Por Cambio16
21/12/2016
Es considerado por muchos como el «Tiger Woods del póker». Se trata de Phil Ivey, quien a lo largo de su carrera como apostador de naipes logró ganar millones de dólares sentado frente a un paño verde y fichas. Muchas fichas. Pero algo salió mal en sus cálculos cuando decidió hacer trampa contra un casino de Nueva Jersey y ganarle a la banca nada menos que 10 millones de dólares.
Pero esta vez, Ivey no quería jugar póker. Le propuso a la casa de juegos apostar por la disciplina del bacarrá, similar al tradicional juego pero contra la banca. Fue entre abril y octubre de 2012. Esta modalidad requiere suerte, no conocimientos o habilidades estadísticas. Pero a la estrella de la World Series lo acompañó algo más que el azar en sus excursiones por el Hotel y Casino Borgata.
Entre las condiciones que el apostador puso a la casa de juegos, estuvo la de permanecer junto a una mujer llamada Cheng Yin Sun. El bacarrá es muy popular entre los chinos, y Sun, una experta. Pero su experiencia no estaba sólo relacionada con el juego en sí, sino con otro ingrediente que pocos conocían hasta entonces.
Ivey había agregado otros cuatro requerimientos a Borgata: que el representante del casino hablara chino mandarín, que las cartas fuesen ocho mazos Gemaco de color púrpura, que estuvieran todas mezcladas y que fuesen repartidas automáticamente. Y todo en una sala privada del casino. La condición de que los naipes fuesen de esa marca particular sería clave para determinar la trampa.
Sun pasó cientos de horas memorizando pequeños defectos en el revés de ese tipo específico de naipes. La mujer de origen chino conseguía las cartas Gemaco de Borgata, idénticas a las que se usarían durante el desafío de Ivey. Durante su tiempo de estudio, descubrió que la parte púrpura del dibujo de las cartas no era idéntico y que tenía pequeñas e imperceptibles diferencias según el valor de cada una de ellas.
Ambos ya sabían cómo harían para hacer trampa. El bacarrá, conocido por la superstición que insufla a sus apostadores, permite que los jugadores realicen todo tipo de ritual. Es por eso que tanto Ivey como Sun sabían que jugaban con esa ventaja. Podrían simular algún tipo de ceremonia previa a que fueran descubiertas. Así sabrían qué apostar.
Fue así que Sun pedía en chino mandarín al dealer que las girara para que pudiera verlas. La escenificación permitía creer que se trataba de algún tipo de rito que les traería suerte. En los casinos puede verse todo tipo de locura. Pero en verdad, lo que estaba ocurriendo era que la joven estaba investigando las imperfecciones que ya había visto durante sus horas de estudio.
En total ganaron 10.100.000 dólares. Una pequeña suma sería usada por Sun para pagar una deuda que mantenía con otro casino: el MGM. Ivey, para continuar con su vida de superestrella y engrosar su fortuna con más millones. Sin embargo, la casa de apuestas los denunció por fraude. Pero nada sería tan sencillo, ni siquiera para el poderoso casino y hotel.
El proceso judicial se inició, pero los magistrados que intervinieron en el caso no encontraron que hubiera habido fraude. Las reglas de bacarrá nada dicen sobre cómo deben ser dispuestas las cartas de los jugadores. Pero no todo salió bien para los ingeniosos tramposos. La corte sí decretó que ambos jugadores habían quebrado las leyes de Control de Casinos de Nueva Jersey y «violación del contrato con Borgata». Este mes les ordenaron devolver a la casa de apuestas los 10 millones de dólares que habían ganado.
«Al usar las cartas que cuyo valor habían logrado identificar sólo para ellos, Ivey y Sun ajustaron las posibilidades del bacarrá en su favor. Esta es una contravención absoluta del propósito fundamental de las apuestas legalizadas (del estado). La violación que hicieron constituye una violación del contrato con Borgata de jugar según las reglas», indicó la corte.
Seguramente Ivey habría apostado que la sentencia saldría a su favor. Pero no conocía todas las cartas con que contaba la Justicia.