Janire Momeñe López y Ana Isabel Estévez Gutiérrez
“A los 12 años me daba pánico crecer. Creía que todo iba a peor y tenía miedo a la vida que me quedaba por vivir. De pequeña, pensaba que era perfecta para mis padres hiciese lo que hiciese, pero con el paso del tiempo sentí que eso estaba cambiando. Hacía rituales para que no me creciesen las caderas ni me bajase la regla. Durante el periodo de la universidad todo empeoró: tenía mucho miedo a tomar decisiones. En el fondo pensaba que iba a perder la protección de mis padres. Empecé a restringir la alimentación y a comportarme como si fuese una niña pequeña. Así pude delegar todo en mis padres y esto me hizo muy feliz. Sentía una necesidad muy grande de protección y con mi anorexia estaba convencida de que me aseguraba amor y cuidados eternos”.
El caso de Paula nos sirve para ilustrar que la anorexia nerviosa –una de las enfermedades psicosomáticas más frecuentes en la sociedad occidental– es un “acto corporal” frente a demandas internas y externas que se perciben como abrumadoras. Y que el miedo a crecer, también conocido como miedo a la madurez, constituye una de sus características nucleares.
Un estudio revela que las mujeres con anorexia presentan este sentimiento más intensamente en comparación con los hombres afectados por el mismo problema. Muchas chicas viven los cambios corporales y la aparición de la menstruación como situaciones desasosegantes, como un desafío para el que no se encuentran preparadas.
Abrumadas por los cambios
Varios factores explican su aparición. Por un lado, se originaría debido a una sensación de incapacidad para afrontar problemas o tomar decisiones y un gran sentimiento de ineficacia. Por otro lado, también estaría vinculado a una necesidad de controlar un mundo incontrolable y a percibir como perturbadora toda situación que produzca incertidumbre.
Además, se relaciona con un intenso miedo a ser adolescentes, ya que a menudo creen que equivale a la pérdida de cariño por parte de sus padres. Así, el inicio de nuevas experiencias –la universidad, cambios de colegio o viajes en solitario al extranjero como los que promociona el programa Erasmus…– precipita la anorexia nerviosa. Es una manera de expresar sin palabras que algo no va bien y que necesitan ayuda.
Recuperar la protección de los padres
Muchas chicas que sufren anorexia nerviosa justifican su excesiva delgadez con la admiración por los cuerpos de niña o extremadamente delgados. Sin embargo, lo que podría subyacer a esta explicación es que no es el aspecto infantil lo que desean, sino lo que significa o representa ese cuerpo.
Esto es, piensan que regresando a una apariencia prepuberal a través de las dietas y la restricción alimentaria recuperarán la seguridad, la protección y el cuidado absoluto de sus padres y van a desaparecer las abrumadoras demandas de la adolescencia. En otras palabras, la familia se “congela”.
La excesiva delgadez interrumpe el desarrollo natural y la menstruación. Sin proponérselo de manera consciente, las jóvenes con anorexia nerviosa pueden volver a disfrutar de los cuidados que recibían cuando eran unas niñas y delegan sus responsabilidades y conflictos en sus padres, con el consiguiente alivio.
Como hemos mencionado, las chicas afectadas sienten que al crecer pierden el control, pero experimentan una sensación de seguridad al centrar su atención en la alimentación, que sí pueden dominar. Además, puede haber un agravante: si los padres se alejan (ej. viajes), es habitual que eso les genere una extrema ansiedad.
Unido a esto, pueden presentar una gran necesidad de complacer y a actuar conforme a lo que los demás esperan de ellas, manifestando una elevada autoexigencia. Con el paso del tiempo, se muestran confundidas con sus necesidades, deseos y emociones. Se produce una especie de sordera hacia el propio deseo.
En estos casos, suele ser frecuente que las afectadas se den atracones. Este comportamiento suele simbolizar la salida del placer y el último espacio para la libertad, que se canaliza a través de la alimentación.
Cuándo deben saltar las alarmas
Hay que estar alerta a las señales. La anorexia nerviosa es un trastorno psiquiátrico grave que deteriora la salud física y psicológica de las personas que lo padecen. Puede comenzar a manifestarse durante la niñez tardía, antes de que aparezcan los signos del desarrollo puberal, aunque lo más común es que se inicie en la etapa prepuberal, cuando aparecen los primeros cambios corporales. Es en esta etapa del ciclo vital donde se producen importantes transformaciones a nivel físico y psicológico.
La detección precoz es muy importante debido a su influencia en el pronóstico. Estas son algunas situaciones que pueden hacer saltar las alarmas:
- Manifestación de un intenso miedo a crecer, a la aparición de la menstruación y al desarrollo sexual. Puede ir unido a verbalizaciones con una connotación negativa de estos aspectos.
- Dificultades para hablar en el entorno familiar sobre la aparición de la menstruación, desarrollo sexual, etc.
- Inicio de experiencias nuevas.
- Seguimiento de dietas para evitar el desarrollo corporal.
- En algunas ocasiones, idealización excesiva hacia uno de los progenitores.
Resulta básico, pues, comprender qué es el miedo a crecer y cómo se manifiesta para que los padres puedan percibir de manera temprana el posible desarrollo de una anorexia nerviosa y evitar que vayan a más casos como el de Paula.
Janire Momeñe López, doctora en Psicología, y Ana Isabel Estévez Gutiérrez, profesora titular e investigadora en el Departamento de Psicología [Universidad de Deusto]
Publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.