En Francia se está generando la tormenta perfecta para una escalada de tensiones y aumento de la violencia, que mantiene en alerta a autoridades y a académicos. Las diferencias sociales, el conglomerado de culturas, las medidas de confinamiento, el avance de la pandemia, los conflictos en oriente próximo, el trato a la minorías y el rechazo a las políticas económicas. No hay a dónde mirar. Por todos lados surgen focos de violencia. Son demasiados frentes abiertos.
Hablar de Francia y hablar de revueltas es casi una obligación histórica. La Revolución de 1789 inspiró la emancipación en el Nuevo Mundo y el cambio de paradigmas en Europa. Los sucesos de mayo de 1968 marcaron la transformación cultural de finales del siglo XX. Como se le quiera ver, los cambios, no necesariamente pacíficos, forman parte de este país.
Otro signo distintivo de Francia es su apertura y su tolerancia. El país en su conjunto, especialmente París y las principales ciudades, combinan la tradición europea con un crisol étnico y cultural prácticamente mundial.
Pero esa combinación de defensa de los derechos y apertura al mundo ha devenido en un búmeran para la estabilidad y la paz. El surgimiento y crecimiento del islamismo radical, el autoaislamiento de algunos grupos de inmigrantes, junto a la crisis producto de la pandemia, le están pasando una alta factura a Francia. Los crecientes conflictos y hechos de violencia que ha vivido la sociedad francesa durante este año indican un panorama incierto.
El Distrito 10
El Sena divide a París en dos mundos. Físicamente están separados por algunos cientos de metros, pero culturalmente está en las antípodas el uno del otro. Al sur, está el París que nos imaginamos a través de los libros y las películas. El de la historia, las guías de viajes, el arte, la gastronomía, la moda, la refinación. Mientras que hacia la margen derecha está la ciudad compleja, multiétnica y multicultural.
En el centro-norte de ese amalgama está el distrito 10, que concentra la mayor cantidad de población extranjera de la capital francesa, alrededor del 20%. Es la más diversa, la más colorida. También la que esconde la mayor fuente de conflictos
En Francia existen hace años tensiones raciales marcadas por la situación desfavorecida de los inmigrantes de las ex colonias francesas en África y sus hijos y nietos. Estos colectivo no logran integrarse totalmente en la sociedad de la metrópoli.
Crecen las tensiones en Francia
Con la llegada del coronavirus, Francia vive con el constante temor de una explosión social en los suburbios de París y otras grandes ciudades. Allí, la crisis sanitaria agrava tensiones culturales, sociales, económicas, políticas. Ya desde marzo, se ha producido una serie de de enfrentamientos violentos entre bandas multiculturales y fuerzas del orden.
Desde hace unos 15 años, la «banlieue» ( los suburbios) de París y las grandes ciudades son víctimas de estallidos recurrentes de violencia de origen étnico.
Los problemas económicos, sociales y de seguridad en departamentos como el de Sena-Saint-Denis acompañan otro fenómeno tanto o más preocupante. Se trata del repliegue de la comunidad musulmana en sí misma y el crecimiento de la radicalización.
En las áreas de Francia con alta densidad musulmana se da el “comunitarismo”. Este concepto describe la endogamia de las comunidades étnicas. Esta vida segregada es autoimpuesta por el deseo de sus habitantes de preservar la pureza identitaria, en primer lugar la religiosa.
La pandemia empeora las cosas
A ese autoaislamiento se une al confinamiento. Y en medio de la pandemia, las estadísticas sugieren que las afueras de París tienen una mortalidad superior a la media nacional. Esta realidad es evidente en los departamentos suburbanos, que rodean la capital, como Seine-Saint-Denis (norte), Val de Marte (sur este) y Hauts-de-Seine (oeste).
En estos sectores, los servicios sociales han sido desbordados. Las asociaciones humanitarias hacen lo que pueden. Pero las tensiones no hacen más que aumentar en toda Francia.
Islamismo radical
Adicionalmente, cinco años después de las matanzas islamistas contra el semanario satírico Charlie Hebdo y en la sala de conciertos «Bataclan», que cobraron más de un centenar de muertos, los análisis de seguridad del Gobierno de Francia reportan un crecimiento significativo del islamismo salafista, yihadista, terrorista y subversivo.
En Francia viven entre 40.000 y 60.000 musulmanes salafistas. Entre 12.000 y 15.000 de entre ellos serían «particularmente virulentos», aseguran fuentes policiales. El salafismo está considerado como una de las variantes más radicales del islam.
La segunda ola
Y para colmo de males, crece la incertidumbre ante la segunda ola. Este es el tema que preocupará a los políticos de todo el mundo. No existe un consenso establecido entre la comunidad científica sobre una segunda ola. Algunos expertos dicen que el virus volverá más fuerte y más mortal en el otoño. Otros dicen que el virus podría debilitarse gradualmente con el tiempo.
Cuando los periodistas franceses le preguntaron a finales del mes pasado al jefe del Consejo Científico asesor de Francia, Jean-François Delfraissy, qué teoría apoyaba, simplemente dijo: «No lo sé».
Los casos diarios de COVID-19 en Francia establecieron un récord a finales de la semana pasada. Se ubicaron en casi 10.000, mientras que el número de personas que reciben tratamiento en el hospital ha aumentado constantemente este mes.
El primer ministro francés, Jean Castex, anunció el viernes planes para acelerar las pruebas y endurecer las medidas en ciertas ciudades. Pero dijo que el gobierno quería evitar otro cierre nacional.
Recesión en puertas
Y vinculada a la pandemia y el consiguiente bloqueo está la próxima tormenta económica. Se prevé que Francia esté encaminada a su peor recesión desde 1945. Se trata de un enorme problema para el presidente Emmanuel Macron, quien ha construido gran parte de su reputación gracias a sus reformas económicas. y medidas de creación de empleo.
El Gobierno de Francia ha estado trabajando en un plan de rescate de 100.000 millones de euros que espera reactivar la economía francesa de nuevo.
Protestas por recortes de empleo
Uno de los primeros efectos se vio el pasado viernes, cuando miles de manifestantes se reunieron en toda Francia para realizar protestas organizadas por los sindicatos contra los recortes de empleos debidos a la pandemia de COVID-19.
Bridgestone anunció planes para cerrar una fábrica en el norte de Francia. Esta decisión pone en riesgo más de 800 puestos de trabajo y ha habido miles de recortes de empleo en varias empresas francesas, incluidas Airbus, Renault y Sanofi, debido a las consecuencias económicas de la crisis sanitaria.
Los sindicatos dicen que Auchan, una cadena de supermercados, anunció recientemente planes para eliminar casi 1500 puestos de trabajo a pesar de estar abierta durante el estricto cierre de Francia. El Instituto Nacional de Estadísticas ha dicho que es probable que el nivel de desempleo suba al 9,5% para fines de 2020.
Rebrote de chalecos amarillos
La semana pasada, las autoridades francesas desplegaron una fuerte presencia policial en París. Utilizaron gases lacrimógenos cuando el movimiento de los chalecos amarillos regresó a la capital después de ser amortiguado por la crisis del coronavirus.
Varios cientos de manifestantes se reunieron en dos plazas de París para realizar marchas autorizadas. Un cortejo partió sin incidentes, pero la otra marcha se retrasó después de que la policía utilizara gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes que abandonaron la ruta designada y algunos de los cuales prendieron fuego a papeleras y un automóvil.
Las autoridades habían prohibido las protestas en una zona central, incluidos los Campos Elíseos, escenario de disturbios en el apogeo del movimiento de los chalecos amarillos hace casi dos años cuando la ira por los impuestos al combustible y el estilo de gobierno del presidente Emmanuel Macron llevaron a cientos de miles a las calles de todo el país. Francia.
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