseguir superar la división del 38 Congreso Federal que ganó frente a Carme Chacón por una ajustada victoria. El ruido de sables y la deriva en las encuestas y en las elecciones hicieron que acabara doblegándose ante los críticos y convocando unas primarias para elegir a su sustituto.
Lo mismo le sucede ahora a Pedro Sánchez, que mantiene una auténtica guerra fría por el poder interno con Susana Díaz, la presidenta de la federación más importante en número de afiliados, y se enfrenta cada semana a las críticas y desavenencias entre barones –líderes regionales– y otros cargos.
Los resultados del 26J le dieron tiempo. Porque las expectativas que auguraban el tan mencionado sorpasso por parte de la alianza entre Podemos e IU y que finalmente no se produjo, eran tan malas para el PSOE que, a pesar de sus 85 diputados Sánchez ha conseguido permanecer en el cargo al menos hasta el Congreso federal previsto para la vuelta de las vacaciones de verano y al que ya ha anunciado que se presentará.
Las elecciones también limitaron por el momento la fuerza orgánica de Susana Díaz, que fue superada en su comunidad por el PP, lo cual le debilita en el caso de que quiera optar a la Secretaría General del partido. Se trata de una posibilidad que volverá a barajar en los próximos meses como ya hizo en 2014, si bien la jugada de Rubalcaba, que apoyó la candidatura de Madina, hizo que la andaluza finalmente optara por respaldar, paradójicamente, a Sánchez.
Ella sigue sin descartar ninguna opción, aunque insiste en la necesidad de que el partido comience una “reflexión profunda”. Distintos dirigentes del partido creen, sin embargo, que no se va a presentar, al menos en el próximo cónclave y a la espera de que la situación del PSOE mejore.
La andaluza sí tratará de mantener su contrapoder a Sánchez en el congreso, por lo que, si finalmente ella no opta a la Secretaría General, podría dar su apoyo a otro candidato que haga frente al madrileño. En esta clave se leen los elogios que Díaz ha dedicado en las últimas semanas al propio Madina que por el momento el vasco se mantiene en un segundo plano.
El actual secretario general parte así con la ventaja de no tener aún un rival claro, al margen de Díaz, que haya dado el paso. Aunque además del siempre mentado Madina, en el partido suenan con fuerza nombres con opciones de futuro como los de la catalana Meritxell Batet o incluso el del expresidente del Congreso Patxi López.
Sánchez se la juega en los próximos meses. Tratará de hacer prevalecer su posición en contra de llegar a acuerdos con el PP y de presentarse como la única opción de cambio para el futuro en el Congreso federal. Pero que los resultados del 26J fueran mejores de los esperados no ha acallado las voces internas que reclaman su cabeza, y no las silenciarán hasta que el PSOE vea la luz al final del túnel de las caídas electorales.
Un importante dirigente territorial crítico con la gestión de Ferraz y que prefiere mantener su identidad en el anonimato lamenta que “el PSOE siga sin ser alternativa real a la derecha y sin propuestas claras que den solidez al país”. Reivindica, por ello, “de forma urgente” que se dé paso “a nuevas personas, nuevas formas y nuevos mensajes”.
Los barones y su peso en las decisiones orgánicas y programáticas suponen otro escollo para la dirección de Ferraz. Se ha producido una especie de cantonalización del PSOE en las comunidades autónomas, que ha dado lugar a una importante falta de coordinación y discrepancias entre los líderes regionales que detentan un gran poder incluso en aquellas autonomías donde no han ganado elecciones.
Así lo demuestran las declaraciones de estos secretarios generales territoriales que provocan ampollas en Ferraz de manera permanente.
Bien sea el actual líder u otro dirigente el que lleve las riendas del partido, el PSOE deberá realizar una reflexión y unos cambios internos, externos y propositivos de gran calado para volver a convertirse en alternativa de gobierno, en la misma línea que los que deberán hacer el conjunto de los partidos socialdemócratas del entorno europeo, que acucian males similares al del español. Se trata de pasar de la carrera por la supervivencia al crecimiento y a la consolidación como la fuerza hegemónica que fue durante años.
Carmen Lumbierres cree que “la superación de su condición de partido rural y del sur con un electorado envejecido será clave para su futuro”, así como “la estrategia para la renovación de sus líderes orgánicos e institucionales”.
En cuanto a sus propuestas, la profesora de la UNED considera que “hay dos procesos que el socialismo tiene que asumir como propios”. El primero tendría que ver con la necesidad de “combinar una política social fuerte con una apertura comercial que genere crecimiento e intercambio pero supervisada por instituciones eficientes”.
Pero, además, el PSOE deberá “asimilar que los riesgos de vulnerabilidad social son distintos a los de los años 70”.
Ahora “los trabajadores pobres, la competencia en los servicios públicos con los ciudadanos migrantes o la precarización del mercado global deben tener respuesta desde la socialdemocracia”.
Los retos del futuro
“Los partidos socialistas debemos impulsar un modelo más redistributivo y tener audacia para reformar el Estado del bienestar”, apunta en una línea similar el diputado Ignacio Urquizu. El PSOE y sus socios europeos también tendrán que adaptarse al “cambio social” porque como explica el sociólogo “los jóvenes son hoy muy distintos en valores y en comportamientos”. Los socialistas “no parece que acaben de conectar con esa nueva sociedad como sí lo hacen otros partidos como Podemos.
Es algo que le viene pasando a la izquierda desde hace años, incluso desde los años 60 cuando surgieron los primeros movimientos sociales, pero ahora tiene que ver también con factores tecnológicos”, sostiene el también sociólogo.
JLópez Aguilar aboga por “acometer un cambio de rumbo radical” que permita “la recuperación de la identidad socialista” poniendo encima de la mesa una “propuesta verosímil por la pervivencia del modelo social europeo”. Una de las claves debería ser, a su juicio, “rearmar la progresividad fiscal deteriorada por los conservadores, que han hecho que paguen sólo los trabajadores y cada vez menos el capital y las grandes fortunas”.
El objetivo no sería otro que “recuperar la suficiencia para que se sustenten los servicios públicos”. Se trataría de “un trabajo a medio y largo plazo que relance además la identidad de izquierdas desdibujada por la política de alianzas del PSOE” de los últimos años, “sin olvidar la autocrítica.
El eurodiputado aboga por “revisar el modelo organizativo heredado del siglo XIX”. Apunta a que, por ejemplo, “las Casas del Pueblo no cumplen la función de atraer a nuevos talentos o a gente joven y eso debe ser revisado”. También menciona la necesidad de “modernizar el modelo de comunicación política sin banalizarlo”, porque “no puede suponer únicamente colgar fotos, emoticonos y vídeos en Facebook” sino que no se tiene que tener “miedo a ningún formato de debate” para explicar las propuestas.
Óscar López hace un llamamiento a la calma y se muestra optimista respecto al futuro que le espera a su partido. Recuerda que el PSOE “tuvo mayorías en los 80 y en los 90”, que después José María Aznar consiguió gobernar con la absoluta y que “después, los socialistas volvimos a la Moncloa”.
El portavoz de los socialistas en la Cámara Alta reconoce que ahora “la principal diferencia es que han aparecido partidos como Podemos y Ciudadanos que han cambiado de alguna manera el panorama”. Por eso considera que “aunque el futuro parece difícil de adivinar el PSOE se ha defendido como alternativa al PP” y así seguirá siendo en los próximos años. “El PSOE tiene tiempo para reconstruirse y para volver a atraer a la mayoría social habiendo superado la amenaza del sorpasso”, concluye.
Lejos del Pasok
Aunque con distintas fórmulas, los partidos socialdemócratas gobiernan o forman parte de ejecutivos de coalición en potencias europeas como Francia, Alemania o Italia, ninguna de esas formaciones se ha librado de la crisis por la que atraviesa esta ideología en todo el continente, haciendo que su electorado no deje de disminuir y dando pie a numerosas pugnas internas.
Pero el caso más dramático sigue siendo el del Movimiento Socialista Panhelénico, el Pasok griego. Un partido que en 2009 volvió al Gobierno con la promesa de hacer frente a la ruina que dejó la derecha y que obtuvo el 44% de los votos y 160 de los 300 diputados del Parlamento griego.
Y que apenas seis años después, en las últimas elecciones de 2015, sólo alcanzó el 6,3% de los sufragios y 17 escaños. El gran error de los socialistas griegos tuvo que ver con que fueron incapaces de encontrar una alternativa a la salida de la crisis de la que había puesto en marcha la derecha y que significó duros retrocesos en el Estado del bienestar con bajadas de sueldos a funcionarios y pensionistas incluidas.
También fue el Pasok el que aceptó y aplicó algunos de los primeros grandes recortes impuestos por la Troika y el que, ya en 2012, tras su derrota en las urnas, conformó un Ejecutivo de Gran Coalición con sus tradicionales rivales, los conservadores de Nueva Democracia, lo que acabó con sus expectativas electorales y alentó el surgimiento de Syriza, la coalición de izquierdas actualmente gobernante.