Francisco Ángel Espartero Briceño, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Desde la antigüedad, se ha denominado como canícula la temporada del año en que el calor es más intenso. En el hemisferio norte, el período canicular se estima con una duración de entre cuatro a seis semanas, comenzando unas semanas después del solsticio de verano, el día 21 de junio (en el hemisferio sur ocurre el 21 de diciembre).
Este fenómeno astronómico fue relacionado por las culturas antiguas (probablemente desde los babilonios) con la aparición en el cielo matutino de la estrella Sirio, perteneciente a la constelación del Can Mayor. De aquí el nombre de canícula, que fue acuñado popularmente como “días de perros”.
Este hecho fue tenido en cuenta por los agricultores, tanto en América Central como en el antiguo Egipto, tomándose la costumbre de iniciar la siembra a partir de que finalizara este período de calor extremo y sequía, que sería sobre el 15 de agosto.
Cambios en el movimiento del planeta y la canícula
A día de hoy la canícula ha cambiado de fechas. Podemos decir que se ha movido y la razón principal que ha provocado este desplazamiento temporal es el movimiento de precesión de nuestro planeta.
La Tierra tiene una inclinación de unos 23⁰ 27’ con respecto a la perpendicular a la eclíptica (plano que contiene la órbita solar de la Tierra). Pero el eje del planeta no permanece en reposo, sino que realiza un giro en torno a sí mismo (como si de una peonza se tratara) que dura unos 25 776 años. Esto es el movimiento de precesión.
A lo largo de la historia se ha podido constatar que el norte celeste de referencia ha ido cambiando con el paso del tiempo. Si a día de hoy el eje apunta a la estrella Polar, como referente al norte, en la antigüedad apuntaba a otro lugar del cielo (hace unos 4 500 años, en la época de la construcción de la Pirámide de Keops, el polo norte celeste estaba cerca de la estrella Thuban, de la constelación del Dragón).
«No hay dudas razonables que impidan creer que estamos modificando drásticamente nuestro entorno»
La inclinación del eje terrestre tiene otras consecuencias notables que nos afectan a todos. Junto al movimiento de traslación, da lugar a las estaciones del año (las estaciones no dependen únicamente del movimiento de traslación, como nos enseñan en el colegio), lo que implica su relación directa con el clima.
A principios de la era cristiana, el Sol de proyectaba al comienzo de la primavera en la constelación de Aries, pero el movimiento de precesión lo proyecta ya sobre la constelación de Piscis. Esto ha provocado que las estaciones del año se hayan desplazado aproximadamente un mes. O sea, que los días julianos de la canícula han pasado al mes de agosto.
A este hecho natural nuestra civilización también contribuye notablemente. Los efectos del cambio climático también se dejan notar y ya no hay dudas razonables que impidan creer que estamos modificando drásticamente nuestro entorno.
Francisco Ángel Espartero Briceño, director Master Astrofísica, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.