Por Andrés Tovar
29/11/2016
Son extensos los debates sobre si las librerías físicas están muriendo o morirán debido a que cada vez menos personas compran libros. Sin embargo, gracias a esto se están buscando nuevas formas de atraer a los clientes, por ejemplo, instalando restaurantes dentro o haciendo que empresas de libros digitales creen sus propios locales con una selección privilegiada a partir de la estadística de los más comprados.
Una revolución similar, pero a la vez diferente, es la que están sufriendo las bibliotecas. Si bien existen proyectos para digitalizar los contenidos de las bibliotecas más clásicas, lo que queda claro es que estos esfuerzos tomarán años porque existen miles de libros escritos muchísimo antes de la era digital.
Mientras esto ocurre, esto no significa que no haya espacio para reinventarse. Un claro ejemplo de esto es la mítica Biblioteca Pública de Nueva York, según señala el artículo de Crain’s New York, titulado “New York Public Library’s reading room reopens with a ‘book train’”.
[aesop_quote type=»block» background=»#ffffff» text=»#000000″ width=»content» height=»auto» align=»center» size=»2″ quote=»La Biblioteca invirtió 2.5 millones de dólares en un ‘tren de libros’, y destinó unos 12 millones más para restaurar una de sus salas de lectura» parallax=»off» direction=»left» revealfx=»off»]
El archivo de esta biblioteca es enorme, por lo que muchas veces los usuarios que piden un libro se ven obligados a esperar bastante tiempo hasta que este llegue a sus manos. El método tradicional que utilizan involucra una cinta transportadora, la cual demora 30 minutos en traer los libros desde donde están almacenados hasta donde el cliente los pide, lo cual resulta un tiempo insoportablemente largo para los estándares de hoy en día.
Y es que en la era digital, las personas están acostumbradas a la inmediatez, la cual se ha vuelto una exigencia en todo lo que hacen. Los alumnos esperan una clase interactiva y que no demore mucho en conceptos, las personas se molestan cuando su internet anda lento, o sufren cuando hay tráfico que los obliga a perder más tiempo del previsto en transportarse.
Precisamente, estos dos elementos fueron los que llevaron a la biblioteca a invertir USD 2.6 millones en un “tren de libros”. Este, o “estos” para ser más exactos, son una serie de carritos que pueden recorrer la misma distancia en tan solo 5 minutos. El sistema recibe el pedido y por medio de una serie de carriles construidos para su movilización, los carritos se mueven para llevar el pedido.
Con esto esperan hacer más placentera la visita al icónico edificio. Además, la implementación de este servicio forma parte de un plan de dos años y de un costo de USD 12 millones para restaurar la sala de lectura de la librería: el Rose Reading Room.
Todo un esfuerzo para recrear el atractivo que ya tiene de por sí una biblioteca.